Tenía turno de madrugada, como les conté. Cerca de las tres, decidí tomar un café en mi consultorio, así es que me serví de la máquina expendedora y al cruzar por gerencia escuché un leve sollozo. Me extrañó. Provenía del despacho de Brown. -¿Quién es el que está tan tarde en la clínica?-, arrugué mi naricita. Pensé que a lo mejor era Karlson traficando con más medicinas o que quizás Davids había osado infiltrarse nuevamente en farmacia, así es que picada por la curiosidad entré y ¡plop! encontré llorando a Jacqueline Howard, la secretaria de Brown. Tenía sus ojos duchados en lágrimas. -Lo siento que entre así, ¿te puedo ayudar?-, le pregunté a ella desconcertada mirándola, incluso, con la boca abierta, tratando de adivinar sus emociones. Jacqueline era muy distante, no hablaba mucho con las doctoras ni las enfermeras, menos conmigo, y se abocaba a hacer su trabajo. Yo había hablado muy poco con ella. Ella no me contestó, apagó su laptop y empezó a guardar sus cosas. -Tenía tra
Leonela estaba preciosa y más encantadora que nunca. -Te apuesto de que estás enamorada-, le dije, mientras ponía las tazas, la mortadela y hervía el agua para el café con leche que íbamos a tomar y disfrutar. -Ay, estoy saliendo con un chico guapo, pero no sé, lo veo muy tímido, demasiado introvertido, hasta apático-, me dijo ella acomodando sus largotes pelos caoba que le llegaban hasta más abajo de la espalda. -Entonces tienes que dar tú el primer paso, estamos en épocas en que las mujeres somos de armas tomar-, me reí. -Nooo, yo sigo las tradiciones-, estalló ella en risas. Me contó que Ferdinand, mi ex novio, estaba demasiado violento, que incluso había tenido serios problemas con la justicia. -Golpeó a un muchacho porque le dijo que tenía una nariz muy fea-, me reveló parpadeando Leonela. -Es un tipo soez, tirano, déspota, maleducado, yo no sé por qué me enamoré de él-, reconocí sirviendo el agua, la leche y el café. El humo se alzaba como grandes balotas de las
Marcus, ésta vez, besó mi mejilla, muy galante, lo que me estremeció mucho. Me recibió en el hall de su casa. Marcia, como bien imaginan, hacía chirriar sus dientes, viendo las atenciones que me prodigaba su jefe. -Qué hermosa está hoy, doctora-, me dijo él dándome el brazo para que lo tomara. Me hizo sentir una princesa, tanto que reí encantada. Yo me había puesto un vestido corto verde y no tenía pantimedias porque hacía calor. -No hay mejor terapia que contemplar sus lindos ojos celeste-, me insistió Marcus mientras íbamos a la estancia donde hacíamos las terapias. -¿Está tu mamá?-, me interesé. -No, tuvo que salir a hacer unos trámites, se llevó el auto, en otros tiempos yo la hubiera llevado en la calesa-, me dijo él sonriendo. Le pidió a Marcia que nadie nos moleste. Marcus estaba muy interesado en mí. Lo leí en sus ojos. -¿De dónde es usted doctora?-, me preguntó jalando un sillón para que me sentara, tomó incluso mi mano para que me arremolinara sobre los cojine
No sabría explicar qué sentía esa noche. Me revolcaba en la cama excitada, paladeando los besos y caricias de Marcus, pero a la vez me sentía culpable, porque él era mi paciente, no debía enamorarme de él, sin embargo más podían mis ansias de volver a sus brazos de estar nuevamente a su merced, que me conquiste con sus versos y poemas, que me haga suya y lo único que yo quería era explotar en sensualidad y feminidad, igual a un petardo de dinamita. Mis pensamientos le pertenecían en absoluto, soñé con él incluso, repitiendo una y otra vez esa idílica faena en la alfombra de su casa. Yo no era culpable, tampoco. Green tomó la iniciativa de besarme y encandilarse con mis labios, yo no lo seduje ni le insinué para hacerlo, aunque seguramente vio en mis ojos los deseos de que me haga suya encendidas como grandes fuegos, calcinándome. Es verdad que estaba muy linda, que él quedó maravillado de mi belleza, sin embargo pensaba que no me porté como una mujer vampiro, tampoco fui demas
Justo, cuando me disponía a salir con destino a la clínica, recibí un mensaje en mi laptop. Era de "Flecha". Me sorprendí porque ya llevaba buen tiempo sin recibir sus mensajes ni saber nada de él. Yo me había abocado, demasiado al hospital. Él me había escrito un poema. -Para la princesa, dueña del trono de mi corazón-, me escribió haciendo tamborilear mi corazón. Mordí mi lengua, incluso, coqueta y abrí el archivo. Se titulaba "Contigo". Afanosa comencé a golpear mis rodillas y no dejaba de jalarme los pelos excitada y febril. -Contigo cada día vuelo más alto porque te quiero, vida mía, y encuentro en tus brazos el amor. Contigo soy fuego encendido por por tus besos la seda sensual de cuerpo y todo el resto de tus encantos. Contigo viajo al infinito en la locura de amarte, cabalgando en un meteorito escribiendo en el cielo, tu nombre. Contigo soy feliz, Andrea, a tu lado encuentro amor y pasión por eso te amo, mi reina con todo mi corazón- Aa
Encontré la novedad de un nuevo paciente en la realidad. En realidad todos estaban temerosos, cuchicheaban preocupados y vi muchas caras largas y de miedo. Le pregunté a Gladys qué es lo que pasaba. -Es el nuevo paciente que está alojado en el segundo piso, el doctor Brown se equivocó al aceptar que lo internen aquí-, ella también estaba fastidiada. Recabé mi tablet, mi laptop y mi mandil lavado y planchado. -¿Qué tiene de malo ese paciente que todos están muy asustados por él?-, me hice una cola con mi pelo. -Está acusado de haber matado a tres sujetos y dicen que es un gran traficante, contrabandea medicinas, las vende al mercado negro-, me dijo Gladys parpadeando asustada. Rayos. Karlson le había encargado el tratamiento de ese tipo a Jessica pero ella se opuso en forma terminante. -¿Necesitas un psiquiatra Karlson?-, le dijo irónica pero resoluta. Ella se negó rotundamente a hacerse cargo de ese misterioso e intimidante sujeto. Karlson sin embargo presionaba para
Marcus me dijo que iba a montar caballo en el picadero que tenía su madre, al sur de la ciudad. -Tiempo que no lo hago, se imagina, son casi trescientos años que no monto, doctora, desde que me mataron y me vine a ésta época de autos y aviones, estoy muy emocionado-, me dijo contento. Me invitó, incluso, para que lo acompañe en lo que sería una inolvidable ocasión para él. Pedí permiso al doctor Brown. -Por supuesto Andrea, puedes ir, espero que te diviertas mucho-, subrayó divertido mi jefe. Fui con mi auto. El picadero estaba a una hora de la ciudad, por la carretera. Me puse jean, botines y una blusa floreada, me hice una cola con mi pelo y llevaba un sombrero vaquero porque hacía sol y esa zona es sumamente calurosa. Los vigilantes me recibieron amablemente. -El señor Green la espera-, me dijeron, cuando estacioné mi carro. Los obreros daban de comer a los otros caballos, los cepillaban, los paseaban por los corrales o los bañaban en una gran piscina, haciéndolos trotar p
¡¡¡Esteban me engañaba con mi mejor amiga!!! No podía creer lo que veían mis ojos. Yo sospechaba, desde antes, que él me era infiel. No soy tonta, quizás confiada y noble, pero no bobalicona y su comportamiento era muy sospechoso de buen tiempo atrás. Había dejado de verme los viernes, no contestaba mis llamadas y no quería que le viera el móvil, las veces que nos citábamos en el parque. Siempre olvidaba su celular en casa y eso me parecía muy raro y sintomático, porque cuando nos enamorados, era un maníaco del teléfono. Con la sospecha de que había otra mujer en medio de nosotros y a sabiendas que había salido como lo hacía todos los fines de semana, llamé a su madre y ella atizó aún más la hoguera de mis celos convertidos ya en un gran incendio calcinando mis entrañas: -Esteban salió temprano, Andrea, y no sé a dónde fue, todos los viernes es lo mismo, sale y vuelve muy tarde-, fue lo que me dijo su mamá. Grrrrrrr, sentí al furia y la ira reventando como truenos dentro de mi c