Cuando llegué a la casa, encontré que habían muchos mensajes de "Flecha" en mi laptop. Me había hecho un poema, incluso, y esperaba respuestas y comentarios míos. Me lancé a la cama y leí los versos. La poesía se llamaba "Amarnos". Me pareció linda. -No digas nada, solo quiero probar tus besos y enredarme en el rubio de tus pelos. No hablemos, solo deseo prender tus ansias y arder como un bonzo en tus llamas. No perdamos tiempo, solo entreguémonos en el encanto de nuestros cuerpos desnudos. No hagamos otra cosa, que amarnos y disfrutar de nuestros besos y caricias y toda nuestra erótica pasión- Ayyyy, suspiré encantada, tirada sobre mis almohadas, golpeando, febril mis rodillas, jalando mi pelo, mi corazón repicando como campanadas dentro de mi pecho y pensando en los ojos radiantes y hermosos de Marcus Green. -Acaso él me hubiera cantado esos versos-, me dije, incluso, sumida en la excitación y el fuego chisporroteando por todos mis poros. En mi emoción
-Me gusta cómo ha venido tratando a Peña-, me dio alcance el doctor Brown cuando me dirigía donde un paciente que tenía muchas dificultades para hablar. Pese a que no presentaba problemas de dientes o encillas o de las cuerdas vocales, se enredaba demasiado, hilvanaba mal las frases y finalmente no se le entendía nada lo que decía. Ya llevaba tres años emitiendo tan solo en sonidos guturales. Para él su forma de hablar era normal incluso estaba seguro que se hacía entender y hasta charlaba animadamente, riendo y contando chistes que, obviamente, nadie entendía. -Son casos que requieren paciencia y calidez, nada conseguimos medicando a los pacientes, es simplemente dilatar los problemas y no solucionarlos-, le dije riendo coqueta a Brown por sus elogios. Brown sabía que era la oportunidad para una cita. Lo leí en sus ojos. -Los dos estamos libres el viernes, Andrea, ¿te puedo invitarla a cenar?-, se atrevió finalmente. Hacía buen tiempo que estaba muy interesado en mí. Yo le gus
El restaurante ofrecía un concierto de mucho ritmo y cadencia, con una conocida orquesta, para que sus comensales pudieron disfrutar de la música en su pista de baile. Apenas la agrupación comenzó a ejecutar una contagiosa salsa, Brown me jaló precipitadamente de la mano. -Bailemos, la noche es joven-, me dijo entusiasmado, haciendo brillar sus ojos y con la cara pintada de fiesta. -Ay, estoy con sueño, mejor me voy a mi casa-, intenté escapar del compromiso, pero él no me dejó. Literalmente me arrastró a bailar. Brown me tomó de la cintura con absoluta confianza, incluso bastante atrevido. Él se deleitaba con mis ojos, se encandilaba con mi sonrisa, y me avasallaba con sus pupilas tan masculinas y su sonrisa viril que me eclipsaba y obnubilaba y encendía los fuegos de mis entrañas. Parecía un soldado romano, imponente y gallardo, con su impecable armadura, haciéndome sentir muy excitada a su lado, juntando los dientes y envuelta en fuego. -Le soy sincero, Andrea, me gust
La pasé de maravillas con la señora Rosemary. Primera vez que sonreía. Le contaba de que mi vida se había tornado en un gran caos y que de repente hasta cuatro hombres me cortejaban, querían enamorarme y me ansiaban pero que yo estaba perdidamente enamorada de otro tipo que, sin embargo, era indiferente conmigo aunque yo lo soñaba, lo ansiaba y lo deseaba con locura por lo que mi vida era una gran tormenta. Rosemary sonrío largo. -Me recuerdas mucho a mí, Andrea, yo también tenía muchas dudas en cuanto a los hombres y sentía que varios chicos me perseguían y querían mi amor-, me dijo, mientras tomábamos un lonche en la terraza de su casa. Su hija nos había servido café y ella misma preparó pastelillos. Le salieron deliciosos, incluso me chupé los dedos, je. -Al final opté por el papá de Betty y creo que no me equivoqué porque fue un hombre maravilloso-, me dijo Rosemary. Pese al inmenso dolor y el trauma que le había afectado viendo morir a su esposo, sin embargo la noté tranqu
En la clínica encontré esa noche dos novedades: las medicinas prohibidas y que se expendían bajo recetas seguían desapareciendo de los depósitos de farmacia y que que Hughes había empujado de mala manera a uno de los enfermeros, furioso y convertido, nuevamente, en un energúmeno. ¡¡¡Rayos!!! me molesté. Frederick tenía muchos altibajos y eso me preocupaba. A veces estaba bien y en otras se tornaba nuevamente muy explosivo. Cuando se suponía iba en franca mejoría tenía esos exabruptos que alarmaba a todos. Al doctor Karlson lo encontré muy misterioso, saliendo del depósito de farmacia con la cara de asustada, llevando una caja entre las manos mirando a todos lados, como si algún fantasma lo estuviera persiguiendo. Me pareció sospechoso. Apenas me vio, me abordó en forma precipitada y me dijo de que la reacción de Hughes había sido muy virulenta, que estalló de repente y empujó al enfermero cuando quiso arreglar su cuarto. -Creo que no quería que vieran sus dibujos, pero el enfe
Tenía turno de madrugada, como les conté. Cerca de las tres, decidí tomar un café en mi consultorio, así es que me serví de la máquina expendedora y al cruzar por gerencia escuché un leve sollozo. Me extrañó. Provenía del despacho de Brown. -¿Quién es el que está tan tarde en la clínica?-, arrugué mi naricita. Pensé que a lo mejor era Karlson traficando con más medicinas o que quizás Davids había osado infiltrarse nuevamente en farmacia, así es que picada por la curiosidad entré y ¡plop! encontré llorando a Jacqueline Howard, la secretaria de Brown. Tenía sus ojos duchados en lágrimas. -Lo siento que entre así, ¿te puedo ayudar?-, le pregunté a ella desconcertada mirándola, incluso, con la boca abierta, tratando de adivinar sus emociones. Jacqueline era muy distante, no hablaba mucho con las doctoras ni las enfermeras, menos conmigo, y se abocaba a hacer su trabajo. Yo había hablado muy poco con ella. Ella no me contestó, apagó su laptop y empezó a guardar sus cosas. -Tenía tra
Leonela estaba preciosa y más encantadora que nunca. -Te apuesto de que estás enamorada-, le dije, mientras ponía las tazas, la mortadela y hervía el agua para el café con leche que íbamos a tomar y disfrutar. -Ay, estoy saliendo con un chico guapo, pero no sé, lo veo muy tímido, demasiado introvertido, hasta apático-, me dijo ella acomodando sus largotes pelos caoba que le llegaban hasta más abajo de la espalda. -Entonces tienes que dar tú el primer paso, estamos en épocas en que las mujeres somos de armas tomar-, me reí. -Nooo, yo sigo las tradiciones-, estalló ella en risas. Me contó que Ferdinand, mi ex novio, estaba demasiado violento, que incluso había tenido serios problemas con la justicia. -Golpeó a un muchacho porque le dijo que tenía una nariz muy fea-, me reveló parpadeando Leonela. -Es un tipo soez, tirano, déspota, maleducado, yo no sé por qué me enamoré de él-, reconocí sirviendo el agua, la leche y el café. El humo se alzaba como grandes balotas de las
Marcus, ésta vez, besó mi mejilla, muy galante, lo que me estremeció mucho. Me recibió en el hall de su casa. Marcia, como bien imaginan, hacía chirriar sus dientes, viendo las atenciones que me prodigaba su jefe. -Qué hermosa está hoy, doctora-, me dijo él dándome el brazo para que lo tomara. Me hizo sentir una princesa, tanto que reí encantada. Yo me había puesto un vestido corto verde y no tenía pantimedias porque hacía calor. -No hay mejor terapia que contemplar sus lindos ojos celeste-, me insistió Marcus mientras íbamos a la estancia donde hacíamos las terapias. -¿Está tu mamá?-, me interesé. -No, tuvo que salir a hacer unos trámites, se llevó el auto, en otros tiempos yo la hubiera llevado en la calesa-, me dijo él sonriendo. Le pidió a Marcia que nadie nos moleste. Marcus estaba muy interesado en mí. Lo leí en sus ojos. -¿De dónde es usted doctora?-, me preguntó jalando un sillón para que me sentara, tomó incluso mi mano para que me arremolinara sobre los cojine