Alan estaba en la oficina revisando los contratos de los nuevos inversionistas cuando Mark irrumpió sin previo aviso.—Vaya, tú no pierdes el tiempo —dijo Mark, cruzando los brazos—. Te sientas aquí, apoderándote de la oficina de Erik, cuando todos sabemos que solo eres un empleaducho de cuarta.—Pues por lo menos yo tengo un cargo importante aquí, pero tú, solo eres uno más del montón que está en la empresa por la caridad del señor Charles que quiere enseñarte a ser un verdadero hombre, aunque todos sabemos que está perdiendo su tiempo —respondió Alan, con una sonrisa burlona.—Cuida tus palabras, imbécil, porque aunque no te guste, soy uno de los dueños de la compañía —replicó Mark, acercándose a la mesa con hostilidad.Alan se rió irónicamente, sin inmutarse.—Eso solo en tus sueños, Mark. Aquí todos sabemos que el único dueño es y seguirá siendo Erik, el hijo legítimo del señor Davis. Tú solo eres un lastre, ocasionado por el matrimonio de Veronica con tu padrastro.Mark, furioso,
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