Alan estaba en la oficina revisando los contratos de los nuevos inversionistas cuando Mark irrumpió sin previo aviso.—Vaya, tú no pierdes el tiempo —dijo Mark, cruzando los brazos—. Te sientas aquí, apoderándote de la oficina de Erik, cuando todos sabemos que solo eres un empleaducho de cuarta.—Pues por lo menos yo tengo un cargo importante aquí, pero tú, solo eres uno más del montón que está en la empresa por la caridad del señor Charles que quiere enseñarte a ser un verdadero hombre, aunque todos sabemos que está perdiendo su tiempo —respondió Alan, con una sonrisa burlona.—Cuida tus palabras, imbécil, porque aunque no te guste, soy uno de los dueños de la compañía —replicó Mark, acercándose a la mesa con hostilidad.Alan se rió irónicamente, sin inmutarse.—Eso solo en tus sueños, Mark. Aquí todos sabemos que el único dueño es y seguirá siendo Erik, el hijo legítimo del señor Davis. Tú solo eres un lastre, ocasionado por el matrimonio de Veronica con tu padrastro.Mark, furioso,
Los días transcurrieron y la tía Rose se recuperaba satisfactoriamente tras el accidente, Erik y Kristen, aunque más cercanos tras la confesión de Erik, mantenían ciertas reservas.Una mañana, mientras desayunaban, Kristen recibió la noticia que tanto esperaba: su tía Rose había despertado. Sin pensarlo dos veces, dejó todo y fue al hospital lo más rápido que pudo.Al entrar, el corazón de Kristen dio un vuelco. La mujer que había sido su refugio durante años estaba despierta, mirándola con una cálida sonrisa.—¡Tía Rose! —exclamó Kristen, corriendo a su lado y abrazándola con cuidado.—Hija, qué alegría verte —respondió Rose con voz aún débil pero llena de amor—. Ha pasado tanto tiempo. Por lo menos, este accidente sirvió para que volvieras a casa.Kristen bajó la mirada, con lágrimas contenidas.—Querida tía, siento tanto haberlos dejado solos por todo este tiempo… No sabes el miedo que tuve de perderte.—Shhh, mi niña. —Rose acarició su rostro con ternura—. Estoy aquí, y nunca te d
La tormenta emocional que los envolvía parecía no dar tregua. Después de aquella discusión con Kristen, Erik salió de la casa con un torbellino en el pecho. No soportaba la idea de que, aunque ella lo negara, todavia pudiera tener sentimientos por Mark. Esa sombra del pasado que los acechaba a ambos era un constante recordatorio de lo frágil que era su relación. Erik se sentía culpable por haberle mencionado lo del contrato, pero en ese momento la furia había sido más fuerte que su razón.Kristen, por su parte, permanecia en la sala, abrazada por el silencio. Cada segundo que pasaba sin que Erik regresara era como un clavo que perforaba su corazón. Sabía que Ana y Mark seguían interfiriendo en su vida, y lo peor era que ella misma permitía que esas heridas del pasado afectaran su presente. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando encontrar una respuesta a todo lo que estaba sintiendo.De repente, el sonido de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos.Erik entró sin siquiera
Alan revisaba unos documentos importantes en la oficina principal, intentando mantener todo en orden durante la ausencia de Erik. Aunque no lo diría en voz alta, manejar la empresa de los Davis le estaba costando más de lo que había imaginado. Era un reto mantener el equilibrio en un lugar donde cada movimiento podía tener consecuencias importantes.De repente, la puerta se abrió de golpe, revelando a Charles Davis, imponente como siempre, con una expresión que no dejaba espacio para dudas: estaba furioso.—¿Dónde está Erik? —preguntó con un tono severo, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.Alan se levantó de inmediato, nervioso pero tratando de mantener la compostura.—Se tomó unos días, señor. Al parecer tenía problemas personales que resolver.Charles frunció el ceño, caminando hacia el escritorio de Alan.—¿Problemas personales? Eso me suena a estúpidos pretextos. —Se detuvo, apoyando ambas manos en el escritorio y acercándose lo suficiente para intimidarlo—. Seguro e
Kristen miró su reflejo en el espejo por tercera vez, alisándose el cabello nerviosamente. Su rostro mostraba tensión y preocupación, algo que Alison, sentada en el sofá, no pasó por alto.—No puedo creer que esté tan nerviosa por esto —dijo Kristen, girándose hacia su amiga—. ¿Qué tal si todo sale mal? El papá de Erik no me quiere. No soporta la idea de que su hijo esté conmigo, y para colmo estarán Mark y Veronica. No quiero que esto termine siendo un enfrentamiento.Alison cruzó las piernas y se encogió de hombros con despreocupación.—Kristen, relájate. La clave aquí es confiar en ti misma. Sé quién eres y actúa con seguridad. Esos dos, Mark y Veronica, no tienen ningún poder sobre ti. Además, estoy segura de que vas a cautivar al señor Davis, solo tienes que ser tú misma.Kristen suspiró profundamente y se dejó caer al borde de la cama.—Tal vez tengas razón, pero… necesito un vestido. Uno que no solo sea apropiado, sino que me haga sentir segura. ¿Me acompañas a elegirlo?—Por s
Charles Davis estaba sentado en el salón principal cuando Erik y Kristen llegaron. Su expresión malhumorada no dejó lugar a dudas: estaba molesto. Observó a la joven de arriba abajo, claramente juzgándola como alguien inferior.—Bienvenidos —dijo con frialdad mientras se ponía de pie—. Acompáñenme al despacho.Erik, consciente de la tensión, se inclinó hacia Kristen y murmuró:—Mantente tranquila. Yo me encargo.Antes de que Charles se adelantara, Erik le advirtió en voz baja:—No voy a tolerar ninguna falta de respeto hacia Kristen.Charles se detuvo un momento, con una ceja alzada.—En mi casa, hijo, tú no me adviertes absolutamente nada.Erik apretó los labios, pero no dijo nada más. Kristen le tomó la mano para calmarlo, y los tres caminaron hacia el despacho.Una vez allí, Charles cerró la puerta con un movimiento decidido y se giró hacia ellos.—Y bien —comenzó, cruzándose de brazos—, ¿qué pretenden con este matrimonio? ¿Creen que la gente no se dará cuenta de que es una farsa?
La tensión en la casa de los Davis era palpable, y como si el ambiente no fuera ya lo suficientemente denso, el sonido del timbre resonó en el aire. Charles, con su habitual porte impecable, fue quien se levantó para recibir al recién llegado.—Buenas noches, señor Davis —saludó un hombre de cabello oscuro y mirada intensa al cruzar el umbral—.Charles inclinó ligeramente la cabeza.—Mire nada más a quién tenemos aquí —dijo Charles con una sonrisa medida—. Nada más y nada menos que el heredero del emporio de los Black.El recién llegado, Zayn Black, respondió con una inclinación cortés.—Nada comparable con la tradición y el estatus de los Davis, pero agradezco mucho sus elogios.Los presentes se quedaron expectantes. La llegada de Zayn era, sin duda, un evento que pocos esperaban. Mark, siempre oportuno para hacerse notar, no perdió la oportunidad de tomar la palabra.—¡Zayn! —exclamó con una familiaridad forzada mientras le extendía la mano—. Qué gusto verte por aquí, amigo.Zayn le
La velada familiar había sido intensa, cargada de tensiones, miradas inquisitivas y un sinfín de emociones que parecían sobrevolar cada rincón del salón. Pero ahora, en el trayecto de regreso a casa, Erik y Kristen se encontraron en un mundo aparte, uno donde las palabras sobraban, y las miradas cómplices decían todo lo que sus corazones sentían.—Fuiste la revelación de la noche, princesa —dijo Erik, con una sonrisa que reflejaba su orgullo y admiración—. Vi cómo no te quitaban los ojos de encima, y eso hizo que me pusiera muy celoso.—Ay, por Dios, Erik, no seas tan exagerado —respondió Kristen, soltando una pequeña risa, mientras apartaba la mirada hacia la ventanilla—. Sólo porque gané una partida de ajedrez.—No tienes que ser tan modesta, cariño —continuó él, con la misma calidez—. Eres una mujer excepcional en todos los sentidos. Hasta el testarudo de mi padre, que tenía tantos absurdos prejuicios en tu contra, estaba completamente anonadado contigo.—Bueno, al menos mis habili