NUEVA YORK. AEROPUERTO. Allí está, esperándome con su sonrisa tan provocadora y su porte siempre tan distinguido, es bello, no le puedo pedir a mi cerebro que lo olvide cuando mi corazón ordena otra cosa, al verme me extiende los brazos y me espera dentro de ellos, de esa forma me recibía cada vez en cada uno de nuestros encuentros, yo corría y me introducía en ese cuerpo y en esos brazos que me esperaban para cubrirme y me apretaba fuerte muy fuerte, a veces sentía que me faltaba el aire, pero no me importaba, sólo quería estar allí escuchando esos latidos. En esta ocasión no corrí, pero si me refugié en sus brazos, me abraza y así nos quedamos por un buen rato, envolviéndome en su aroma, sintiendo el calor de su pecho, escuchando su respiración sofocada. Me levanta el rostro con su mano, me mira fijamente, me detuve en su mirada, luego sus labios bajan a mis mejillas, dándome ligeros besos en cada una de ellas, sentí la humedad de sus labios, mientras su corazón
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