BUENOS AIRES: CASA DE LOS FERNÁNDEZ. —Hija puedo pasar. —Sí mamá, pasa. —Bebé, anoche no viniste a dormir, ¿qué te pasó? me pareció extraño ya que saliste a cenar con el licenciado. —Me quedé con Máximo. —¿Con Máximo?, no sabía que estaba aquí en Buenos Aires. —Llegó anoche, se presentó en el restaurante. —¿Cómo se enteró que estabas cenando con el licenciado? —No lo sé, el caso fue que se molestó porque él me había pedido que no saliera con el doctor, dice que Alcántara tiene intenciones de enamorarme. —Pero por lo que veo se perdonaron, ya que te quedaste con él. —Así es, yo no puedo estar molesta con él y por supuesto a él también le pasa lo mismo conmigo. —Eso es evidente, no puede estar lejos de ti, pero hija las cosas se complican cada vez más. Fernández está vuelto una fiera, se enteró que la persona que anda detrás de todo esto es Máximo, lo acusa de ser el culpable de que Mateo esté preso, imagínate cuando se ente
Isabella no deja de llorar en toda la vía hacia el hotel, la abrazo, ella coloca su cabeza sobre mi hombro y allí se queda mientras sus lágrimas corren por todo su rostro. El chófer del taxi de vez en cuando nos mira por el espejo retrovisor, nadie habla, todos vamos en silencio. Llegamos al hotel, entramos a la habitación, la llevo a la cama, luego voy al baño, lleno la bañera, le agrego unas esencias aromáticas, según la muchacha que me las vendió son buenas para relajarse. Regreso a la cama, Isabella está en la misma posición donde la dejé, me da dolor verla así tan frágil, la levanto un poco y comienzo a desvestirla, luego la cargo y la introduzco en la bañera, yo ya me he quitado parte de mi ropa, me la retiro toda y me meto en la bañera con ella, tomo una esponja y suavemente para no lastimarla la paso por sus hombros, su espalda, sus brazos, ella se mantiene callada, inmóvil, luego de esos ligeros masajes con la esponja nos quedamos quietos por un buen rato, sie
BAR DE TOMÁS. —Todo comenzó el día que me presentaron a Antonella, es lo que llaman amor a primera vista, me enamoré desde el primer día que la vi, ella me dice que con ella no ocurrió lo mismo, yo le caí mal, para ese entonces mi familia no tenía dinero, mi papá era un hombre asalariado y con su poco sueldo mantenía la familia, yo tenía un amigo cuyos padres tenían mucho dinero, siempre andábamos juntos, él me llevaba a los lugares donde se movía la gente de dinero, por eso conocí a Antonella. La vi y de inmediato me enamoré, se lo dije a mi amigo y él busco la manera de unirnos, llevándome a los lugares que ella frecuentaba. Así, empecé a tratarla y no pasó mucho tiempo cuando ya estábamos de novios, pero tuvimos que mantener nuestra relación en secreto, por sus padres. —Vaya su historia es muy parecida a la mía con Isabella, con la diferencia que nosotros nos enamoramos de inmediato, pero también mantuvimos esa relación en secreto, aunque no tardaron mucho
CASA DE LOS FERNÁNDEZ. —Mamá, ¿puedo pasar? —Pasa hija. —Mami, ¿podemos hablar? —Claro, ven siéntate a mi lado. De inmediato tocan la puerta. —Es Martina, le dije que nos trajera dos tazas de té. —Pasa Martina. —Señorita, acá tiene lo que me pidió, también les serví unas galletitas para que las prueben están muy buenas y recién horneadas. —Gracias Martina, te puedes retirar. —Mami, quiero pedirte perdón, la noticia hizo que yo perdiera la razón, dije cosas que no debía, te culpé de cosas de las cuales ahora me arrepiento. —No te disculpes, aquí la única culpable soy yo, pero ya basta, no pienso seguir victimizándome por cosas que yo permití, ya tengo que dejar el pasado atrás y avanzar, tenemos un mundo por delante, vamos a seguir siempre hacia adelante, a tratar de resolver lo que podamos, lo que está roto así se queda, si lo pegamos nunca va a quedar igual al original, lo que tengo que hacer es no continuar permitiendo atr
BUENOS AIRES. —Isabella, ¿vas a salir? —Sí mami, quiero despejarme, son muchas las cosas que tengo en mi cabeza, necesito aire fresco, necesito pensar. —¿Para dónde vas? —No sé. —¿Quieres que te acompañe? —No mami, quiero estar sola. —Está bien, yo te entiendo, pero ten cuidado, por favor si decides quedarte en algún lugar, llámame para no preocuparme, ya sé que no eres una niña y que ya te acostumbraste a vivir sola, pero para una madre los hijos siempre serán sus bebés. —No te preocupes mami, ahora que soy madre te entiendo perfectamente, yo te llamo. Tomo las llaves de uno de los autos de la cochera y me voy, a dónde no sé, sólo quiero salir de esa casa, no quiero ver a mi papá, mucho menos escuchar sus gritos y sus amenazas. Acelero el auto y corro sin saber ni destino, después de más de una hora de carretera llego hasta una playa, muy cerca está un pueblo pesquero, estaciono mi auto y allí me quedo sentada en el capó del aut
—Buenos días Matías, buenos días Camila. —Buenos días, se levantaron muy temprano. —Tenemos que irnos, nos esperan muchas cosas por hacer en la capital. —No pueden irse sin desayunar, ya Camila preparó el desayuno. —No se hubiesen molestado, nosotros desayunamos en la vía. —No señor, un desayuno como este, no lo van a encontrar, así que no hay excusas vamos a desayunar. A pesar de su juventud, estos muchachos tienen muy bien arraigados los valores y principios de una familia, de una hermandad, no son adinerados, pero lo que tienen lo comparten sin mezquindades, que gran lección para los que siempre han vivido en la abundancia y viven llenos de ambición, de egoísmo, de envidia, les cuesta compartir, todo lo contrario mientras más tienen más quieren tener. En ese desayuno reinó la alegría, la sinceridad, las ganas de vivir. —Matias quiero que grabes mi número, cuando necesites de mí, cualquier cosa, sólo tienes que llamarme. —Gracias señ
BUENOS AIRES: HOTEL. —Hola Máximo. —Señor Tomás, ¿cómo está? —No estoy muy bien, ¿tú estás ocupado?, espero no ser inoportuno. —No, de ninguna manera, no lo es. —Entonces voy al grano, antes de hacerte esta llamada, hablé un rato con Antonella, está muy preocupada por Isabella. —¿Por qué? ¿Qué le pasa a Isabella? —Tiene horas encerrada en su habitación, no quiere hablar con nadie, tampoco quiere comer, no sabemos qué pasó entre ustedes, por la reacción de Isabella pensamos que es algo grave, por eso te llamo, ¿me puedes explicar qué pasó? —Sí, para mí fue muy grave, el hecho que te oculten un hijo por más de cinco años, eso es muy grave. —¡Ah! Ya entiendo, te enteraste de Max. —¿Max? ¿Así se llama mi hijo? Por lo visto todos lo sabían menos yo. —Yo me enteré hace poco, el mismo día que supe que tenía una hija, tú esperaste cinco años para saber que tenías un hijo y yo tuve que esperar veinticinco años para conocer a mi hija.
CASA DE LOS FERNÁNDEZ. Fernández se puso pálido, jamás se imaginó que yo reuniera el valor para confesarle a mi hija quien era su verdadero padre. Volteó a mirarme, sus ojos despedían chispas de odio, cerró sus puños; eso me hizo recordar una noche, hace más de veinte años atrás, era una noche lluviosa, yo estaba en mi habitación leyendo un libro cuando siento un golpe como de un puntapié, la puerta se abre de forma violenta y entra Fernández, estaba tomado, su aliento a alcohol invadió la habitación, me miró con la misma mirada de odio, de rabia que estoy viendo en estos momentos. Fué directamente a la cama, tomó el libro que estaba leyendo y lo lanzó por los aires, lo hizo con tanta furia que el libro golpeó un jarrón con flores que estaba sobre una mesa de noche, del impacto el jarrón cayó al suelo despedazandose en varios pedazos, las flores se desparramaron por todo el piso. Ese fue el día que se enteró que Tomás había regresado a Argentina, con una vo