NUEVA YORK. AEROPUERTO. Allí está, esperándome con su sonrisa tan provocadora y su porte siempre tan distinguido, es bello, no le puedo pedir a mi cerebro que lo olvide cuando mi corazón ordena otra cosa, al verme me extiende los brazos y me espera dentro de ellos, de esa forma me recibía cada vez en cada uno de nuestros encuentros, yo corría y me introducía en ese cuerpo y en esos brazos que me esperaban para cubrirme y me apretaba fuerte muy fuerte, a veces sentía que me faltaba el aire, pero no me importaba, sólo quería estar allí escuchando esos latidos. En esta ocasión no corrí, pero si me refugié en sus brazos, me abraza y así nos quedamos por un buen rato, envolviéndome en su aroma, sintiendo el calor de su pecho, escuchando su respiración sofocada. Me levanta el rostro con su mano, me mira fijamente, me detuve en su mirada, luego sus labios bajan a mis mejillas, dándome ligeros besos en cada una de ellas, sentí la humedad de sus labios, mientras su corazón
NUEVA YORK: Los días han transcurrido muy rápido, me parece como un sueño, Máximo dejó a un lado su habitación y se quedó en la mía, cada día sumaba un motivo para amarnos más, parecíamos insaciables siempre sedientos de caricias, de amor. Había días que pasaba horas con Valentina, ayudándola con los últimos detalles de la boda, sobre todo sus cosas personales, luego al final del día cuando nos encontrábamos nos volvíamos locos como queriendo resarcir todos las horas perdidas sin amarnos. Todo parece un sueño, un sueño del que tengo que despertar cuando le revele mi secreto, eso lo sé, por eso cuando estoy con él quiero alargar los segundos, los minutos, las horas, recuerdo nuestra despedida en la cabaña y no quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero volver a romperle el corazón. Aquí estoy frente a él, mirando sus ojos cerrados, no me canso de mirarlo cuando duerme, Dios cuánto lo amo, siento que mis lágrimas corren por mis mejillas, el solo mirarlo a m
NUEVA YORK. —Amor, ¿dónde estás? —Acá, estoy en el balcón. Se acerca donde estoy y me abraza cubriendo mis hombros con una manta. —Amor, no debiste salir al balcón tan temprano, está haciendo mucho frío. ¿Por qué te levantaste tan temprano? —No tenía sueño, quería sentir el frío de Nueva York. —¿Dormiste bien? ¿Qué fue eso que te quitó el sueño? No puedo decirle, que no pude dormir porque estoy preocupada, no sé cómo decirle lo de su hijo, he estado toda la noche dándole vueltas a la cabeza para ver como empiezo la conversación, tengo que buscar las palabras más adecuadas, las que no vayan a lastimarlo y la verdad no las encuentro. —Amor, ven regresemos a la cama, ¿tienes hambre?, ¿quieres que pida el servicio del desayuno aquí en la habitación o prefieres salir? Yo prefirió quedarme aquí, pero si tú quieres salir lo hacemos. —Mejor nos quedamos, pero todavía no tengo hambre, después pedimos el desayuno. —Entonces regres
BUENOS AIRES. —Papá tienes que sacarme de aquí. —Estoy haciendo todo lo posible, por tu culpa, por tu ineptitud la empresa va a perder una gran cantidad de dinero. Te lo dije Mateo, te dije que fueras precavido, te volviste loco con tanto dinero, no pensaste en las consecuencias. —Papá no vengas ahora a echarme en cara todas las pérdidas de la empresa, si yo fui quien la colocó en la cúspide, por mí se ganó el lugar de una de las empresas más sólidas del país. —Y de que te vale eso, mira dónde estás, te aseguro que este golpe nos va a salir bien caro y después de esto muchos nos van a dar la espalda. —No entiendo qué pasó, ¿dónde estuvo el error? —Todavía lo preguntas, te confiaste, te vendieron, los que trabajaron contigo te vendieron. —Seguro y había infiltrados. —Por supuesto que los había, por ahora no podemos hacer nada, vas a tener que permanecer aquí, hasta que todo se resuelva. —¿Cuánto tiempo? —No sé, de ahora en ad
BUENOS AIRES. —Buenas tardes señora Antonella. —Buenas tardes Licenciado Alcántara, ella es mi hija Isabella. —Señorita Isabella, encantado de conocerla. El licenciado me toma la mano y se la lleva a sus labios, esto lo hace sin dejar de mirarme. Nunca me imaginé que fuese un hombre tan joven, a lo sumo debe tener unos treinta años, para la cantidad de títulos que posee se diría que ha pasado toda su vida estudiando, además de inteligente es hermoso, es un moreno con una mirada seductora y una sonrisa perfecta. —Por favor tomen asiento, desean té o un mate. —Yo prefiero un mate. —Igual para mí, un mate. Llamó a su secretaria y de inmediato llegó con la bebida. —Licenciado, perdón ya sé que tiene un doctorado, pero me acostumbré a decirle licenciado. —No se preocupe por eso, dígame cómo usted lo desee. —Bueno Licenciado, ya le dije por teléfono las razones por las cuales traje a mi hija a su oficina, quiero que sea usted
BUENOS AIRES. —Tengo varias llamadas de Máximo, ¿será que le respondo? La verdad que él en parte tenía razón cuando me dijo que mi hermano estaba metido en negocios sucios, aún no se ha comprobado nada, pero todo lo implica, entiendo que él debió molestarse mucho cuando se enteró que por culpa de los negocios de mi hermano su papá quebró y varios empresarios también, pero eso no le quita que me haya mentido, nosotros nos hemos intimidados en varias ocasiones, por qué no se sinceró conmigo y me dijo lo que estaba pasando, quizás si me lo hubiese dicho, nos hubiésemos evitado todo esto. ¿Por qué lo hizo a escondidas?, eso me indica que lo hizo sólo para vengarse de mí. Máximo no se va a cansar de llamar, le voy a responder, estoy molesta, pero necesito oír su voz. —Aló. —Amor gracias a Dios que me respondes, ¿cómo estás? —Yo estoy perfecta. —Amor discúlpame, entiendo tu molestia, sé que debí confesarte que era yo quien estaba detrás de todas
ARGENTINA (BUENOS AIRES) CASA DE LOS FERNÁNDEZ. Estoy en mi habitación comiéndome las uñas, cuando escucho que tocan mi puerta. —Adelante. —Buenos días señorita Isabella, su papá quiere hablar con usted, la está esperando en su oficina. —Buenos días Martina, dile que ya voy. Qué será lo que quiere hablar mi papá, bueno Isabella, vamos a ver lo que quiere el señor. —Buenos días papá. —Pasa y cierra la puerta coloca el seguro, no quiero interrupciones. Ya mis piernas comienzan a desestabilizarse, mi corazón palpita un poco más aprisa, algo me dice que lo que viene no es bueno. De inmediato saca algo de la gaveta del escritorio y me lo lanza en mis piernas. —¿Me puedes explicar qué significa esto? No lo puedo creer frente a mí está una prueba de embarazo. —¿Creías que no me iba a enterar? Acaso no sabes que en está casa nada está oculto para mí. Delante de mí está la prueba que me había hecho la tarde anterior,
PLAZA DE BUENOS AIRES. —Amigo, qué haces aquí, te he estado llamando y no respondes tu teléfono. —¿Cómo supiste que estaba aquí? —Recordé que cuando éramos niños y tú papá discutía contigo, o presentabas problemas en el colegio, de inmediato te venías para acá. Acá te pasabas horas sin hablar, después te levantabas sacudías tu mochila y te ibas y yo detrás de ti. Como siempre mi amigo Julián se sienta a mi lado y allí se queda sin decir una palabra, me conoce y sabe que en estos momentos no quiero hablar. No sé cuánto tiempo estuvimos callados, soy yo, como siempre, quien rompe el silencio. —Isabella se va del país, hoy se despidió de mí. Julián no dijo nada, solo se limitó a escucharme. —Me dijo con su cara muy fresca que no me ama, yo para ella sólo fui un juguete, el muñeco que la muchachita rica se le antojó para distraerse un rato, ya se fastidió de él y ahora lo desecha. Se va para Francia, según ella a estudiar, pero no