—No, señorita, no es eso —respondió el mayordomo, apurándose a explicar—. Es que quiero contarle que su tío llegó hoy totalmente descolocado. Fue directo hacia Leila y le dijo que debían olvidarse de la herencia de su abuela y abandonar la mansión de inmediato.Cloe abrió los ojos, sorprendida, pero no dijo nada, dejando que el hombre continuara con la noticia.—Leila se puso histérica, gritaba que no lo haría, pero su tío... —el hombre se detuvo un momento, casi deleitándose con lo que estaba por decir—... le dijo que su esposo es un empresario con tanto poder que, si seguían adelante, los hundiría sin piedad. Según entendí, su esposo los amenazó y, al parecer, decidieron desistir de todo. ¡Fue un espectáculo digno de ver!Cloe escuchaba en silencio, y a medida que las palabras penetraban en su mente, una sonrisa se dibujaba en sus labios, amplia y satisfecha, iluminándole el rostro con un toque de triunfo.—No puedo creerlo... —murmuró, disfrutando del regocijo que le provocaba ima
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