SEMANAS DESPUÉSZAYEDDesde mi posición, la observo. Clara está en el jardín, enfocada en su sesión de fisioterapia. Sus movimientos son lentos, precisos, casi calculados, pero se percibe su frustración en los pequeños gestos: un fruncir de ceño, un suspiro contenido. Es testaruda, lo suficiente como para no conformarse con menos de lo que consideraperfecto. Esa determinación me fascina y me irrita en igual medida. Pero la amo, profundamente.Hoy lleva un vestido corto, demasiado corto para mi gusto, de tiras finas y con una gola en la parte baja. Su pequeño vientre apenas se distingue, pero a mí me basta para recordarme lo frágiles que son ella y nuestro hijo. Mi mirada vuelve a posarse en los hombres que rondan la casa. No importa cuántas veces les haya dejado claro queevitaran mirarla, no puedo controlar sus ojos ni sus pensamientos. Ese vestido atrae miradas, y el simple hecho de saberlo me enerva.Volver a Dubái fue un reto monumental. Clara se negó rotundamente al principio. N
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