CLARAEl sonido del tráfico y el bullicio de voces me envuelven en una bruma de confusión. Mi cuerpo tiembla mientras mis dedos apenas logran sujetar el teléfono. Con el poco aliento que me queda, tecleo torpemente una única palabra:"Ayuda."Es lo único que consigo enviar antes de que el dispositivo se me resbale de las manos, cayendo al suelo con un golpe seco. Lágrimas calientes recorren mis mejillas, mezclándose con el sudor frío que cubre mi piel. Mi pecho arde, no solo por la herida, sino por el dolor desgarrador que me asfixia. Zayed… El pensamiento de su rostro me atormenta. No sé dónde está, no sé qué le harán, y esa incertidumbre me consume.–Tranquilícese –me dice un paramédico con voz firme pero amable–. Todo va a estar bien. Solo siga mi voz, ¿me oye? Manténgase despierta.Siento cómo presiona la herida en mi pecho, arrancándome un gemido involuntario. Cada movimiento es un recordatorio del daño que me han hecho, pero no puedo permitir que el dolor físico me venza. Él col
ZAYEDEl sabor metálico en mi boca me revuelve el estómago, la herida en mi pecho no deja de sangrar y apenas consigo mantenerme despierto. La imagen de Clara tirada en el pavimento, como un cadáver, tiene mi corazón en agonía. No sé qué sucedió con ella y mi hijo. Mi alma está destrozada y me es difícil mantener la compostura. Necesito verla, saber que están bien, estar con ella. Necesita de mí. No sé cómo, pero tengo que encontrarla, a ella y a mi bebé. No puedo dejarlos atrás.Estoy atado a una viga en el techo. Mi cuerpo no responde, pero sigo despierto. A mi lado, otro hombre, un socio de Dubái, se encuentra en la misma situación. Reconozco su rostro demacrado, y aunque está apenas consciente, lo sé: al igual que yo, está a punto de morir. La sangre cubre mi piel, empapando mi ropa y el suelo bajo mis pies. Intento liberarme con lo poco que me queda de fuerzas, pero mis manos no obedecen. La pérdida de sangre es tan grande que mi vista se nubla constantemente. La desesperación me
YUSUF Y NADIADÍAS DESPUÉSCLARASus pequeños y frágiles cuerpos duermen tranquilamente en las urnas transparentes que les brindan el calor que necesitan. Son tan diminutos, tan vulnerables, con sus pieles todavía rosadas y delgadas como papel. Los observo respirar con dificultad, sus pechos subiendo y bajando lentamente, sin percatarse del caos que se desata a su alrededor. Ignoran que nuestra familia se está desmoronando y que el mundo se nos vino encima y pretende tragarnos de un solo bocado.Cada movimiento me duele, la herida en mi vientre late con fuerza, recordandome lo fragil que estoy físicamente. Pero el dolor físico es como una brisa comparado con el tormento que me consume el alma. No me he movido de aquí ni un solo segundo desde que los colocaron en estas incubadoras. Yusuf y Nadia me necesitan. Todavía no he podido cargarlos en mis brazos, todavía no he sentido el calor de sus cuerpos contra el mío.Continuan alimentandolos con jeringas, con la leche que he podido extra
4 MESES DESPUÉSCLARALa vida transcurre como una película que se repite una y otra vez. Como mujer, morí el día que encontraron el cuerpo de Zayed. Como madre, sigo luchando por mis hijos, día tras día. La rutina me consume, pero no me permite escapar. Cada mañana me despierto con la sensación de que todo sigue igual, pero al mismo tiempo, todo ha cambiado.El cuerpo de Zayed fue encontrado semanas después de que la policía hallara sus prendas y su sangre, casi sin esperanza. Estaba en un banco de arena, oculto entre las corrientes del Hudson, cerca de Breakneck Ridge. La niebla matinal todavía se aferraba al agua cuando un pescador lo vio flotando, atrapado entre ramas arrastradas por la corriente. La imagen me persigue en la mente, aunque mis ojos no hayan tenido que ver los detalles, pues la policía nos negó la posibilidad de verlo por el avanzado estado de descomposición. Me dijeron que las características coincidían con las de Zayed, aunque el ADN no fue concluyente debido al es
KARIM.Dos meses. Dos meses desde que Zayed se desvaneció de nuestras vidas. El tiempo ha seguido su curso, pero yo sigo estancado, como si la mitad de mí hubiera quedado atrás, atrapada en la última vez que lo vi.Zayed no solo era mi jefe, también mi amigo, y como un hermano. Crecimos juntos, compartimos secretos, victorias y derrotas, cosas que solo pueden vivir los verdaderos hermanos. Nuestros lazos se forjaron en años de complicidad, de enfrentamientos, de apuestas y de risas, siempre con la promesa de que nada nos separaría. Aun cuando él era el líder, el gran hombre que todos temían, había un espacio en su vida donde compartía su humanidad, su vulnerabilidad. Esa parte de él la conocía yo, nadie más.Maldije mi suerte. Me culpé por no haber estado con ellos ese día, por haberlos convertido en un blanco fácil. Quizás si hubiera estado allí, quizás si hubiese estado más cerca, podría haber hecho algo, algo que hubiera cambiado el curso de los eventos. Pero los "si hubiera" no so
MESES ANTESZAYEDEl frío me cala hasta los huesos, un frío que no solo se siente en la piel, sino que se instala en el alma. Estoy siendo arrastrado por alguien, pero mi cuerpo apenas responde. Es como si todo el peso del mundo hubiera caído sobre mí, y lo único que logro hacer es dejarme llevar por la gravedad. Las piedras del suelo se clavan en mi espalda, cortando la carne de mi piel ya laserada. Cada respiración es un esfuerzo monumental; mis pulmones se niegan a cooperar, y el aire entra con dificultad, como si me estuviera ahogando con cada intento.Quiero mantener los ojos abiertos, pero es inútil. La oscuridad me envuelve, aunque a momentos el mundo parpadea ante mí, entre imágenes borrosas y sonidos lejanos. Ramas crujen bajo los pies del hombre que me lleva, y el olor a tierra húmeda llena mis fosas nasales. Mi pecho arde, un dolor punzante que se intensifica con cada sacudida. No sé cuánto tiempo pasa, pero la sensación de ser lanzado al suelo me arranca un gemido que apen
Clara Fontaine siempre había sido una mujer decidida. Con una altura que alcanzaba los 1.70 metros, su figura esbelta y tonificada reflejaba su compromiso con un estilo de vida activo y saludable. Su piel clara, con un ligero tono rosado, contrastaba con su cabello largo y ondulado, de un rubio cenizo que caía con gracia hasta la mitad de su espalda. Los ojos de Clara eran de un azul vibrante, capaces de transmitir tanto la determinación de una ejecutiva de negocios como la calidez de una amiga leal. Desde pequeña, su belleza había llamado la atención, pero fue su inteligencia y ambición lo que la llevaron a destacarse en un mundo dominado por hombres.Clara había crecido en una familia que valoraba la educación y el trabajo duro. Su padre, un reconocido ingeniero, siempre había alentado a sus hijos a superar las expectativas, a desafiar los límites de lo que se creía posible. Su madre, una ejecutiva de marketing, había enseñado a Clara el arte de la persuasión y la negociación desde
CLARAEl calor me golpea apenas bajo del avión. El viento caliente del desierto roza mi piel como una caricia abrasadora, y me siento invadida por una mezcla de incomodidad y emoción. Siempre es lo mismo cuando aterrizo en un país nuevo: esa ansiedad por lo desconocido, combinada con la adrenalina de saber que estoy a punto de enfrentar otro desafío. No soy de las que se intimidan fácilmente, pero Dubái, con su inmensidad y opulencia, emana una energía que no se puede ignorar.Desde la pista del aeropuerto, puedo ver el horizonte dominado por rascacielos imposibles, modernos y brillantes como espejos gigantes que desafían al cielo. Todo aquí parece haber sido elegido para demostrar poder, y me pregunto si esto es un reflejo de Zayed Al-Nahyan, el hombre al que estoy a punto de conocer. Un hombre del que he oído tantas historias, un hombre que, según dicen, tiene todo bajo control. Incluyendo a las personas que lo rodean.Pienso en los correos y las llamadas que precedieron este viaje.