Todos los capítulos de La Esposa del Candidato a la Presidencia : Capítulo 41 - Capítulo 46
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41: En medio de su cárcel.
Elian.—¿Escuchaste lo que dicen, Elian?—¿Qué cosa?—Que Niall Owen le lleva la delantera a todos los candidatos. —Exhala—. Está rudo esto eh, la verdad no sé a quién creerle, esta sobreinformación de los medios se ha vuelto tan molesta.Asiento con la cabeza hacia Iker, el bodeguero esposo de Francis, aunque no tengo idea de nada, especialmente porque no quiero estar al tanto de cierto candidato.Le quito la cadena a mi bici en cuanto tengo el mercado ya guindado de los agarraderos y suspiro cansado, no porque le debo a Iker porque esto sí se lo he comprado y gracias al cielo no tengo deudas, sino porque se regresa hasta mi antes de que me vaya y tiene esa cara de “seguir hablando” que quiero evitar.—La verdad no me gusta la política, ni saber de políticos —le digo. Aunque sí me guste la esposa de uno de ellos—. Es mas, creo que ni voy a votar.—Debes hacerlo, hijo. Es el futuro de nuestra nación, y si no la protegemos nosotros ¿quién lo hará? —Me palmea la espalda—. Ah, si no sabe
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42: El error.
Elian: Soy Elian, voy a llamar, por favor responde.El tono del otro lado de la línea no repica mucho antes de que mi corazón se detenga.—¿Hola? —me dice, con un tono entre sorprendida y llena de miedo.Suspiro, apretando con fuerza el teléfono en mis manos.—Pequeña… —murmuro, y el nudo se instala en mi pecho cuando la escucho llorar—. Todo va a estar bien, Ámbar… quisiera poder darte un abrazo ¿sabes? Mi hermana decía que tenían una especie de poder curativo. Te daría muchos, te haría sentir segura.Le hablo con paciencia, ternura, casi con lentitud, y solo hace que aumente su llanto. Lo siento, siento su dolor, y también me siento molesto por no haber estado esa noche y evitar que ello ocurriera.—Yo no quería que todos lo supieran —dice con impotencia—. ¡Detesto no poder decir nada, Elian!… me… m-me quie-bra. —Hay más llanto cuando termina de hablar y mi pecho se remueve repetidamente, queriendo bajar del lugar en donde estoy, correr y abrazarla—. Me hace sentir rota…—Tal vez se
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43: Vacía, sola, y abandonada.
Ámbar.—No lo puedo creer. —Ian se lleva las manos a la nuca, luciendo bastante alterado—. Esto no está bien, Ámbar, por todos los cielos.No soy capaz de verlo porque su histeria, es la misma que tuvo Darwin cuando con lágrimas le conté lo que había pasado aquella noche y al final… al final no le importó hacerme pasar por ese dolor otra vez.En tres meses no se supera nada de lo que me pasó; quizás aún estoy en estado de shock, o quizás la única manera de sacarlo es ser completamente sumisa, manipulable, o llorar por todo. Pero lo único que sé es que en mi antigua vida, ni con el estómago vacío, ni con los desprecios de la gente había llorado tanto como lo he hecho últimamente. Y eso solo me hace sentir que de verdad apesta, toda mi vida ahora apesta, aunque haya alguien capaz de quererme con todo esto, sigue apestando.Aunque por un momento de verdad crea que puedo salir de mi pesadilla y ser feliz.—Mi cielo, ¿estás cansada? —me preguntaba Darwin aquella noche.Llevaba poco de hab
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44: La pesadilla.
Dos meses, casi tres, eso me había costado para volver a desear a Darwin. Eso me había tardado en buscarlo, porque al menos cuando nunca tuvo palabras para decirme en dónde estaba esa noche cuando minutos antes yo lo había dejado allí, no quiso tocarme, verme o hablarme demasiado durante el tiempo en que siquiera me paraba de la cama para ir al baño o comer.Ronetta me había cuidado una semana entera, la primera semana de todo de hecho. Siempre estaré agradecida por no haber cuestionado nada, pues ella, en ese tiempo, fue una especie de madre taciturna con mucho amor y atención que dar a una hija. Por otra parte, Ian siempre me mandaba tarjetas citándome frases al azar, así como pasteles de diferentes sabores. Ronett comenzó a vivir en casa por mí realmente, porque era evidente que Darwin no confiaba en nadie más, y le pidió a ella, a pesar de sus problemas, que fuese mi compañía aunque en la distancia dentro de la misma casa cuando él no estaba.Por supuesto no podía quedarme en la
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45: En primera plana.
Darwin.Solo tres días. Tres días después de la conferencia de prensa y todo va de mal en peor.—¿Se encuentra bien, señor? Asiento con la cabeza hacia Mylo recuperando la postura, aunque sigo escuchando cómo personas corriendo detrás del auto siguen diciendo cosas y tal vez lanzando otras.No sé cómo fue que pasó. Solo sé que dos días después de mi discurso comenzaron a correrse videos de mí con una mujer atada y desnuda, con la cara tapada. Era Emily, a la cual para su suerte no la identificaron.En el video se ve claramente cómo juego con ella, como suelo hacerlo con mis amantes, como suelo hacerlo con mi esposa, y ella grita “no”, pero yo no me detengo. Aunque solo haya sido un juego de roles, ese video de seguridad grabado en la primera semana que ocurrió lo del atentado de Ámbar, da a entender muchas cosas que no son ciertas.Lo que ocurrió a mí también me afectó.Luego de esos dos días Gaspar ha sido el periodista número 1 en primicias. Ese periódico que descansa aún en mis m
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46: Jaque mate.
Darwin.He vuelto a dejarla sola por consecuencias de mis acciones, y porque no sé de qué manera puedo reparar el brillo devastado de su mirada.Sé que no hay nada material que pueda ayudarla, pero simplemente no sé qué puedo hacer.—Demonios, Mylo —digo cuando por gracia del cielo recuerdo algo entre tanto caos—. ¿Puedes volver a contactar al sujeto que sabía su paradero?Mylo asiente entendiendo de inmediato mi pregunta y casi puedo sonreír al sentir que por lo menos algo tiene algún tipo de solución.Hace unas semanas, la noche en el cumpleaños de Ronett, Mylo por mis órdenes descubrió algo acerca de la vida antigua de Ámbar , y creo que es buen momento de hacérselo regresar.—Emily —la llamo.La mujer camina rápidamente alejándose de mí. Estoy en la corte, en su despacho y aunque muchos me han visto no me interesa. Ella no responde mis llamadas ni mis advertencias y tengo que actuar.—¡Aléjate de mí! —grita y tengo que taparle la boca cuando quiere volver a gritar.—Emily necesit
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