Ámbar.Es común que, proviniendo de una familia pobre, alguien siempre tenga ganas de “más”. No limitarme en el sentido económico era lo que había deseado desde que fui consciente de que las familias de bajos recursos no solo tenían que vivir de lo poco, sino que recibir poco de todos.Poca ayuda, poco entendimiento, pocas oportunidades.Falsas miradas de pena y empatía.Sonrisas y promesas deshonestas.Ahora imaginen sumar todo lo que sería terrible para una adolescente con ganas de experimentar, vivir, soñar y triunfar, en un mundo con tan “poco”, el hecho de que, en alguna parte del camino se dio cuenta de hiciera lo que hiciera, el dinero jamás alcanzaría.Poca esperanza, pocas oportunidades, poca empatía, promesas que jamás fueron cumplidas y sonrisas fingidas, pero no de alguien hacia a mí, sino de mí misma contra el mundo.Poco era lo que más había en mi mundo, en mi cabeza, en mis bolsillos, en mis expectativas, en mis sueños, en mis ganas de respirar. Sin embargo, todo cambió
Ámbar “Por favor”Esas dos simples palabras pueden herir los sentimientos de alguien incluso más que una acción, dependiendo del contexto.—De acuerdo… —dije.Hace un par de horas respiré profundo cuando mi esposo, ese que de novios me prometió que mientras estuviese a mi lado nunca jamás me volvería a sentir sola, me dejó a un lado, justo cuando estaba a punto de correrme gracias a sus manos.No se molestó en terminar lo que empezó, tuve que hacerlo yo, con los ojos picándome de la rabia, las lágrimas atoradas en la garganta y el corazón gritándome: ¿segura que puedes resistirlo?No me ha maltratado de ninguna forma, no me ha sido infiel, no me ha hecho sentir mal directamente pero…—Voy a estar muy ocupado, cariño… no creo que podamos tener… —suspiró—. Tú sabes… la vida sexual que hemos estado llevando últimamente.Eso me lo había dicho después de darme la noticia de su postulación. Y yo había asentido estando de acuerdo porque estaba completamente enamorada y no me importaba que,
Elian.—No hay nadie además de usted que pueda ayud… —intento decir.—Nos debes tanto dinero que ni vendiendo tu carne en el matadero cubriría la cuarta parte.La idea de mí siendo comido por algunas personas me causa escalofríos.—Eso no es cierto.—Vete de aquí Elian, vete si no quieres amanecer en una caja mañana hecho picadillo ¡Tienes que pagar tus deudas!—¡Bien! —¡Y no vengas hasta que tengas el dinero! —grita cuando me alejo.Le hago caso a Francis, la esposa del bodeguero Iker porque aunque me dé vergüenza y terror admitirlo: su esposo es capaz de cumplir con todos sus deseos.Siento que a la mitad de la noche si no como algo decente podré desmayarme y entiendo que Francis esté cansada de atenderme cada que ello pasa así que chasqueo la lengua cuando de reojo puedo ver en su mirada lo mucho que quiere ayudarme pero no puede.Yo tampoco lo haría.Me tambaleo hasta subir a mi bicicleta, me pongo el casco. Y no llevándome algunas personas por delante logro actuar como que estoy
Ámbar.—Quisiera encontrar la manera o el momento perfecto para decirte esto pero… —Ronett colocó su mano en mi antebrazo antes de verme a los ojos—. Mi hermano… mi hermano te está siendo infiel.Mi garganta se secó. Pude sentir los latidos de mi corazón golpearme con fuerza, hasta que sintiera lo mucho que me dolía el pecho.Y solté una carcajada.—Esto tiene que ser una broma —dije más para mí misma que para ella.Mientras su hermana me miraba con lastima, allí en uno de los salones del Coffee Barker Cardiff, sentados una al lado de la otra, ella tomando té viendo cada cierto tiempo a sus costados y yo viendo fijamente la tostada con ensalada que apenas había comenzado a degustar, comencé a analizar las situaciones y… nada.En mi mente no había ningún recuerdo de ninguna pista que me hiciese creer fielmente que lo que ella me había dicho después de ir a comprar algunos zapatos para ella, era cierto. La tensión del momento ella la dejó pasar mientras yo solo miraba la tostada y pen
Elian.—¡No! ¡No! ¡No!Seguido de aquellas exclamaciones mi pecho no puede evitar comenzar a convulsionar por la risa que me causa la anécdota que ha contado esta mujer encantadora.—¡No miento! —Se lleva las manos a la frente dejando que su cabello rubio con hondas se estiren hacia arriba y su cara de frustración me hace reír más—. ¡Te juro que deseé como nunca antes estar bajo la tierra! ¡Fue la cosa más asquerosa que tuve la desgracia de saborear!—No sigas, por favor, no… —Me agarro el estómago cansado de tanto reír.—No te recomiendo el estiércol de caballo, está en el último top de las cosas peores por consumir, Elian, de verdad.Desde que se dio cuenta que se me hace fácil reír de cualquier cosa graciosa pequeña o grande que salga de su boca, no ha parado de hablar.Junto a su hermano cayó en un sitio en donde solo había condones usados.Pasó todo un día caminando buscando una dirección que resultó estar a pocos metros de su punto de partida, encontrándose con indigentes un poc
Ámbar. Camino de un lado a otro sintiendo mi pecho retorcerse por los mismos nervios. Al menos no me han dado ganas de irme en vomito durante toda la noche. —No puedo hacer esto —me digo a mi misma viéndome en el espejo, apretando con fuerza el anillo de matrimonio en mi mano. Y para mi mala suerte, mágicamente una réplica de mí aparece, con rostro pacífico para decirme: —Pero lo quiero hacer. Me lavo la cara por tercera vez y agradezco no usar maquillaje. Al levantar mi vista me encuentro solo con mi rostro sonrojado, así que cierro mis ojos para, como si se tratase de una película, retroceder las últimas horas. Descubrí que mi marido me es infiel. Dejé mi auto en algún lugar. Llegué a esa disco y conocí a Elian Davis. Después de varios minutos y quizás horas de charla fuimos a comer, y él… Elian me besó. Y lo peor de todo es que, a pesar de lo que me hubiese pasado antes en el inicio de mi historia con Darwin, ese beso no se sintió igual. Se sintió triplemente correspondid
En cuanto llego a casa, al estar todo en silencio y a oscuras, dejo mi cartera de mano guindada del perchero, me quito las zapatillas junto a mis medias cortas y posterior a ello comienzo a caminar con cautela hacia la cocina. Debo al menos lavarme la cara después de literalmente haber huido de la noche que jamás esperé en mi vida tener siendo una mujer casada.“Lo que es igual no trampa”, me repito mentalmente. Aunque no haya sido igual porque de ninguna manera puedo creer que lo que estoy sintiendo en estos momentos respecto a Elian, Darwin pueda sentirlo por esa mujer.Demasiado pronto. No parece real.—Carajos —me digo al sacarme las manos y la cara para ponerme con las manos temblorosas mi anillo de nuevo.No puedo borrar su mirada de mi mente, tampoco puedo dejar de sentir los latidos de mi corazón por ello, así como tampoco puedo dejar que mi cuerpo no se erice por todas las partes de mi cuerpo en las que con tanta ternura dejó un beso.Suspiro cuando recuerdo que debo mandar
Ámbar —Amor, ¿ya estás lista?—No, cariño, un minuto más…La misma escena de hace tres noches vuelve a ocurrir. Me veo a mí, mi otra yo en el espejo, diciéndome que no asista a ninguna parte con él porque quizás todos lo han sabido, el hecho de que me ha sido infiel, y yo era la única ciega.Que no debo estar con él después de todo lo que ha pasado.No después de que mis pensamientos solo regresen a ese día en que descubrí su infidelidad.La noche en la que yo también, de forma casi increíble, falté a nuestro trato.Me veo en el espejo y esta vez solo puedo recordar la noche en la que Darwin y yo, ya siendo novios nos encontrábamos tumbados en la cama después de algunas rondas de sexo, y él de la nada, como si lo hubiese tenido perfectamente calculado, sacó su tablet, entregándomela para que leyera algo.“Por medio de la presente te propongo solo tres cosas:1. Obedecer a mis decisiones en la cama, en el baño, en la mesa, en el cobertizo, en la alfombra, en las escale