82. Cena especial
|Dorothea Weber|—¿Ya no puedes seguir, anciano? —le pregunto con una sonrisa burlona.Artem, debajo de mí, frunce el ceño y me taladra con la mirada. Sujeta mis caderas y me da la vuelta en la cama, su cuerpo grande ubicándose sobre mí.Sin poder pestañear siquiera, siento cómo entra en mí con violencia. Su erección, todavía lista para otro combate, se abre paso entre mis pliegues, los ensancha y me toma como suya, mientras mis manos se aferran a ambos lados de las sábanas de seda negra, tan suaves y con su aroma impregnado.Comienza a embestirme como una bestia. Yo le sonrío desde abajo, y eso lo irrita aún más. Amasa mis pechos, los pellizca, los aprieta con rabia, mientras sus caderas chocan con mi débil pelvis. Me está destrozando por dentro, y eso me encanta. Su fuerza, su energía, su placer, su voluntad, son todas mías.Rodeo su cintura con mis piernas y lo mantengo prisionero. Artem me mira con rabia y deseo; se inclina hasta mis labios y los funde en un beso tan rencoroso com
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