AlaricEl vínculo era peor que un imán. Quizás el río podía cambiar su curso, las montañas caen; incluso la luna podía tapar al sol. Cada ciclo de la naturaleza, cada ley, cada fuerza natural podía lucharse, esquivarse, pelearse.Pero juro que yo ya no podía. No podía negarme a ella. Este vínculo existía, ella y yo existíamos como una sola cosa, no importaba lo que yo pensara, sintiera o creyera. Era inevitable caer ante ella, doblegarme, ceder, y ahora lo hacía voluntariamente, con todo lo que tenía. Por la diosa, quería esto más que nada en el mundo, como nunca quise a nada ni a nadie en mi larga y tediosa vida.Roy aullaba de alegría cuando la atraje hacia mí, la pegué a mi cuerpo y besé con toda la pasión que había guardado durante siglos, para ella. Mi lobo era el gran vencedor; había vuelto a mí en la guerra, en tiempos de necesidad, quizás sabiendo que ella estaba en el horizonte. Pero yo no me podía considerar un perdedor tampoco, menos cuando ella devolvía el beso, acariciaba
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