Hola! hola! Esos alfas no saben comportarse ¿no creen? Los leo! Bso Kika
Fabrizio—Estoy tardando más de lo pensado. Es como si el poder no encontrara dónde asentarse —indica Celeste, cansada pero evidentemente feliz. Había tardado, pero había podido canalizar el poder, y ahora parecía que sus ojos brillaban. Yo confiaba que el poder no era tan contundente como para llamar la atención de nuestros enemigos. Eva no había visto a nadie. Elías, exhausto, descansaba recostado contra una pared. —No hay ningún problema, siempre que te sientas bien y no te estés consumiendo demasiado. —No lo estoy. Me siento incluso… más fuerte, revitalizada de alguna manera, aunque mi cuerpo se está acostumbrando —menciona. El fuego ahora tenía llamas con puntas azules. Habíamos notado que cambiaban cuando colocábamos diferentes tipos de ramas y troncos, o cuando ella salpicaba algunas gotas de agua. —¿Qué es eso?— pregunto. —Creo que le afecta algunas cosas, podría jurar que son los cuatro elementos— explica ella entusiasmada. Esa era la clave. Cuando Celeste se sintió má
Alaric —¿Cómo es esto posible? ¡Estaban debilitados esos estúpidos prisioneros! ¡Semanas atrapados en mis mazmorras! ¡Yo mismo había golpeado, cortado y torturado a Félix!—grito, desaforado, mientras sigo a Amelia. Me percato de que su expresión es de puro terror. —¿Qué más sucedió? —pregunta Xavier, justo cuando llega a mi lado, llamando a los guerreros. —Debemos monitorear los alrededores. Tienen que haber ido a algún lado. Seguiré su olor —dice Damián, antes de alejarse rápidamente. Mientras vamos tas Amelia, a la enfermería. —Iban huyendo, pero alguien intentó detenerlos... —murmura ella, y cuando veo a la persona en la camilla, con vendajes empapados en sangre, siento cómo se me cae el alma al suelo. —Diana... —Estoy bien, Su Majestad. Intentaron herirme, pero Amelia llegó para atenderme. Si solo hubiera sido más fuerte, habría podido detenerlos... —dice Diana, su voz quebrada, mientras observo sus heridas. Los recuerdos de otras pérdidas, de amigas y guerreras caídas
Alaric—Su Majestad… piense en el futuro, piense en lo que está por venir. Ni Amelia, ni Fabrizio, ni todos a quienes usted ha defendido estarían de acuerdo con esto —dijo Xavier, separándome de la escena— Veo que tiene rasguños en los brazos. No sé si se los he provocado yo o si fue al separar a los otros alfas. El lugar era un caos. Había matado a un alfa, alguien que supuestamente era mi aliado y al que yo debía proteger. Los demás estaban horrorizados; ahora me señalaban con sus manos mientras Amelia y Damián intentaban poner orden. Diana estaba en la enfermería, herida. Mis prisioneros enemigos estaban sueltos. Esto era un desastre. Al menos ella estaba lejos de todo esto, afuera, a salvo. —¡Luchamos por ella! —rugió Roy, mi lobo interior—. ¡Ellos no debieron meterse con ella! Ella es nuestra mate. Pero ellos no sabían quién era ella para mí. Y eso era culpa mía. —¡Asesino! —¡Ha acabado con uno de nosotros! —gritaba alfa Daniel. Durán no podía creer lo que veía. Mis guer
Celeste Sentía una energía densa, antigua, vibrando en mi interior. Me sentía viva como nunca antes, como si esto fuera lo correcto y siempre hubiera debido tener poderes. Pero mi cuento de hadas se esfumó cuando Eva gritó.—Debieron haber sentido el poder —anunció Fabrizio con voz baja y tensa. —¿Quiénes? —pregunté. —Son humanos —respondió Eva, mostrando sus colmillos. Jamás la había visto así, como una verdadera vampira—. Y están armados. Elías gruñó junto a mí, una mezcla de advertencia y furia. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba convertido en lobo. —Son cazadores. Y están aliados con Valerius, no hay duda. —¿Cazadores? —susurré, aterrada. Había oído muy poco sobre ellos. La compañera de Fabrizio pertenecía a un grupo que perseguía vampiros. Pero sabía que, más allá de Ciudad Ónix, los humanos se protegían contra los lobos y los cazaban como animales. —Tenemos que salir ahora —insistió Eva, asomándose por una puerta lateral. —No podemos dejar que tomen el templo.
Alaric —¿Seguimos sin tener pruebas? —Debo reconocer que supieron hacer las cosas bien —respondió Amelia— La única posible testigo era Diana, pero le golpearon por detrás antes de que pudiera ver algo, dejándola inconsciente. Sin embargo, Rachel encontró que fue en la zona sur que entraron, rompieron una puerta, mataron a un guardia y se llevaron a otro. —¡Bastardos! Es justamente el ala que da a los dormitorios de huéspedes. No me parece una casualidad— gruño.— Así es… sin embargo, no es una prueba contundente. Y no sé si encontraremos más. Envié a un par de guerreros al norte, Adriana, entre ellos— explica Rachel. La guerrera de Luna de Sangre había aprendido mucho, y, sin embargo, era algo novata. Pero no teníamos mucho tiempo.Había revisado de arriba abajo en el bosque y fuera del castillo, pero yo sabía que, si había algo que pudiéramos encontrar, sería aquí dentro. No sé cómo habían huido, pero esos desgraciados ya estaban muy lejos, fuera de nuestro alcance. —¿Qué sabemo
Alaric Rachel ahora mostraba la insignia del guerrero muerto y los restos de la cerradura destruida.—¿Su Majestad está diciendo que alguno de nosotros es culpable de lo que ha pasado? —preguntó Durán, sorprendido.—¡Esta es una estrategia para exonerarse de las culpas por el grave asesinato que se ha cometido aquí, en su propio castillo! —acusó Daniel, dando un paso al frente— ¡Se supone que en el mundo de los lobos confiábamos en usted. ¡Usted juró protegernos, pero nos ha traicionado de la peor manera!— vocifera como loco. Algunos alfas retroceden, Xavier ruge. —¡No se le ocurra levantar la voz a Su Majestad! —Rachel se colocó frente a mí, intentando imponer orden.—¡Solo estamos diciendo la verdad! —replicó Daniel, iracundo—. Su Majestad está en su castillo, pero nuestro compañero está muerto. Ahora la unidad peligra, y solo hay una forma de resolver esto: que el rey siga nuestras demandas. La señorita Noelia aún está dispuesta a casarse con Su Majestad. Afortunadamente, no sabe
Fabrizio¿Qué es esto en el nombre de la Diosa?Había un tumulto a un costado del castillo. Lobos del norte, al parecer, protestaban y gritaban y no sabía ya si este era un lugar seguro. Esas manadas siempre habían sido distantes con el rey, las necesitábamos para mantener al reino unido, pero siempre lo supe. Quizás su fidelidad se basaba más en el temor que en el respeto o la confianza en Su Majestad. Y esas malas decisiones pasan factura al final. Pero por si eso no fuera poco, vi una nube blanca extraña que se acercaba desde adentro. Avanzaba como una ráfaga violenta, abriéndose paso hacia nosotros.—¡Atentos! —¡Que no huyan! —¡Cobardes alfas! —gritaban los guerreros, y distinguí la voz de Amelia.Los alfas… ¿Habrán traído problemas? Todo esto me generaba gran inquietud y malestar. Mi amiga no los perseguiría si no fueran una amenaza. Antes de que la nube me alcanzara, vi lobos corriendo en todas direcciones, espadas, lanzas y flechas tras ellos.—¡Justicia! ¡Justicia por el al
Fabrizio—Tú mismo estuviste acosándome, molestándome con que tomara una mate. ¡Que era lo que los lobos necesitaban! ¡Lo que yo necesitaba!—Fabrizio, Su Majestad, hizo una promesa, pero solo hasta después de la guerra se decidiría. Creemos que los lobos del norte vienen planeando esto desde hace tiempo—intervino Amelia.— ¿Ella sería tu reina, aun cuando tienes a otra persona? Porque varios lobos claman afuera de tu castillo que ella es tu reina— exclamé escuchando entonces a su lobo rugir. Roy era inmenso, volátil, un lobo antiguo. Ese rugido confirmó mis sospechas.—No te metas, Fabrizio. Si sigues con esto, lo lamentarás.—Estoy acostumbrado a tus amenazas, a tus malos tratos, a tu mal humor. Pero todo eso lo aguanté porque siempre creí que tenías honor. Que eras un rey justo. Pero lo que he visto hoy me hace dudar, tremendamente. Como nunca lo he hecho.—Fabrizio cierra la boca— ruge Alaric dolido. —He pasado horas con una humana que está moviendo cielo y tierra para ayudarme a