Alaric—Su Majestad… piense en el futuro, piense en lo que está por venir. Ni Amelia, ni Fabrizio, ni todos a quienes usted ha defendido estarían de acuerdo con esto —dijo Xavier, separándome de la escena— Veo que tiene rasguños en los brazos. No sé si se los he provocado yo o si fue al separar a los otros alfas. El lugar era un caos. Había matado a un alfa, alguien que supuestamente era mi aliado y al que yo debía proteger. Los demás estaban horrorizados; ahora me señalaban con sus manos mientras Amelia y Damián intentaban poner orden. Diana estaba en la enfermería, herida. Mis prisioneros enemigos estaban sueltos. Esto era un desastre. Al menos ella estaba lejos de todo esto, afuera, a salvo. —¡Luchamos por ella! —rugió Roy, mi lobo interior—. ¡Ellos no debieron meterse con ella! Ella es nuestra mate. Pero ellos no sabían quién era ella para mí. Y eso era culpa mía. —¡Asesino! —¡Ha acabado con uno de nosotros! —gritaba alfa Daniel. Durán no podía creer lo que veía. Mis guer
Celeste Sentía una energía densa, antigua, vibrando en mi interior. Me sentía viva como nunca antes, como si esto fuera lo correcto y siempre hubiera debido tener poderes. Pero mi cuento de hadas se esfumó cuando Eva gritó.—Debieron haber sentido el poder —anunció Fabrizio con voz baja y tensa. —¿Quiénes? —pregunté. —Son humanos —respondió Eva, mostrando sus colmillos. Jamás la había visto así, como una verdadera vampira—. Y están armados. Elías gruñó junto a mí, una mezcla de advertencia y furia. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba convertido en lobo. —Son cazadores. Y están aliados con Valerius, no hay duda. —¿Cazadores? —susurré, aterrada. Había oído muy poco sobre ellos. La compañera de Fabrizio pertenecía a un grupo que perseguía vampiros. Pero sabía que, más allá de Ciudad Ónix, los humanos se protegían contra los lobos y los cazaban como animales. —Tenemos que salir ahora —insistió Eva, asomándose por una puerta lateral. —No podemos dejar que tomen el templo.
Alaric —¿Seguimos sin tener pruebas? —Debo reconocer que supieron hacer las cosas bien —respondió Amelia— La única posible testigo era Diana, pero le golpearon por detrás antes de que pudiera ver algo, dejándola inconsciente. Sin embargo, Rachel encontró que fue en la zona sur que entraron, rompieron una puerta, mataron a un guardia y se llevaron a otro. —¡Bastardos! Es justamente el ala que da a los dormitorios de huéspedes. No me parece una casualidad— gruño.— Así es… sin embargo, no es una prueba contundente. Y no sé si encontraremos más. Envié a un par de guerreros al norte, Adriana, entre ellos— explica Rachel. La guerrera de Luna de Sangre había aprendido mucho, y, sin embargo, era algo novata. Pero no teníamos mucho tiempo.Había revisado de arriba abajo en el bosque y fuera del castillo, pero yo sabía que, si había algo que pudiéramos encontrar, sería aquí dentro. No sé cómo habían huido, pero esos desgraciados ya estaban muy lejos, fuera de nuestro alcance. —¿Qué sabemo
Alaric Rachel ahora mostraba la insignia del guerrero muerto y los restos de la cerradura destruida.—¿Su Majestad está diciendo que alguno de nosotros es culpable de lo que ha pasado? —preguntó Durán, sorprendido.—¡Esta es una estrategia para exonerarse de las culpas por el grave asesinato que se ha cometido aquí, en su propio castillo! —acusó Daniel, dando un paso al frente— ¡Se supone que en el mundo de los lobos confiábamos en usted. ¡Usted juró protegernos, pero nos ha traicionado de la peor manera!— vocifera como loco. Algunos alfas retroceden, Xavier ruge. —¡No se le ocurra levantar la voz a Su Majestad! —Rachel se colocó frente a mí, intentando imponer orden.—¡Solo estamos diciendo la verdad! —replicó Daniel, iracundo—. Su Majestad está en su castillo, pero nuestro compañero está muerto. Ahora la unidad peligra, y solo hay una forma de resolver esto: que el rey siga nuestras demandas. La señorita Noelia aún está dispuesta a casarse con Su Majestad. Afortunadamente, no sabe
Fabrizio¿Qué es esto en el nombre de la Diosa?Había un tumulto a un costado del castillo. Lobos del norte, al parecer, protestaban y gritaban y no sabía ya si este era un lugar seguro. Esas manadas siempre habían sido distantes con el rey, las necesitábamos para mantener al reino unido, pero siempre lo supe. Quizás su fidelidad se basaba más en el temor que en el respeto o la confianza en Su Majestad. Y esas malas decisiones pasan factura al final. Pero por si eso no fuera poco, vi una nube blanca extraña que se acercaba desde adentro. Avanzaba como una ráfaga violenta, abriéndose paso hacia nosotros.—¡Atentos! —¡Que no huyan! —¡Cobardes alfas! —gritaban los guerreros, y distinguí la voz de Amelia.Los alfas… ¿Habrán traído problemas? Todo esto me generaba gran inquietud y malestar. Mi amiga no los perseguiría si no fueran una amenaza. Antes de que la nube me alcanzara, vi lobos corriendo en todas direcciones, espadas, lanzas y flechas tras ellos.—¡Justicia! ¡Justicia por el al
Fabrizio—Tú mismo estuviste acosándome, molestándome con que tomara una mate. ¡Que era lo que los lobos necesitaban! ¡Lo que yo necesitaba!—Fabrizio, Su Majestad, hizo una promesa, pero solo hasta después de la guerra se decidiría. Creemos que los lobos del norte vienen planeando esto desde hace tiempo—intervino Amelia.— ¿Ella sería tu reina, aun cuando tienes a otra persona? Porque varios lobos claman afuera de tu castillo que ella es tu reina— exclamé escuchando entonces a su lobo rugir. Roy era inmenso, volátil, un lobo antiguo. Ese rugido confirmó mis sospechas.—No te metas, Fabrizio. Si sigues con esto, lo lamentarás.—Estoy acostumbrado a tus amenazas, a tus malos tratos, a tu mal humor. Pero todo eso lo aguanté porque siempre creí que tenías honor. Que eras un rey justo. Pero lo que he visto hoy me hace dudar, tremendamente. Como nunca lo he hecho.—Fabrizio cierra la boca— ruge Alaric dolido. —He pasado horas con una humana que está moviendo cielo y tierra para ayudarme a
Alaric Se había ido. Ese vampiro tan odioso, tan molesto, al que le encantaba discutir y expresar sus opiniones, que me obligaba a considerar su punto de vista. Me atormentaba y me hacía replantear mis decisiones. Todos estaban de acuerdo con lo que yo decidía hacer, pero él, ese obstinado, insufrible y exageradamente recto vampiro, solía oponerse. A veces pensaba que lo hacía solo para llevarme la contraria, como si eso le hiciera sentirse importante: un simple vampiro desafiando al rey de todos los lobos.Pero nunca había sido cruel, ni había intentado manipularme. Todo lo contrario, lo único que esperaba de mí era que fuera el rey que él imaginaba: "el correcto", "como debía ser" “un rey de verdad”. Y yo temía, muy en el fondo, que descubriera la verdad. Que yo no era nada de eso. Solo era un hombre amargado, cargando esta estúpida corona que no quería por nada del mundo. Nunca iba a cumplir sus expectativas.—Él sabía lo que éramos —dijo mi lobo, suspirando— Siempre lo supo, pero
Celeste —¡Gracias a la Diosa que están aquí! —apareció Amelia corriendo, con una expresión angustiada, como si hubiese pasado demasiado en los días en que no nos habíamos visto.—¿Y dónde íbamos a estar? Vampirito nos dejó aquí olvidados mientras él iba a la diversión —exclamó Eva con fastidio. Seguía luciendo maravillosa, mientras yo parecía una andrajosa y Elías estaba recuperándose de sus heridas.—¿Están bien? ¿Están heridos? —preguntó Amelia al ver a Elías con algunos vendajes— Fabrizio dijo que lograron encontrar algunas ubicaciones de las personas que buscamos ¡Eso es excelente! Él ya está en marcha, pero tengo instrucciones de Su Majestad —comentó, con un leve temblor en la voz. ¿Fabrizio se había ido? ¿Sin despedirse? Me pareció extraño.—¡Tan rápido! ¡Wow! Lo de tener una compañera sí que lo atormenta. Yo por eso prefiero no meterme en esos terreros peligrosos, si me entiendes —dijo Eva guiñándome un ojo. Parecía visiblemente emocionada, como si estuviera lista para enfrent