Celeste Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, cuando veo más movimiento. Aparecen más y más baúles, todos negros. Me recuerdan a los que llevaron a mi habitación alguna vez, donde venían vestidos y joyas La curiosidad puede más que mi miedo, y cuando me asomo, contengo el aliento. La habitación está llena de cofres abiertos que rebosan joyas, y las trabajadoras del castillo sacan ropas lujosas para organizarlas. Pero en el centro de todo está ella: una mujer de cabello rubio, largo, alta e imponente. Todo en su porte grita que es la hija de un alfa. Es hermosa, fuerte, y determinada. Lleva un collar con una gran piedra en espiral que parece vibrar con energía oscura, ella lo acaricia con sus blancos dedos. Las voces en mi cabeza se intensifican.“Celeste... la pequeña Celeste, estás muy cerca” susurran las voces en mi cabeza, cada vez más nítidas. Estoy tan abrumada por lo que veo y escucho que, sin pensarlo, doy un paso al frente, clavando mi mirada en ella. Mi voz se alza, tensa
Alaric —¡Oh Su Majestad! Lo estaba esperando —exclama Noelia con una sonrisa que no llega a sus ojos. La veo detalladamente y me doy cuenta de que tiene uno de esos vestidos que yo había mandado confeccionar hace años. Esos vestidos únicos, pensados solo para mi mate. Había pedido que los modernizaran, para que estuvieran listos cuando ella llegara a mi vida. Ahora están en el cuerpo equivocado, profanados.—¿Qué haces aquí, Noelia? —gruño, mi voz, un filo helado— En mi habitación, con esas cosas que no te pertenecen. No deberías estar aquí. Es mi lugar sagrado.Escaneo rápidamente el desorden en el lugar: cajones abiertos, prendas desperdigadas. Es evidente que ha hurgado en lo más íntimo de mi vida. ¿Qué hacía aquí? ¿Cómo llegó hasta aquí? Y más importante aún, ¿Dónde está Celeste?—¿Qué estás tramando? —mi tono es una advertencia. Ella alza la barbilla, fingiendo indignación. Pero hay un leve rasguño en su cuello, y el vestido... el vestido no le queda bien. Demasiado ajustado, de
Celeste Había corrido por los pasillos. Las señoras del castillo me había seguido, y entendí que estaban hechizadas. No sé quién le había dado esa piedra a Noelia, pero venía con malas intenciones, y ella las comandaba ¿Quién sabe a quién más? Los susurros seguían diciéndome que saliera de allí, y cuando rompí la piedra, el hechizo se fue. Sin embargo, Alaric me encontró, su expresión era desesperada, necesitaba hablar con él, que me dijera la verdad. No podía soportar esta angustia en mi corazón. Él me había confesado sus sentimientos de una u otra forma, pero esas palabras… esas precisas palabras, nunca las dijo.Su mate. Los lobos antiguos tenían vínculos diferentes, había dicho Fabrizio. Pero esto no tenía sentido.—Eres mi mate, Celeste. La única. Todo esto es para ti. Yo creé este castillo para ti y para mi familia. Eres la única familia que necesito— dijo desesperado, sus ojos se veían angustiados. Me sujetaba, suplicante mientras me explicaba— Esa habitación era la más hermo
Alaric Ella se había ido. Ni siquiera mi confesión ni mis palabras serían capaces de detenerla. Le había dicho que la amaba, que era la única para mí. Ni siquiera tenía derecho a reclamarle por no escucharme, ya que habían sido mis propias palabras las que la habían herido. Palabras que comenzaron desde el primer momento en que nos vimos. Desde ese instante había sentenciado mi futuro. Pero juro por la diosa que nunca imaginé que sería tan oscuro.Cuando vi que tenía poderes, mi dolor se transformó en angustia. Ese sueño que tuve en el templo me decía que había logrado algo extraordinario. Sin embargo, el miedo me carcomía.—¡Espera, Celeste! Sabía que tenía que perseguirla, que deseaba que se quedara dentro del castillo a toda costa. Pero no podía detenerla por la fuerza. Tenía que convencerla. Miles de palabras, confesiones y poemas de amor en todos los idiomas que conocía pasaban por mi mente, y escarbaba desesperadamente buscando qué decirle.Pero todo se desvaneció cuando salí
AlaricTobías estaba muerto, pero lo que había dicho me perturbaba. Sentí que ardía la herida en mi mano, esa en donde hice el juramento de sangre con Valerius. El peor error de mi vida.—Gracias Su Majestad— dijo Amelia con lágrimas de sangre en su cara. Cuando fuimos interrumpidos por Rachel.—¡Su Majestad! Los derrotamos, pero no sabemos si hay más a los alrededores —exclamó Rachel. Amelia me miró, ella sabía que debía irme, que no podía dejar mi mate a la deriva, que la necesitaba. Fabrizio dijo que yo era un rey sin honor, que no merecía esta corona. Quizás era cierto. Lo que tenía que hacer a continuación fue tan claro que se me erizó la piel.—¡Al castillo! — ordené —¡Vendrán más enemigos, creerán que hemos caído y atacarán! —¡Todos, acérquense a la puerta, a los límites del castillo!— mis guerreros corrieron, vi a Damián aniquilando a los enemigos que faltaban, Xavier ayudando a los heridos. Tanta muerte y dolor, de nuevo. Me detuve en el límite, viéndolos todos adentro.Cerré
Fabrizio Parecía que habían pasado muchas horas desde mi terrible despedida con el rey, y ya extrañaba el castillo. Quizás no suene lógico extrañar un montón de piedras, pero un lugar que había conocido tan bien y había sido mi hogar por tanto tiempo. Pero la realidad era que me preocupaba la gente que estaba allí: mis amigos, mi familia. Gente que me había salvado y ayudado. Descubrí rápido cuanto me afectaba estar solo. Hacía tanto tiempo que no lo estaba. Los lobos siempre andan juntos; es cuestión de supervivencia, y ahora lo entendía. Necesitas a alguien en quien apoyarte y alguien a quien ayudar.Pero yo esperaba tener eso pronto. Y, si la diosa lo quería, también volver a ver a todos. Iba avanzando cuando sentí que alguien me seguía. Había volteado rápidamente varias veces sin ver nada, pero esta vez estaba allí, frente a mí, cuando me giré. Era un lobo, un fantasma, un espíritu del bosque.—Axel, ¿no es cierto? —pregunté. Tenía un pelaje gris que parecía plateado mientras re
Fabrizio —Mi hermano me dice que no debo ir nunca ahí, que es mejor no acercarse. Hay rumores de que hacen rituales y cosas extrañas. Me da mucha curiosidad, pero también miedo de acercarme ahí —comenta Nora.—Los herejes son personas extrañas. Si no fuera porque hicieron algo que Su Majestad les agradecerá siempre, estoy seguro de que estarían considerados fuera del reino —expliqué sin dar más detalles. —Pero no se preocupe por los herejes; ellos mantendrán su distancia. ¿Podría pedirte un último favor? —pregunté, y ella sonríe.—¡Por supuesto que sí! ¡El que quieras!—Tengo que reunirme con alguien muy importante en mi búsqueda, y estoy poco presentable —dije, señalando mi traje roto y manchado de sangre.—¡De inmediato! Te voy a llevar al mejor sastre de la ciudad.Caminamos por el centro de la ciudad mientras observaba el bullicio a nuestro alrededor. Finalmente, nos detuvimos frente a una tienda de estilo antiguo, sin duda administrada por un vampiro.—Señor Giacomo, este es Fabr
¿Alguna vez han sentido cómo una emoción era tan fuerte que parecía consumirlos por dentro? Como si pensaran que el sol no volvería a salir. Se preguntan cuándo va a terminar, o si alguna vez se terminará, porque parece llevárselo todo.Ese dolor me ardía en cada respiración, cada exhalación, cada latido y cada suspiro. Ya no era una mujer, sino un dolor andante. Mientras caminaba por el bosque, moviendo los árboles con mi poder, lloraba y me desesperaba, mi poder saliendo con fuerza.Quizás no debería haber tenido expectativas tan altas. Porque de todas las personas de las que podría haberme enamorado, ¿realmente tenía que ser de un rey? ¡El rey de todos los lobos! ¿En qué demonios estaba pensando?Hasta que un fuerte temblor sacudió todo a mi alrededor. Me pareció escuchar hasta los árboles gritar. Una sensación de desesperación me sobrecogió, como si pudiera sentir que todos estaban en peligro. ¿Estaba en peligro también él? ¿El que me había ocultado la noticia más importante para