Capítulo 64: El acuerdo de Alaric

Alaric

Ella se había ido. Ni siquiera mi confesión ni mis palabras serían capaces de detenerla. Le había dicho que la amaba, que era la única para mí. Ni siquiera tenía derecho a reclamarle por no escucharme, ya que habían sido mis propias palabras las que la habían herido. Palabras que comenzaron desde el primer momento en que nos vimos. Desde ese instante había sentenciado mi futuro. Pero juro por la diosa que nunca imaginé que sería tan oscuro.

Cuando vi que tenía poderes, mi dolor se transformó en angustia. Ese sueño que tuve en el templo me decía que había logrado algo extraordinario. Sin embargo, el miedo me carcomía.

—¡Espera, Celeste!

Sabía que tenía que perseguirla, que deseaba que se quedara dentro del castillo a toda costa. Pero no podía detenerla por la fuerza. Tenía que convencerla. Miles de palabras, confesiones y poemas de amor en todos los idiomas que conocía pasaban por mi mente, y escarbaba desesperadamente buscando qué decirle.

Pero todo se desvaneció cuando salí
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