Alaric Rachel ahora mostraba la insignia del guerrero muerto y los restos de la cerradura destruida.—¿Su Majestad está diciendo que alguno de nosotros es culpable de lo que ha pasado? —preguntó Durán, sorprendido.—¡Esta es una estrategia para exonerarse de las culpas por el grave asesinato que se ha cometido aquí, en su propio castillo! —acusó Daniel, dando un paso al frente— ¡Se supone que en el mundo de los lobos confiábamos en usted. ¡Usted juró protegernos, pero nos ha traicionado de la peor manera!— vocifera como loco. Algunos alfas retroceden, Xavier ruge. —¡No se le ocurra levantar la voz a Su Majestad! —Rachel se colocó frente a mí, intentando imponer orden.—¡Solo estamos diciendo la verdad! —replicó Daniel, iracundo—. Su Majestad está en su castillo, pero nuestro compañero está muerto. Ahora la unidad peligra, y solo hay una forma de resolver esto: que el rey siga nuestras demandas. La señorita Noelia aún está dispuesta a casarse con Su Majestad. Afortunadamente, no sabe
Fabrizio¿Qué es esto en el nombre de la Diosa?Había un tumulto a un costado del castillo. Lobos del norte, al parecer, protestaban y gritaban y no sabía ya si este era un lugar seguro. Esas manadas siempre habían sido distantes con el rey, las necesitábamos para mantener al reino unido, pero siempre lo supe. Quizás su fidelidad se basaba más en el temor que en el respeto o la confianza en Su Majestad. Y esas malas decisiones pasan factura al final. Pero por si eso no fuera poco, vi una nube blanca extraña que se acercaba desde adentro. Avanzaba como una ráfaga violenta, abriéndose paso hacia nosotros.—¡Atentos! —¡Que no huyan! —¡Cobardes alfas! —gritaban los guerreros, y distinguí la voz de Amelia.Los alfas… ¿Habrán traído problemas? Todo esto me generaba gran inquietud y malestar. Mi amiga no los perseguiría si no fueran una amenaza. Antes de que la nube me alcanzara, vi lobos corriendo en todas direcciones, espadas, lanzas y flechas tras ellos.—¡Justicia! ¡Justicia por el al
Fabrizio—Tú mismo estuviste acosándome, molestándome con que tomara una mate. ¡Que era lo que los lobos necesitaban! ¡Lo que yo necesitaba!—Fabrizio, Su Majestad, hizo una promesa, pero solo hasta después de la guerra se decidiría. Creemos que los lobos del norte vienen planeando esto desde hace tiempo—intervino Amelia.— ¿Ella sería tu reina, aun cuando tienes a otra persona? Porque varios lobos claman afuera de tu castillo que ella es tu reina— exclamé escuchando entonces a su lobo rugir. Roy era inmenso, volátil, un lobo antiguo. Ese rugido confirmó mis sospechas.—No te metas, Fabrizio. Si sigues con esto, lo lamentarás.—Estoy acostumbrado a tus amenazas, a tus malos tratos, a tu mal humor. Pero todo eso lo aguanté porque siempre creí que tenías honor. Que eras un rey justo. Pero lo que he visto hoy me hace dudar, tremendamente. Como nunca lo he hecho.—Fabrizio cierra la boca— ruge Alaric dolido. —He pasado horas con una humana que está moviendo cielo y tierra para ayudarme a
Alaric Se había ido. Ese vampiro tan odioso, tan molesto, al que le encantaba discutir y expresar sus opiniones, que me obligaba a considerar su punto de vista. Me atormentaba y me hacía replantear mis decisiones. Todos estaban de acuerdo con lo que yo decidía hacer, pero él, ese obstinado, insufrible y exageradamente recto vampiro, solía oponerse. A veces pensaba que lo hacía solo para llevarme la contraria, como si eso le hiciera sentirse importante: un simple vampiro desafiando al rey de todos los lobos.Pero nunca había sido cruel, ni había intentado manipularme. Todo lo contrario, lo único que esperaba de mí era que fuera el rey que él imaginaba: "el correcto", "como debía ser" “un rey de verdad”. Y yo temía, muy en el fondo, que descubriera la verdad. Que yo no era nada de eso. Solo era un hombre amargado, cargando esta estúpida corona que no quería por nada del mundo. Nunca iba a cumplir sus expectativas.—Él sabía lo que éramos —dijo mi lobo, suspirando— Siempre lo supo, pero
Celeste —¡Gracias a la Diosa que están aquí! —apareció Amelia corriendo, con una expresión angustiada, como si hubiese pasado demasiado en los días en que no nos habíamos visto.—¿Y dónde íbamos a estar? Vampirito nos dejó aquí olvidados mientras él iba a la diversión —exclamó Eva con fastidio. Seguía luciendo maravillosa, mientras yo parecía una andrajosa y Elías estaba recuperándose de sus heridas.—¿Están bien? ¿Están heridos? —preguntó Amelia al ver a Elías con algunos vendajes— Fabrizio dijo que lograron encontrar algunas ubicaciones de las personas que buscamos ¡Eso es excelente! Él ya está en marcha, pero tengo instrucciones de Su Majestad —comentó, con un leve temblor en la voz. ¿Fabrizio se había ido? ¿Sin despedirse? Me pareció extraño.—¡Tan rápido! ¡Wow! Lo de tener una compañera sí que lo atormenta. Yo por eso prefiero no meterme en esos terreros peligrosos, si me entiendes —dijo Eva guiñándome un ojo. Parecía visiblemente emocionada, como si estuviera lista para enfrent
Celeste Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, cuando veo más movimiento. Aparecen más y más baúles, todos negros. Me recuerdan a los que llevaron a mi habitación alguna vez, donde venían vestidos y joyas La curiosidad puede más que mi miedo, y cuando me asomo, contengo el aliento. La habitación está llena de cofres abiertos que rebosan joyas, y las trabajadoras del castillo sacan ropas lujosas para organizarlas. Pero en el centro de todo está ella: una mujer de cabello rubio, largo, alta e imponente. Todo en su porte grita que es la hija de un alfa. Es hermosa, fuerte, y determinada. Lleva un collar con una gran piedra en espiral que parece vibrar con energía oscura, ella lo acaricia con sus blancos dedos. Las voces en mi cabeza se intensifican.“Celeste... la pequeña Celeste, estás muy cerca” susurran las voces en mi cabeza, cada vez más nítidas. Estoy tan abrumada por lo que veo y escucho que, sin pensarlo, doy un paso al frente, clavando mi mirada en ella. Mi voz se alza, tensa
Alaric —¡Oh Su Majestad! Lo estaba esperando —exclama Noelia con una sonrisa que no llega a sus ojos. La veo detalladamente y me doy cuenta de que tiene uno de esos vestidos que yo había mandado confeccionar hace años. Esos vestidos únicos, pensados solo para mi mate. Había pedido que los modernizaran, para que estuvieran listos cuando ella llegara a mi vida. Ahora están en el cuerpo equivocado, profanados.—¿Qué haces aquí, Noelia? —gruño, mi voz, un filo helado— En mi habitación, con esas cosas que no te pertenecen. No deberías estar aquí. Es mi lugar sagrado.Escaneo rápidamente el desorden en el lugar: cajones abiertos, prendas desperdigadas. Es evidente que ha hurgado en lo más íntimo de mi vida. ¿Qué hacía aquí? ¿Cómo llegó hasta aquí? Y más importante aún, ¿Dónde está Celeste?—¿Qué estás tramando? —mi tono es una advertencia. Ella alza la barbilla, fingiendo indignación. Pero hay un leve rasguño en su cuello, y el vestido... el vestido no le queda bien. Demasiado ajustado, de
Celeste Había corrido por los pasillos. Las señoras del castillo me había seguido, y entendí que estaban hechizadas. No sé quién le había dado esa piedra a Noelia, pero venía con malas intenciones, y ella las comandaba ¿Quién sabe a quién más? Los susurros seguían diciéndome que saliera de allí, y cuando rompí la piedra, el hechizo se fue. Sin embargo, Alaric me encontró, su expresión era desesperada, necesitaba hablar con él, que me dijera la verdad. No podía soportar esta angustia en mi corazón. Él me había confesado sus sentimientos de una u otra forma, pero esas palabras… esas precisas palabras, nunca las dijo.Su mate. Los lobos antiguos tenían vínculos diferentes, había dicho Fabrizio. Pero esto no tenía sentido.—Eres mi mate, Celeste. La única. Todo esto es para ti. Yo creé este castillo para ti y para mi familia. Eres la única familia que necesito— dijo desesperado, sus ojos se veían angustiados. Me sujetaba, suplicante mientras me explicaba— Esa habitación era la más hermo