La oficina estaba en su estado habitual: impecable, con un aire de orden casi opresivo. El zumbido constante del aire acondicionado hacía que el ambiente pareciera aún más estéril, pero no me importaba. Había algo satisfactorio en la frialdad de este lugar, algo que resonaba conmigo, era todo frio, calculado, inamovible como yoMis dedos se movían con precisión sobre el teclado, descifrando las capas de seguridad que protegían los secretos de Richard Vandervert. Era casi un juego para mí, ni siquiera se dieron la tarea de hacer un trabajo decente en cuanto a seguridad se refería, y yo llevaba meses perfeccionando mis habilidades. Y la seguridad en cuanto a elegir a sus empleados era mucho peor, no tenían el menor filtro, entrar a la empresa habíoa sido demasiado fácil, tan fácil que resultó aburrido, lo fácil y simple siempre erqa aburrido. Cristhian Vandervert había sido muy fácil de engqañar, bastó ofrecerle sonrisas amables y cafés entregados en el momento justo, palabras calculadas
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