El día del juicio contra Agnes había llegado, y el aire en la sala del consejo estaba cargado de tensión. La gran estructura de piedra, con altos ventanales que dejaban entrar la luz del atardecer, parecía aún más imponente ante la gravedad del momento. La manada se encontraba dividida, algunos susurraban entre ellos, mientras otros observaban en silencio, incapaces de predecir el desenlace. Alaia estaba de pie frente a todos, su rostro imperturbable, pero por dentro, sentía el peso del juicio como una losa sobre su pecho.—Agnes—la voz del anciano del consejo resonó en la sala, acallando cualquier murmullo—. Estás aquí para enfrentar los cargos que se te imputan, entre ellos, el más grave: la administración de veneno a Alaia Grayson hace siete años y el robo de su hijo Logan, haciéndolo pasar por tuyo.Agnes, atada de manos y con el rostro pálido, alzó la mirada. Aún mantenía una expresión desafiante, pero había algo en sus ojos que revelaba su miedo. No era el mismo tipo de miedo
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