Alaia salió de la mansión Ryker con el corazón latiendo desbocado, casi sin aliento. Aún sentía los labios de Liam sobre los suyos, un recordatorio amargo de que, a pesar de todo, él seguía queriendo ejercer control sobre su vida. Caminó rápido hacia el auto, donde Logan y Sally esperaban con inocencia, ajenos al caos que acababa de suceder.Al llegar al vehículo, se tomó un momento para calmarse. Sabía que no podía mostrar debilidad frente a sus hijos. Con las manos temblorosas, abrió la puerta y se deslizó en el asiento del conductor. Logan la miró con curiosidad.—¿Estás bien, mamá? —preguntó él, con la voz suave, inclinándose un poco hacia adelante.Alaia asintió, esforzándose por sonreír.—Estoy bien, cariño —dijo, aunque la mentira le supo amarga en los labios. Encendió el auto y puso las manos firmemente en el volante—. Vamos a casa.El viaje fue silencioso, con Logan y Sally entretenidos con sus juguetes en el asiento trasero, mientras Alaia luchaba por mantener su mente en
El consultorio estaba sumido en una tenue luz que se colaba por las cortinas, envolviendo el espacio en una atmósfera íntima y cargada de tensión. Alaia aún sentía el calor de los labios de Nolan sobre los suyos, mientras él se inclinaba y pegaba su frente a la de ella. Ambos respiraban profundamente, como si el aire a su alrededor hubiese cambiado, cargado de una electricidad palpable. Nolan sonreía, con una expresión que revelaba tanto ternura como satisfacción.Alaia abrió los ojos lentamente y lo encontró a centímetros, observándola con una calidez que la hizo sentir vulnerable. No podía evitarlo, sentía su corazón latir con fuerza en el pecho, como una adolescente presa de un enamoramiento intenso. Un suspiro escapó de sus labios, y eso bastó para captar la atención de Nolan.—¿Qué sucede? —preguntó, su voz baja y suave, cargada de complicidad.—¿Es normal que me sienta así, como fuera de este mundo? —preguntó algo tímida, aunque sacudió la cabeza por lo absurdo que sonaba.—Yo
—Tienes razón —admitió con voz baja, con sus ojos aún fijos en el suelo—. Pero no puedo evitar pensar en lo que pasará. Hay tanto que arreglar, y no quiero que nada de esto... —hizo un gesto entre ellos—... se vea afectado. Nolan la observó en silencio por un momento, como si estuviera procesando lo que decía. Finalmente, dio un paso hacia ella y tomó su rostro entre las manos, obligándola a mirarlo a los ojos. —Alaia, te prometo que lo que tengamos no va a depender de Liam ni de la manada ni de nada más. Solo depende de nosotros. ¿Entiendes? —Sus palabras eran firmes, pero cargadas de una ternura que hacía que el corazón de Alaia se agitara. —Lo sé… pero aún así… —empezó, pero Nolan la interrumpió. —No —negó con suavidad, inclinándose lo suficiente como para rozar sus labios con los de ella—. No vamos a dejar que él arruine lo nuestro. Te lo prometo. Y sé que tenemos que enfrentar las cosas, pero cuando estamos aquí, tú y yo, quiero que nos enfoquemos en lo que sentimos. ¿De acuer
Nolan caminaba con paso firme hacia la mansión Ryker, su mandíbula estaba tensa mientras repasaba en su mente lo que había decidido hacer. Cada vez que recordaba las palabras de Alaia y el miedo reflejado en su rostro, la rabia que había intentado contener amenazaba con desbordarse. No podía permitir que su hermano la acosara más, que volviera a tocarla. Detendría a Liam, costara lo que costara.Al llegar, empujó la puerta con brusquedad. Liam estaba en su despacho de espaldas a la entrada, mirando por la ventana. Sabía que su hermano había llegado incluso antes de escuchar sus pasos.—Liam —dijo Nolan, sin molestarse en suavizar su tono—. Ya sé lo que hiciste.Liam se giró lentamente, con un brillo indescifrable en sus ojos. Sabía perfectamente a qué se refería su hermano, pero fingió no entender.—¿De qué hablas? —respondió con un deje de desdén, aunque su postura delataba cierta tensión.—Besaste a Alaia. A la fuerza —escupió Nolan, acercándose un par de pasos más—. No tienes der
Esa noche, la atmósfera en la reunión de la manada era tensa. El consejo de ancianos había convocado para la ejecución de Agnes. Nolan y Alaia estaban allí, rodeados de miembros de la manada que miraban expectantes. La piedra del juicio, fría y solemne, estaba en el centro, y en ella sería sellado el destino de la traidora.Agnes, llorosa y temblando, fue arrastrada al centro del círculo. Sus ojos desesperados buscaron a Liam, el hombre que una vez había sido su salvación. Entre sollozos desgarrados, le rogó:—¡Liam, por favor! ¡Sálvame! No puedes dejarme morir así… ¡Tú prometiste protegerme!Liam apenas la miró, su expresión era fría y vacía. Ya no veía a Agnes como una persona, sino como un recordatorio de sus errores. —Ya no eres mi responsabilidad —dijo con voz seca, su tono estaba lleno de indiferencia—. Déjame en paz.No sentía ni una gota de compasión por Agnes; para él, la mujer que alguna vez lo había seducido y arruinado su vida ahora no era más que un obstáculo que sería
Liam caminaba en silencio por los pasillos de la manada, su mente afilada como una navaja. La ejecución de Agnes había marcado un antes y un después, pero no para él. No era el fin. Para Liam, era solo una pausa, un espacio de tiempo en el que debía moverse con más cautela. Cada paso resonaba en el eco de las paredes, como si fuera un recordatorio constante de su caída, pero también de la oportunidad que aún se le presentaba. No había perdido del todo. ―El consejo piensa que todo ha terminado ―se dijo, mientras sus labios formaban una sonrisa helada. Había visto cómo los ancianos hablaban tras la ejecución, susurrando sobre justicia y cierre. Pero la justicia nunca era limpia, ni definitiva. Si Nolan pensaba que la ejecución de Agnes lo consolidaría como Alfa, estaba muy equivocado. Liam sabía que había miembros de la manada que aún dudaban de Nolan, sobre todo por su enfermedad. La confianza en un líder era frágil, y bastaba con tocar las cuerdas correctas para que esa confianz
Días después, Liam caminaba con paso firme por el hospital, el lugar donde las vidas se salvaban o se perdían con un solo desliz. Su expresión era imperturbable, casi indiferente ante el bullicio de pacientes y personal médico que lo rodeaba. Sabía exactamente a dónde iba. Se detuvo frente a una puerta discreta, tocó dos veces y esperó. Una mujer nerviosa, con el uniforme de enfermera, lo recibió. Su mirada era de inquietud, como si el peso de la culpa estuviera a punto de aplastarla.―No deberías estar aquí, Liam ―susurró con un temblor en la voz, mirándolo de reojo mientras cerraba la puerta detrás de él.―Ya estamos demasiado metidos en esto, Melissa. No te hagas la remilgada ahora ―respondió Liam, sin molestarse en bajar la voz.Ella apretó los labios, consciente de que había cruzado una línea de la que no había retorno. La desesperación la había llevado a aceptar el soborno de Liam, pero ahora comenzaba a dudar de sus acciones.―Estás jugando con la vida de tu hermano ―dijo en
Al día siguiente, en el consultorio de Nolan, Alaia llegó para una visita inesperada. Estaba preocupada por él desde la noche anterior y quería asegurarse de que todo estuviera bien. Al entrar, lo encontró inclinado sobre su escritorio, con el rostro pálido y ojeroso, claramente afectado.―Nolan… ―su voz se quebró un poco al verlo tan débil.Él levantó la mirada, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.―Estoy bien, Alaia. Solo es… cansancio.―No, no lo estás ―replicó ella, acercándose y sentándose frente a él―. ¿Qué está pasando? Te ves peor cada día.Nolan suspiró, sabiendo que ya no podía ocultarlo.―He estado sintiendo… que el tratamiento no está funcionando como esperaba ―admitió finalmente―. Me siento débil, más de lo que debería. Y lo de anoche… fue solo una parte de eso.Alaia lo observó con el ceño fruncido, había una preocupación profunda en sus ojos.―¿Por qué no me lo dijiste antes? Podría haber hecho algo, podríamos haber ajustado el tratamiento o investigado más