Alaia dio un paso atrás, obligando a su cuerpo a romper el contacto que la mantenía atada a Nolan. Su mirada firme no disimulaba la lucha interna que enfrentaba.—No puedo hacer esto, Nolan —dijo con esfuerzo, su voz quebrándose ligeramente—. No puedo simplemente dejarme llevar.Nolan bajó la mirada, aceptando su decisión con una calma que sorprendió a Alaia. Dio un paso atrás también, dándole espacio.—Nunca te obligaría a nada, Alaia —respondió con suavidad, pero con un tono firme que dejaba claro que no había necesidad de más palabras.Sin decir más, ambos volvieron a sus respectivos trabajos, aunque la tensión seguía latente en el aire. Alaia pasó el resto del día en su consultorio, revisando expedientes, pero sin poder concentrarse. Los pensamientos sobre Nolan inundaban su mente, especialmente lo que él representaba para ella: su Mate. Era algo imposible de ignorar, por más que se esforzara en negarlo.Su loba, Nyra, no la dejaba en paz.“Es inútil seguir negándote a él,” la re
—Alaia… no sé qué sucederá mañana, pero sí sé que nunca te he deseado más que ahora. No solo porque seas mi Mate, sino porque eres tú. La mujer fuerte y valiente que siempre he admirado. —Inclinó su cabeza, besando su frente con suavidad—. No prometo que todo será fácil, pero sí prometo que estaré contigo en cada paso, si me dejas.Alaia sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos ante sus palabras, pero no las dejó salir.Era la primera vez en mucho tiempo que alguien la veía de esa forma, no como una víctima, ni como una mujer rota, sino como alguien digno de amor y respeto. Su corazón latía con fuerza, luchando entre el miedo y el anhelo de creer en lo que Nolan le ofrecía.—Entonces… no te vayas nunca —murmuró, dejando escapar finalmente una lágrima que rodó por su mejilla. Nolan la atrapó con su pulgar, su mirada estaba cargada de una promesa que parecía tan eterna como la luna.—Nunca lo haré —respondió él, antes de besarla nuevamente.El beso fue suave al principio, pero
—¿Tu Mate? —repitió Liam con incredulidad, su voz estaba cargada de desprecio—. ¿De verdad crees que puedes apropiarte de ella tan fácilmente? Alaia merece algo mejor que un alfa a medias, uno que apenas puede mantenerse en pie. Es patético.Alaia sintió una punzada en el pecho al escuchar las palabras de Liam.Quiso intervenir, detener la conversación antes de que fuera demasiado lejos, pero Nolan no titubeó. Su mano se apretó con más fuerza alrededor del teléfono, su mandíbula tensa.—Lo que tú creas no importa —respondió Nolan, con una calma que parecía desmentir la furia contenida en su interior—. Ella ya no está bajo tu control. No tienes derecho a dictar lo que es mejor para ella.El silencio al otro lado de la línea fue palpable. Alaia sintió cómo la tensión entre ellos aumentaba, como si un huracán estuviera a punto de desatarse. Por un momento, pensó que Liam colgaría. Pero no lo hizo.—¿Es eso lo que piensas, Alaia? —preguntó Liam finalmente, con un tono que mezclaba rabia
Alaia salió de la mansión Ryker con el corazón latiendo desbocado, casi sin aliento. Aún sentía los labios de Liam sobre los suyos, un recordatorio amargo de que, a pesar de todo, él seguía queriendo ejercer control sobre su vida. Caminó rápido hacia el auto, donde Logan y Sally esperaban con inocencia, ajenos al caos que acababa de suceder.Al llegar al vehículo, se tomó un momento para calmarse. Sabía que no podía mostrar debilidad frente a sus hijos. Con las manos temblorosas, abrió la puerta y se deslizó en el asiento del conductor. Logan la miró con curiosidad.—¿Estás bien, mamá? —preguntó él, con la voz suave, inclinándose un poco hacia adelante.Alaia asintió, esforzándose por sonreír.—Estoy bien, cariño —dijo, aunque la mentira le supo amarga en los labios. Encendió el auto y puso las manos firmemente en el volante—. Vamos a casa.El viaje fue silencioso, con Logan y Sally entretenidos con sus juguetes en el asiento trasero, mientras Alaia luchaba por mantener su mente en
El consultorio estaba sumido en una tenue luz que se colaba por las cortinas, envolviendo el espacio en una atmósfera íntima y cargada de tensión. Alaia aún sentía el calor de los labios de Nolan sobre los suyos, mientras él se inclinaba y pegaba su frente a la de ella. Ambos respiraban profundamente, como si el aire a su alrededor hubiese cambiado, cargado de una electricidad palpable. Nolan sonreía, con una expresión que revelaba tanto ternura como satisfacción.Alaia abrió los ojos lentamente y lo encontró a centímetros, observándola con una calidez que la hizo sentir vulnerable. No podía evitarlo, sentía su corazón latir con fuerza en el pecho, como una adolescente presa de un enamoramiento intenso. Un suspiro escapó de sus labios, y eso bastó para captar la atención de Nolan.—¿Qué sucede? —preguntó, su voz baja y suave, cargada de complicidad.—¿Es normal que me sienta así, como fuera de este mundo? —preguntó algo tímida, aunque sacudió la cabeza por lo absurdo que sonaba.—Yo
—Tienes razón —admitió con voz baja, con sus ojos aún fijos en el suelo—. Pero no puedo evitar pensar en lo que pasará. Hay tanto que arreglar, y no quiero que nada de esto... —hizo un gesto entre ellos—... se vea afectado. Nolan la observó en silencio por un momento, como si estuviera procesando lo que decía. Finalmente, dio un paso hacia ella y tomó su rostro entre las manos, obligándola a mirarlo a los ojos. —Alaia, te prometo que lo que tengamos no va a depender de Liam ni de la manada ni de nada más. Solo depende de nosotros. ¿Entiendes? —Sus palabras eran firmes, pero cargadas de una ternura que hacía que el corazón de Alaia se agitara. —Lo sé… pero aún así… —empezó, pero Nolan la interrumpió. —No —negó con suavidad, inclinándose lo suficiente como para rozar sus labios con los de ella—. No vamos a dejar que él arruine lo nuestro. Te lo prometo. Y sé que tenemos que enfrentar las cosas, pero cuando estamos aquí, tú y yo, quiero que nos enfoquemos en lo que sentimos. ¿De acuer
Nolan caminaba con paso firme hacia la mansión Ryker, su mandíbula estaba tensa mientras repasaba en su mente lo que había decidido hacer. Cada vez que recordaba las palabras de Alaia y el miedo reflejado en su rostro, la rabia que había intentado contener amenazaba con desbordarse. No podía permitir que su hermano la acosara más, que volviera a tocarla. Detendría a Liam, costara lo que costara.Al llegar, empujó la puerta con brusquedad. Liam estaba en su despacho de espaldas a la entrada, mirando por la ventana. Sabía que su hermano había llegado incluso antes de escuchar sus pasos.—Liam —dijo Nolan, sin molestarse en suavizar su tono—. Ya sé lo que hiciste.Liam se giró lentamente, con un brillo indescifrable en sus ojos. Sabía perfectamente a qué se refería su hermano, pero fingió no entender.—¿De qué hablas? —respondió con un deje de desdén, aunque su postura delataba cierta tensión.—Besaste a Alaia. A la fuerza —escupió Nolan, acercándose un par de pasos más—. No tienes der
Esa noche, la atmósfera en la reunión de la manada era tensa. El consejo de ancianos había convocado para la ejecución de Agnes. Nolan y Alaia estaban allí, rodeados de miembros de la manada que miraban expectantes. La piedra del juicio, fría y solemne, estaba en el centro, y en ella sería sellado el destino de la traidora.Agnes, llorosa y temblando, fue arrastrada al centro del círculo. Sus ojos desesperados buscaron a Liam, el hombre que una vez había sido su salvación. Entre sollozos desgarrados, le rogó:—¡Liam, por favor! ¡Sálvame! No puedes dejarme morir así… ¡Tú prometiste protegerme!Liam apenas la miró, su expresión era fría y vacía. Ya no veía a Agnes como una persona, sino como un recordatorio de sus errores. —Ya no eres mi responsabilidad —dijo con voz seca, su tono estaba lleno de indiferencia—. Déjame en paz.No sentía ni una gota de compasión por Agnes; para él, la mujer que alguna vez lo había seducido y arruinado su vida ahora no era más que un obstáculo que sería