Capítulo 65— Una pistaNarradorAl día siguiente, Damiano llegó a la oficina con la cabeza baja, las ojeras marcadas, y un peso invisible que lo hacía caminar más lento de lo habitual. A pesar de su esfuerzo por mantener la compostura, la desaparición de Alexandra lo tenía al borde de la desesperación. Apenas entró en su oficina, Sandra, su asistente, lo interceptó con un tono suave, pero lleno de curiosidad.—Buenos días, Damiano, te noto preocupado. ¿Está todo bien?Damiano la miró unos segundos, con el rostro tenso, antes de asentir, aunque sus ojos delataban que algo grave sucedía.—No, Sandra, no lo está —respondió, finalmente dejando escapar parte de su frustración —Alexandra… no aparece desde ayer, y no tengo idea de dónde está.Las palabras salieron con un peso enorme, casi como si estuviera compartiendo una confesión con un amigo cercano. Sandra, con una mezcla de nerviosismo y aparente preocupación, se inclinó hacia él y habló en un susurro que pretendía ser compasivo.—Buen
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