LUCA MAGNANILo veía y no lo creía, Berenice iba y venía con los niños, subiéndolos a los juegos, esperándolos al final de la resbaladilla, cuidándolos en la piscina de pelotas, y algo se me retorció por dentro. Una idea comenzó a tomar forma dentro de mi cabeza y las palabras de mi tío, el padre de Eliot, llegaron a mí como un eco cada vez más intenso: «Una mujer que sea tu aventura, tu amante o incluso tu amiga, es fácil de conseguir, pero una mujer que sea la madre de tus hijos, no tanto. Cualquiera es buena para ti, pero no cualquiera será buena para ellos».¡Ay no! A ver… ¿qué estaba pasando? Me tallé la cara y de nuevo alcé la mirada hacia ellos. Los niños parecían enamorados de Berenice y… ¿quién no? Era como tener «La Barbie Agente de Modelos», rubia, ojos azules, ropa elegante, curvilínea sin exceso, ya saben, tenía las caderas suficientes para que su andar se quebrara de manera sensual, una cintura estrecha que bien podía cubrir con solo mis manos, y unos pechos adecuados, n
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