CRISTINE FERRERAEntre el trabajo y mis arrepentimientos, pasaron un par de días. Las cosas parecían iguales, pero no lo eran. Nada había cambiado por fuera, pero por dentro era completamente diferente. Eliot seguía viviendo en el sillón de mi departamento hasta que me comentó durante el desayuno que estaba pensando en vender la casa que alguna vez intentamos compartir, donde en teoría formaríamos nuestra familia, y comprar un departamento más cerca, para no tener que acaparar la sala por las noches. Los niños notaban un poco el distanciamiento entre los dos, pero no había preguntas. Eliot los llevaba a la escuela y por las tardes los dejaba en mi trabajo, se comportaba como el padre dulce y amoroso que siempre había sido, pero el amigo y compañero que había conseguido desapareció. Me dejaba curar su herida por las noches, sin embargo… no había ninguna conversación, solo hablábamos lo sumamente necesario. Pero si me di cuenta de algo, las gardenias no dejaban de llegar a casa, sin i
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