ELIOT MAGNANI—¿Sabes por qué está encerrado? —preguntó Sloane tomándose las cosas con más seriedad.—Luca dijo que por evitar la cárcel al matar al amante de su mujer. En sí, el mero acto me dice que tiene serios problemas de ira. —¿No era de lo que yo sufría? La única diferencia era que yo la reprimía.Sloane me había dicho que la ira era algo normal, pero en mi caso a veces me generaba pensamientos intrusivos y en más de una ocasión pensé en acabar con personas solo por un arrebato de enojo. ¿Eso era normal? ¿Todos pasaban por eso al grado de planear paso a paso su crimen?—¿Crees que tú podrías ser igual? &iq
ELIOT MAGNANISu ropa era casi transparente, llevaba unas medias que le llegaban a medio muslo y un liguero que las sostenía. Cristine se veía tan sexy y seductora que no solo yo desperté, sino que también lo que guardo en los pantalones, mientras se me acercaba con esa sonrisa coqueta.—Cristine… No creo que… sea el momento para… —No alcancé a terminar cuando me quitó el café y me empujó, haciéndome caer en la silla. Mi corazón latía desesperado en cuanto se hincó ante mí.—¿Estás seguro de que quieres que me vaya? —preguntó mientras sus manos subían desde mis rodillas, acariciando mis muslos por encima del pantalón y deteniéndose sobre mi falo&mdash
ELIOT MAGNANIComo la mujer previsora que era, Cristine sacó de un pequeño bolso ropa interior nueva, la cual me causó gracia que no fuera lencería sexy, sino un conjunto de algodón con florecitas rosas que la hacía ver encantadora. La mujer seductora, la devoradora de hombres, se había ido de sabático y se había quedado la dulce y tierna esposa que horneaba galletas en sus ratos libres. Se acomodó unos pantalones de mezclilla y una camiseta holgada. Se veía más juvenil y fresca, incluso me preocupé de verme viejo a su lado, pero en cuanto volteó y me sonrió de esa manera tan dulce, toda angustia desapareció. Era un maldito egoísta de mierda, porque sabía que lo mejor sería mantener la distancia hasta saber si era buena idea seguir a su lado o mejor lejos. No quería que los problemas de mi hermano y tal vez los míos la alcanzaran, pero ¿cómo podía alejarme de ella cuando me veía de esa forma? Era la criatura más maravillosa que había tenido la suerte de conocer y la amaba tanto que
LUCA MAGNANI—No quiero arrepentirme de nada, nunca lo he hecho, no voy a empezar ahora. —Alejé mis manos de las de ella y retrocedí—. Conseguiré a un abogado que te pueda guiar durante todo el proceso, pero no voy a volver a este departamento hasta que tú lo hayas deshabitado. No te preocupes por los gastos, yo me haré cargo. »Esa es mi forma de apoyarte en esto y es lo único que haré. Hasta ahí llegan mis esfuerzos, porque no eres mi novia, ni mi esposa… ni siquiera somos amigos. Nunca lo fuimos en realidad, pero me parte el corazón verte así y no soy tan malo como para abandonar a alguien que necesita ayuda.—Luca… —dijo con voz temblorosa en cuanto empecé a retroceder—. Por favor, no me dejes sola aquí. No tengo a nadie más. Yo… no quise incomodarte ni presionarte, por favor, no puedo con esta soledad. Tengo mucho miedo. —Lo siento, Carla —respondí sintiendo un retortijón en el estómago y salí del departamento, arrepintiéndome de haber entrado ahí en primer lugar. Me sentía cad
LUCA MAGNANI—Porque te amo —respondí a Berenice sin dudar y sentí que mi pecho se llenó de aire. ¿Se lo había dicho en serio? Podría haber sido un mujeriego empedernido, pero nunca le había dicho a ninguna mujer que la amaba. Era mi primera vez y estaba seguro de que era la correcta—. Si no te tengo a ti, no quiero estar con nadie más, Berenice. Te lo prometí, seré bueno, haré lo que sea por ti. Quiero estar contigo y quiero hacer las cosas bien, y esa es mi respuesta a por qué quiero hacerlo… porque te amo.»Quiero dejar de viajar, quiero quedarme donde tú estés, quiero ser el hombre que se parta el lomo por ti, quiero dedicarte mi trabajo y mi esfuerzo, quiero que seas lo primero que vea al despertar y lo último antes de ir a dormir. »Quiero ser la primera persona con la que hables de tus problemas porque confías en que podré ayudarte a resolverlos, quiero ser quien te consuele y te proteja, quiero… ¡carajo! ¡Quiero que compartas tu sueño conmigo! ¡Quiero ser quien te apoye a pone
SLOANE D’MARCONo iba a ser un problema entrar al psiquiátrico, después de todo el director era un gran amigo mío, así que cuando le dije que iría de visita, parecía feliz. —No le entregues nada puntiagudo o filoso… De preferencia, no le entregues nada —dijo mientras caminaba delante de mí y su cara se volvía de horror—. Ni siquiera te acerques a los barrotes. No sabes cuantas manos ha roto ese hombre. Es una bestia. »¿Por qué tienes interés en él? Pensé que ya no te relacionabas con pacientes psiquiátricos. —Intento no hacerlo… Me estresan —contesté con un resoplido. Mis tacones eran lo único que se escuchaba en ese largo, oscuro y húmedo pasillo, cuando de pronto mi amigo se volteó rápidamente. —No suele hablar con nadie… Solo responde de manera agresiva a toda clase de acercamiento. Cada vez está peor, pero… hay una enfermera a la cual acepta, incluso hemos visto que permite que esta lo toque, ya sabes, pequeñas caricias en sus manos a través de los barrotes. Si… necesitas info
LUCA MAGNANI—Por fin lo logró… —dijo Bruno parado detrás del sofá, mientras Berenice retozaba entre mis brazos y yo me sentía el hombre más suertudo de todo el maldito mundo, ni siquiera me quería mover para que ella no se incomodara. Era como tener un gato dormilón en el pecho. —Se tardó mucho —contestó Leonardo. —Se hubiera tardado menos si se hubiera puesto un mameluco de osito como nosotros —agregó Gerardo divertido. —¡Los estoy oyendo, trío de genios! —exclamé y solo respondieron con risitas divertidas detrás de nosotros. Cuando me di cuenta de que Berenice también estaba riendo, me sorprendí. —¿Cuándo me sorprenderás con un mameluco de osito? —preguntó divertida, viéndome con esos enormes ojos azules tan lindos y una sonrisa gentil. —De osito, de dinosaurio, de lo que tú me pidas —respondí sin dudar mientras acariciaba sus hermosos cabellos rubios. De pronto su gesto se volvió triste y me afectó como si me hubiera caído una tonelada de nieve encima. ¿Eso era normal? Era co
LUCA MAGNANICristine me vio con una mirada rota y llena de miedo, dándole vuelta a mis palabras y asintió resignada, enfocándose de nuevo en la comida. Me lavé las manos en la tarja y cuando estaba dispuesto a regresar con Berenice su voz volvió a resonar, esta vez más firme:—Luca… ¿A dónde vas? —preguntó como mamá regañona sin dejar de hacer las albóndigas. —Ah… ¿con mi nueva novia? —No sabía si su pregunta era literal o capciosa. —Creo que necesitamos poner algunos puntos sobre las íes y hablar muy seriamente tú y yo —agregó haciéndome sentir como un niño regañado. Regresé sobre mis pasos y tragué saliva en cuanto me vio por el rabillo del ojo. —¿Qué ocurre? —pregunté con voz entrecortada. —Solo quiero aclarar que Berenice no se quedará a dormir contigo aquí. Este no es un hotel. Lo que empezó como un departamento de madre soltera ahora parece hostal.—¡No me hagas eso! No pienso regresar a mi departamento… no por ahora, de hecho, creo que nunca —contesté recordando a Carla y