LUCA MAGNANICristine me vio con una mirada rota y llena de miedo, dándole vuelta a mis palabras y asintió resignada, enfocándose de nuevo en la comida. Me lavé las manos en la tarja y cuando estaba dispuesto a regresar con Berenice su voz volvió a resonar, esta vez más firme:—Luca… ¿A dónde vas? —preguntó como mamá regañona sin dejar de hacer las albóndigas. —Ah… ¿con mi nueva novia? —No sabía si su pregunta era literal o capciosa. —Creo que necesitamos poner algunos puntos sobre las íes y hablar muy seriamente tú y yo —agregó haciéndome sentir como un niño regañado. Regresé sobre mis pasos y tragué saliva en cuanto me vio por el rabillo del ojo. —¿Qué ocurre? —pregunté con voz entrecortada. —Solo quiero aclarar que Berenice no se quedará a dormir contigo aquí. Este no es un hotel. Lo que empezó como un departamento de madre soltera ahora parece hostal.—¡No me hagas eso! No pienso regresar a mi departamento… no por ahora, de hecho, creo que nunca —contesté recordando a Carla y
SLOANE D’MARCOEscuché una y otra vez la grabación de nuestra breve plática mientras repasaba el expediente de Derek en mi escritorio. Había sido internado en ese psiquiátrico en cuanto cumplió 18 años, acusado de homicidio intencional. No encontré datos de la víctima, mucho menos de la supuesta novia que le fue infiel. Derek había permanecido encerrado en ese lugar alrededor de veinte años. Si no tenía una enfermedad mental declarada, ya la había adquirido. Acaricié la foto de ingreso, se veía tan joven y al mismo tiempo su mirada ya mostraba una rabia muy profunda, podía leer sus deseos de venganza. Deslicé mis dedos por cada renglón mientras hacía apuntes. Cada examen que le hacían parecía más descabellado que el anterior, pero marcaba un serio deterioro de su psique, dejándome en claro que fue una víctima del sistema de justicia y sus lagunas. ¿Qué habría sido mejor? ¿Pagar una condena en la cárcel o permanecer encerrado en esa celda oscura dentro del psiquiátrico? Resoplé agot
SLOANE D’MARCO—Te estaba esperando… —contesté antes de soltar a mi bebé y dejar que saliera corriendo de mi despacho, sabiendo que era momento de que mamá se pusiera a trabajar. Cuando Brian se detuvo al lado de Eliot y este acarició sus cabellos rojos, mi corazón dio un vuelco. Recordé las palabras de su primo y como aseguraba que mi pequeño Brian era su hijo. Yo sabía que… él no podía ser el padre de mi bebé, pero cómo podía justificar el parecido que compartían cuando mi mente tenía una gran laguna con respecto al padre de Brian.—Necesito más información —dije en cuanto la puerta se cerró detrás de Eliot—. ¿Quién era la novia de Derek? ¿Cómo se llamaba el hombre al que mató? ¿Sabías que Derek escapó hace cinco años? —¿Qué? —Eliot estaba cada vez más abrumado y sacó un cigarro, su método de defensa cuando se sentía estresado—. No lo sé… Cuando pasó lo de Derek nunca tuve intenciones de indagar en su pasado, me dolía mucho creer que mi hermano había muerto. Solo sé por mi madre q
SLOANE D’MARCO—No sé qué es lo que buscas, pero de una vez te digo que hablar con ese hombre es como hablar con la pared, ¿lo entiendes? —dijo mi amigo refunfuñando mientras me guiaba de nuevo hacia el oscuro pasillo—. Lo único que me sorprende es que haya aceptado hablar contigo una vez más. Los últimos años ha preferido su privacidad. Apreté los labios y seguí caminando, angustiada, cuando de pronto choqué con una mujer, era una de las enfermeras. Mi libreta y mi bolso cayeron de la misma manera que su juego de llaves y algunos fierros retorcidos que se me hicieron extraños. Cuando quise tomar uno, la mujer me lo arrebató rápidamente, entonces vi a la chica frente a mí, de cabellos castaños y mirada fría. No tenía que ser una psicóloga muy experimentada en el lenguaje corporal para notar su desagrado hacia mí. Me veía con tal desdén que se me hizo incomprensible. ¡Jamás la había visto en mi vida! ¡¿Por qué me veía tan feo?! Bueno, también juraba nunca haber visto a Derek y él me
SLOANE D’MARCO—¡¿Qué carajos estás diciendo?! —exclamó Derek furioso y regresó sobre sus pasos, entonces decidí alejarme de la reja, por fin preocupada de lo que me pudiera hacer si me alcanzaba—. Yo no hice nada que tú no me pidieras.—Deberías de dar gracias que mi padre me ayudó a olvidar un evento tan traumático —dije llena de rencor sin dejar de llorar.—Tu padre… —pronunció como si esa palabra fuera amarga en su paladar—. ¿Por qué no me sorprende? Entorné los ojos y ladeé la cabeza sin comprender. Había más en todas mis lagunas, bloques de memoria perdidos y ocultos. Me sentía tan agotada de pensar que de pronto sentí que podría quedarme dormida ahí, de pie. —Eres una cobarde y él un reverendo cabrón. Tienes suerte de haberme olvidado, lamentablemente para mí, yo aún tengo que seguir cargando el peso de tus recuerdos. —Rechinó los dientes, lleno de furia—. Si crees que te violé esa noche, entonces… ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no vas a levantar la denuncia y me hundes un poco má
SLOANE D’MARCO—Ese es el problema con la seguridad de este pabellón. Las puertas se abren a la primera variación de luz, pero en cuanto vuelven a ser cerradas, la cerradura se traba hasta que vuelvan a abrirlas desde el punto de control. Explicó Derek casi en un susurro mientras yo me recorría en la cama, empujándome con los talones hasta que me pegué a la esquina. Ya me imaginaba como me veía, como un animal asustado, un conejo con el corazón a punto de explotar, mientras él se mantenía atemorizante y controlado frente a mí. Se acercó lentamente sin apartar su mirada de la mía. El aire parecía acabarse entre nosotros y un grito empezaba a formarse en el fondo de mi garganta, pero sabía que nadie lo escucharía y tal vez Derek perdería la paciencia y me torcería el cuello para callarme. Se sentó en el extremo de la cama y estiró su mano hacia mí. Al principio estaba tan aterrada que no sabía qué era lo que quería, pero después entendí que solo deseaba revisar mi muñeca. Con temor,
SLOANE D’MARCOEsa noche… no fue una violación como todo mundo me aseguró después de la terapia que me dio mi padre, me había entregado por convicción propia y mi corazón se retorció. Cuando abandoné el palacio de mi memoria, después de haber tumbado esa pesada puerta y acceder a ese recuerdo, me di cuenta de que estaba de nuevo en la celda, con Derek, pero el beso había avanzado más de lo que esperaba. De pronto estaba recostada en la cama, con él encima de mí, cubriéndome con su cuerpo mientras sus ojos negros me veían con adoración y al mismo tiempo desesperación. Me estrechaba con la fuerza suficiente para que su calor me envolviera. Su rostro era una mueca de sufrimiento, parecía querer seguir encima de mí pese a que el contacto entre nosotros dolía. Tomé su rostro entre mis manos y guie sus labios de regreso a los míos. Todavía había una puerta en mi memoria que no caía, algo en mi pasado que nos unía y que él solo sabía, bueno, él y mi padre. ¿Quién de los dos sería más fácil
SLOANE D’MARCO—¡Déjenlo! —Por más que gritaba, era como si nadie me escuchara. Cuando mi amigo estaba a punto de sacarme de la celda, noté como Derek volteó lo suficiente para verme por el rabillo del ojo mientras seguían sometiéndolo contra la pared. Parecía triste y desilusionado, como si en el fondo no quisiera que me fuera o eso fue lo que me imaginé. De pronto uno de los enfermeros lo golpeó, obligándolo a mantener el rostro hacia la pared y ya no pude más. Me zafé del agarre del director y regresé corriendo. Con una fuerza que no reconocí, tiré del hombro de ese enfermero y lo golpeé en la cara. Mientras el enorme hombre retrocedía adolorido cubriendo su rostro, yo sacudía mi mano, la cual parecía hecha polvo y palpitaba dolorosamente. Había golpeado a ese hombre con la misma mano que me había vendado Derek con la mascada. —¡Sloane! ¡¿Qué haces?! —exclamó mi amigo regresando por mí, sorprendido de mi actitud. —¡Diles que lo dejen en paz! ¡No es un animal! —grité desesperada—