Capítulo 122: Ceguera maternal

LUCA MAGNANI

—Por fin lo logró… —dijo Bruno parado detrás del sofá, mientras Berenice retozaba entre mis brazos y yo me sentía el hombre más suertudo de todo el maldito mundo, ni siquiera me quería mover para que ella no se incomodara. Era como tener un gato dormilón en el pecho.

—Se tardó mucho —contestó Leonardo.

—Se hubiera tardado menos si se hubiera puesto un mameluco de osito como nosotros —agregó Gerardo divertido.

—¡Los estoy oyendo, trío de genios! —exclamé y solo respondieron con risitas divertidas detrás de nosotros. Cuando me di cuenta de que Berenice también estaba riendo, me sorprendí.

—¿Cuándo me sorprenderás con un mameluco de osito? —preguntó divertida, viéndome con esos enormes ojos azules tan lindos y una sonrisa gentil.

—De osito, de dinosaurio, de lo que tú me pidas —respondí sin dudar mientras acariciaba sus hermosos cabellos rubios. De pronto su gesto se volvió triste y me afectó como si me hubiera caído una tonelada de nieve encima. ¿Eso era normal? Era co
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