SLOANE D’MARCO—¡¿Qué carajos estás diciendo?! —exclamó Derek furioso y regresó sobre sus pasos, entonces decidí alejarme de la reja, por fin preocupada de lo que me pudiera hacer si me alcanzaba—. Yo no hice nada que tú no me pidieras.—Deberías de dar gracias que mi padre me ayudó a olvidar un evento tan traumático —dije llena de rencor sin dejar de llorar.—Tu padre… —pronunció como si esa palabra fuera amarga en su paladar—. ¿Por qué no me sorprende? Entorné los ojos y ladeé la cabeza sin comprender. Había más en todas mis lagunas, bloques de memoria perdidos y ocultos. Me sentía tan agotada de pensar que de pronto sentí que podría quedarme dormida ahí, de pie. —Eres una cobarde y él un reverendo cabrón. Tienes suerte de haberme olvidado, lamentablemente para mí, yo aún tengo que seguir cargando el peso de tus recuerdos. —Rechinó los dientes, lleno de furia—. Si crees que te violé esa noche, entonces… ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no vas a levantar la denuncia y me hundes un poco má
SLOANE D’MARCO—Ese es el problema con la seguridad de este pabellón. Las puertas se abren a la primera variación de luz, pero en cuanto vuelven a ser cerradas, la cerradura se traba hasta que vuelvan a abrirlas desde el punto de control. Explicó Derek casi en un susurro mientras yo me recorría en la cama, empujándome con los talones hasta que me pegué a la esquina. Ya me imaginaba como me veía, como un animal asustado, un conejo con el corazón a punto de explotar, mientras él se mantenía atemorizante y controlado frente a mí. Se acercó lentamente sin apartar su mirada de la mía. El aire parecía acabarse entre nosotros y un grito empezaba a formarse en el fondo de mi garganta, pero sabía que nadie lo escucharía y tal vez Derek perdería la paciencia y me torcería el cuello para callarme. Se sentó en el extremo de la cama y estiró su mano hacia mí. Al principio estaba tan aterrada que no sabía qué era lo que quería, pero después entendí que solo deseaba revisar mi muñeca. Con temor,
SLOANE D’MARCOEsa noche… no fue una violación como todo mundo me aseguró después de la terapia que me dio mi padre, me había entregado por convicción propia y mi corazón se retorció. Cuando abandoné el palacio de mi memoria, después de haber tumbado esa pesada puerta y acceder a ese recuerdo, me di cuenta de que estaba de nuevo en la celda, con Derek, pero el beso había avanzado más de lo que esperaba. De pronto estaba recostada en la cama, con él encima de mí, cubriéndome con su cuerpo mientras sus ojos negros me veían con adoración y al mismo tiempo desesperación. Me estrechaba con la fuerza suficiente para que su calor me envolviera. Su rostro era una mueca de sufrimiento, parecía querer seguir encima de mí pese a que el contacto entre nosotros dolía. Tomé su rostro entre mis manos y guie sus labios de regreso a los míos. Todavía había una puerta en mi memoria que no caía, algo en mi pasado que nos unía y que él solo sabía, bueno, él y mi padre. ¿Quién de los dos sería más fácil
SLOANE D’MARCO—¡Déjenlo! —Por más que gritaba, era como si nadie me escuchara. Cuando mi amigo estaba a punto de sacarme de la celda, noté como Derek volteó lo suficiente para verme por el rabillo del ojo mientras seguían sometiéndolo contra la pared. Parecía triste y desilusionado, como si en el fondo no quisiera que me fuera o eso fue lo que me imaginé. De pronto uno de los enfermeros lo golpeó, obligándolo a mantener el rostro hacia la pared y ya no pude más. Me zafé del agarre del director y regresé corriendo. Con una fuerza que no reconocí, tiré del hombro de ese enfermero y lo golpeé en la cara. Mientras el enorme hombre retrocedía adolorido cubriendo su rostro, yo sacudía mi mano, la cual parecía hecha polvo y palpitaba dolorosamente. Había golpeado a ese hombre con la misma mano que me había vendado Derek con la mascada. —¡Sloane! ¡¿Qué haces?! —exclamó mi amigo regresando por mí, sorprendido de mi actitud. —¡Diles que lo dejen en paz! ¡No es un animal! —grité desesperada—
SLOANE D’MARCOLlegué a mi hogar casi haciendo derrapar el auto mientras las palabras de mi amigo me daban vueltas en la cabeza. Él juraba que no había mencionado el nombre de Derek con mi padre y tenía fe en que me había dicho la verdad. Había algo entre Derek y mi padre que aún no resolvía y no necesitaba escuchar más regaños y ganarme más límites. Entré a la casa casi corriendo, la niñera me recibió con una sonrisa incómoda y más allá de ella estaba mi padre cargando a mi hijo. Su nieto era lo más importante en la vida, incluso yo quedaba en segundo plano cuando se trataba de las necesidades de Brian, y lo apreciaba mucho, pero debía de admitir que también llegamos a tener problemas por lo absorbente que podía ser mi padre. —Ya era hora de que llegaras… —pronunció con esa voz calmada, sin siquiera darse vuelta para verme—. Han pasado muchos días sin que visites la casa. Ya no recordaba la cara de mi lindo nieto. ¿Crees que eso es justo? Cuando por fin volteó, noté que Brian esta
SLOANE D’MARCO—¡Tu padre es un insensible! —exclamó Rinaldi frente a mí, caminando de un lado a otro frente a mi escritorio mientras revisaba mi agenda. Tenía que informarles a mis pacientes que nuestras sesiones se suspenderían por un tiempo, pero con los gritos de ese idiota no podía concentrarme.—Dime… ¿por qué te animaste a salir de tu departamento de soltero y venir a perturbar mi paz? —pregunté cerrando la agenda con fuerza mientras lo veía por encima de los lentes.—¿Se te olvida que estamos casados? Bueno, ¡¿por qué lo pregunto?! ¡Ni siquiera usas la sortija! —Manoteó frustrado. No tenía que ser muy inteligente para saber que él se ponía su anillo solo cuando venía de visita o sabía que vería a mi padre. La cartera de mi familia se había convertido en un colchón para él. Podía recibir un salario mediocre como maestro y perseguir modelos jóvenes sin preocuparse por sus gastos. Ese era el único motivo por el cual aceptó casarse con una madre soltera. Se embriagaba con los ben
SLOANE D’MARCODe lo único que me siento culpable es que, gracias al dinero que recibía Rinaldi de mí y de mi padre, podía darse el lujo de tener tiempo libre para acechar a todas esas jovencitas que querían hacerse de un renombre en el mundo de la moda. ¿Quién podría creerle que con el sueldo de maestro alcanzaría a comprarse un departamento como el que presumía y donde metió a todas sus víctimas para cobrarse cada favor? ¿Quién podría asegurar que le alcanzaba para el auto último modelo que conducía y toda esa ropa cara? —Esto no se acaba hasta que yo lo diga… si no quieres que le diga a tu padre que no he pasado ni un solo día en esta estúpida casa ni hemos consumado nuestro matrimonio, hablarás con él y como la esposa ejemplar que eres, me ayudarás a sortear este problema —agregó y entonces noté que algo se le ocurrió, sus ojos tenían ese brillo ambicioso que me retorció el estómago—. A menos que quieras que nuestro matrimonio se vuelva real y le demos un hermanito a Brian. Tal
ELIOT MAGNANI—Luca… suelta a ese niño —dije demandante, ya me estaba cansando de sus sospechas de que Brian era mío cuando en todos estos años no he tocado a otra mujer que no sea Cristine. Mi primo nos sonrió de esa manera que me preocupaba, como si el diablo se le hubiera metido.—Como tú digas —agregó antes de soltar al pequeño desde una altura considerable. Sloane gritó y casi se desmaya, pero Luca atrapó al pequeño antes de que tocara el piso. —Hijo de tu… —siseó Sloane acercándose a Luca. ¿Sería prudente informarle que ella tenía una pistola en el bolsillo?—. ¡Regrésame a mi hijo!—No es mi culpa, «rojita», dile a tu paciente en la siguiente sesión que sea más claro cuando hable —contestó Luca mientras el pequeño Brian reía divertido y estiraba sus brazos hacia mi primo pidiendo que se repitiera. —Si es que hay otra sesión —agregué notando como la incertidumbre volvía a apoderarse del rostro de Sloane y agachaba la mirada. —Sí, estaremos fuera de casa por un tiempo —su voz s