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Todos os capítulos do Atrapada, en las manos del CEO: Capítulo 131 - Capítulo 140
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CXXX Una nueva oportunidad
La pausa de la vida de Libi por fin había terminado. Había sobrevivido a torturas indecibles en el sótano a manos de Damien, a quien había matado, y ahora debía juntar los pedazos que quedaban de sí misma y rearmarse. Nunca volvería a ser la misma de antes, pero aspiraba a ser un poco mejor.El mesero puso frente a ella un plato de huevos con tocino, Libi hizo una imperceptible mueca al sentir su aroma.—Hay un error, yo no como carne. Este es el desayuno de alguien más.El hombre se disculpó y su tarta llegó pronto. La comió mientras garabateaba en una libreta. Palabras, dibujos, líneas vagas que prometían ser una idea. Ella no paraba de trabajar ni al desayunar contemplando la campiña italiana.Tres años habían pasado desde que Lucy la rescatara del abismo y desde entonces no había parado de trabajar. En cuanto sus heridas físicas sanaron, regresó a la universidad y consiguió un nuevo trabajo. Sus magníficas calificaciones y el talento innato que la caracterizaba le permitieron postu
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CXXXI ¿Libertad?
—¿Es su primera vez volando? —preguntó el hombre sentado en el avión junto a Libi.Las manos le temblaban. Por mucho que ella intentara disimular, él lo había notado.—No, sólo tengo… frío.Decirle que era él quien la hacía temblar y la forma en que, de vez en cuando, lo había atrapado viéndole las piernas era impensado. El vestido que usaba le llegaba unos cuantos centímetros sobre la rodilla y las medias oscuras ocultaban las marcas de los mordiscos de las ratas, nada que llamara la atención.Los recuerdos de aquellos días eran vagos, se iban borrando como las huellas en la arena y agradecía por eso. No recordaba haber puesto fin a la vida de Damien ni la mitad de las aberraciones a las que la sometió. Recordaba el miedo, el hambre y los aromas nauseabundos. Recordaba ahogarse en las esencias mortuorias del cuerpo del verdugo en descomposición.Tampoco recordaba en qué momento las ratas habían empezado a devorarla a ella también, pero allí estaban las marcas y cuando un hombre le mi
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CXXXII Esperanza y Libertad
—Si aceptas, empezaremos los trámites de adopción de inmediato. Es un proceso largo y tedioso, pero con ayuda de mis abogados lo haremos lo más expedito posible —aseguró Lucy.Libi le sonrió nerviosamente mientras avanzaban por el pasillo.—Su madre es una drogadicta. La maltrataba, ni siquiera la alimentaba apropiadamente. La dejó con unos vecinos y nunca regresó por ella. Los infelices también le hicieron daño. Sólo apareció una vez y fue para pedirles dinero para drogas. Mujeres así no merecen ser madres.Entraron a una sala hermosamente decorada con motivos infantiles. Había muchos juguetes repartidos en mesitas pequeñas. En una de ellas estaba la niña, acompañada de una mujer. Su hermoso y pálido rostro destacaba bajo un fino y delicado cabello rojo. Parecía una muñequita de porcelana. En casa de Lucy había algunas, eran de la abuela que nunca conoció. —Tiene tres años —le dijo Lucy. Esa era la edad que tendría el bebé de Libi e Irum si no lo hubieran perdido. Ya no podía culpa
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CXXXIII Su deber en la vida
Con las manos en la cintura, Libi dio una vuelta sobre su eje. —¿Me veo bien? Espi asintió y eso era más que suficiente. Revisó el contenido de la mochila: yogur, cereal, una muda de ropa, pijama, un cuaderno de dibujos y el estuche. —¿Vas a llevar algo más, Sofi? Ella cogió su conejito de peluche y subieron al auto. Lucy les dio la bienvenida en su casa. Libi le entregó la mochila. —Gracias por cuidarla. —Ni hablar, nos la pasaremos genial en nuestra pijamada —estiró la mano y con Espi chocaron palmas—. Pasa, cariño. En la sala hay galletas que Doris hizo especialmente para ti. Espi se despidió de Libi con un abrazo y fue a sentarse a la sala. —Te ves preciosa, espero que te diviertas. —No voy a una fiesta, Lucy, es una cena de negocios. Ojalá algún día pueda contratar a alguien que haga esas cosas en mi lugar. —Relájate, estos eventos pueden ser divertidos. Sonríele a todo el mundo, eso ya te hará ganar unos puntos. Libi hizo una mueca que parecía una sonrisa. —Sé que
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CXXXIV Inconclusa
—En el fondo siempre quisiste ser el jefe, admítelo.Sentado tras el escritorio principal de la oficina, Alejandro tecleaba con la vista en la pantalla de su portátil.—Claro que no, la primera línea no es lo mío, prefiero trabajar desde las sombras —aseguró el abogado. Frente a la ventana, mirando cómo la estación invernal se cernía sobre la ciudad, Irum no le creyó.—Lo has hecho muy bien todos estos años siendo el jefe. Armaste un imperio desde las cenizas y te aplaudo por eso.—Sólo hice lo que pensé que tú querrías que hiciera. Seguí tus órdenes, espero no haberme equivocado.—Lo hiciste, pero ya no importa —murmuró Irum.—¿Cómo dices?—¿Crees que vaya a nevar? —No lo sé, no he tenido tiempo de ver el reporte del... tiempo.Qué más daba. Si Irum quería nieve podía viajar a alguna ciudad o país donde la hubiera, podía recorrer el mundo entero persiguiendo el invierno si le daba la gana. No necesitaba esperar que la nieve llegara a él, él podía ir hacia ella. —No ha nevado desde
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CXXXV El pasado, ¿pasado?
El tiempo es relativo. A veces, cuando el miedo apremiaba, podía vivirse toda una vida en apenas un parpadeo. Eso le pasó a Libi. En el instante en que sus ojos se encontraron con los oscuros de Irum, todo el tiempo que compartieron se desplegó ante ella.El principio se fundió con el fin y el estruendo del atropello estalló en sus oídos. El pasado se quedó en el pasado y el presente fue la cafetería. La campana sobre la puerta sonó cuando alguien entró y una moneda rodó al caérsele a un hombre que pagaba la cuenta.—Libertad… Tenemos mucho de qué hablar —Irum dio un paso hacia delante, Libi retrocedió dos.—No. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. ¡Se terminó, todo se terminó! Sigue con tu vida y yo seguiré con la mía. Y aléjate de mí, no te me acerques —dio media vuelta para salir, pero se detuvo. Algo le faltaba.Algo en su mano, una ausencia...El calor de otra mano.—¿Espi?... ¡Espi!La niña no estaba a su lado. En el breve parpadeo que había durado una vida la había perdido. E
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CXXXVI Visitante nocturno
—La terapeuta dijo que debo actuar como si fuera algo normal, pero estoy tan feliz que quiero hacer una fiesta para celebrarlo. ¡Mi hija ya habla! Lucy está de viaje, no va a poder creerlo cuando se lo cuente. —Podemos hacer una fiesta en su honor, yo prepararé la cena y un postre especial para la bambina Rojita. Le diremos que estamos celebrando que llegó la nieve. —Eres tan listo, Marcelo, por eso me gusta trabajar contigo. —¿De verdad? Yo pensé que no te resistías a mi encanto italiano. —Esa es la segunda razón. ¿El ceramista llegó? —Sí, está haciendo un inventario. Vamos, te lo presentaré. El ceramista, un joven talento graduado hacía poco, se llamaba Leonardo Arias y ya tenía listo el inventario. Libi le habló de los proyectos que tenían en mente y él aportó con sus ideas. —Los soportes para incienso se venden muy bien, al igual que las ánforas para las cenizas de las mascotas —les contó. —Eso es algo tétrico —opinó Marcelo—. No somos una funeraria. —Yo sólo digo que
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CXXXVII Sus cicatrices
—Este tipo de cámara no almacena contenido, sólo transmite la imagen en tiempo real. No es la mejor opción si estás pensando en seguridad. Puedo recomendarte mejores modelos. —¿Y es posible rastrearla? ¿Saber a dónde transmitía o quién la compró?—No. Las venden en todas las tiendas de tecnología y puedes comprarlas por la web al por mayor desde China. ¿Estás pensando en usarlas para espiar a alguien? —No, K. Sólo quería saber más al respecto, he pensado en poner cámaras en el taller, almacenamos muchos productos ahí.—Te enviaré las mejores alternativas durante el día.—No hay prisa, no quiero quitarte mas tiempo.—Descuida, con Lucy de viaje tengo mucho tiempo libre. Estamos en contacto.Una foto de la cámara le había enviado Libi a K para obtener más información. Se había pasado la noche en vela, esperando, atenta a cada sonido que proviniera del exterior, pero el visitante no había aparecido. Marcelo se ofreció a llevar a Espi al jardín mientras ella esperaba al cerrajero. Una
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CXXXVIII Monstruos
Marcelo terminó de trabajar frente a la computadora y fue a ver a Libi. Su inquieta socia había estado demasiado silenciosa toda la mañana y esperaba su opinión sobre unos artículos que estaba diseñando. La razón quedó clara cuando la encontró dormida sobre el escritorio. En su pálido rostro, las ojeras no se mantenían ocultas mucho tiempo y las de ella parecían brillar como una baliza que alertaba sobre un peligro inminente. Le cubrió la espalda con la chaqueta que colgaba del respaldo de la silla y procuró que en el taller hubiera el silencio suficiente para que pudiera descansar. Ella apareció a la hora del almuerzo, se desplazaba con andar somnoliento. —Pareces un zombie, bella mia. —Gracias, tú también estás muy guapo —se dejó caer en la silla junto a él y dio un largo bostezo. —¿Todavía te preocupa lo del visitante nocturno? —Qué va, eran desvaríos de mi vecina loca. —Pero pareces no estar descansando mucho últimamente. —Tengo algo de insomnio, nada nuevo, nada que
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CXXXIX Lo que Irum quiere
Un mensaje llegó al teléfono de Libi justo cuando estaba por salir de la habitación, lista para la guerra. Era Marcelo, avisando que estaba afuera. Sus hombros se relajaron y devolvió el b4te a su escondite. —Todo está bien. Veré qué quiere el tío Marcelo. Ya vuelvo. Espi asintió, no muy convencida. Parado en la entrada, Marcelo oyó cómo Libi corría el sillón para desbloquear la puerta. —Me diste un gran susto. ¿Pasó algo?—Tal vez no debería estar aquí. Iba de camino a juntarme con unos amigos, pero he estado pensando en esto todo el día, desde ayer de hecho y... No quiero asustarte más.—Habla, Marcelo. Lo que sea, puedo enfrentarlo. —Tiene que ver con lo que dijo Leonardo sobre el auto negro. Cuando llegué aquí, también me seguía un auto negro. Pensé que eran delirios míos y no le di importancia, luego lo olvidé, hasta ahora. Libi no se vio sorprendida en lo absoluto. Al contrario, era una confirmación que la hacía sentir menos loca por bloquear la puerta con el sillón y dorm
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