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Todos los capítulos de Zinerva: Legado de Amor: Capítulo 31 - Capítulo 40
46 chapters
30.
| Zinerva |Miro al gran macho frente a mí, está enorme, pero tiene un pecho lindo, unos pectorales muy grandes, casi esponjosos.—Los quiero morder — dice Accalia.También tiene el cabello largo como Antosha, pero el suyo es más oscuro. No sé si está pelón a los lados, aunque sí tiene barba.Él me sonríe, yo me alejo hasta que mi espalda choca contra la pared. Estoy en otra plataforma, pero esta huele a él, demasiado.No es el mismo olor que ellos desprenden, ni siquiera es tan parecido, pero igual me atrae, me provoca curiosidad.Él se termina de poner sus telas, me da la espalda y yo dudo, debería aprovechar para atacar. Se está agachando, gateo para acercarme a él.—No lo quiero lastimar — mi loba chilla.Yo la ignoro, mis garras salen. Cuando estoy en el borde, él se voltea y yo me congelo. Él alza una ceja y me mira.—No te conviene jugar conmigo, musa — advierte.Yo me siento y miro a otro lado, su sonrisa no me gusta. Quiero a mis Alfas, quiero sus besos, su comida, sus abrazos
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31.
| Anakin |— Todo estará bien, ya verás que pronto encontrarán algo que los guíe a ella — mi madre me entrega una taza de café, yo solo bebo un sorbo para no despreciarla. Cada vez que veo la comida se me viene una imagen de ella. Miro hacia el suelo para que no vea las ganas que tengo de llorar.— Debí haber hecho algo, ese día tenía un presentimiento, debí haber encarado a nuestra bisabuela, pero en vez de eso me fui. Ella es la única que puede ayudarnos — me acomodo el cabello y siento como ella me abraza.— No es tu culpa, nadie pudo haberlo imaginado... — la interrumpo.— ¡Somos sus mates, sus compañeros y protectores! — ella se sobresalta — Si nosotros no podemos protegerla entonces, ¿quién lo hará?— ¡Vuelve a levantarle la voz a tu madre y te quedas sin lengua! — siento un gran peso sobre mi espalda y nuca por la voz de mando de mi padre Garald. Solo un par de palabras más y estaría de rodillas.— Lo siento — murmuro casi jadeando por el esfuerzo de no sucumbir y mostrarme sumi
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32.
| Alexander |— Deja tus jueguitos, no puedo creer lo que hiciste — se acerca a mí y yo sonrío.— ¿En serio no puedes creerlo? — me burlo — Te está empezando a fallar el cerebro si piensas que también les voy a regalar a mi mate, fue suficiente con dejarles el gran territorio que tienen y el puesto que por derecho me pertenece, deberías estar feliz porque no empecé una guerra que estoy seguro ganaría — ella se tensa y mis sospechas se confirman.— No creas que me quedaré con los brazos cruzados — yo me río.— Haz lo que quieras, abu, yo tomé lo que me pertenece de la mejor forma, si quieres empeorar las cosas toda la culpa recaerá sobre ti cuando tome la manada que también me pertenece y decapite al trío que tanto proteges — ella me mira mal y solo desaparece.No me preocupa que mi musa haya escuchado la conversación, en mi dormitorio no entran los sonidos a menos de que le pongas seguro a la puerta por dentro o la dejes abierta.Me mantengo el resto del día y la noche en la sala, no p
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33.
| Alexander |Observo cómo ella escribe mientras su tutora le explica cómo sostener mejor el lápiz. Es su tercer día con ella. Admito que estuve dudando de sus métodos de enseñanza, ya que en tres días esta es la primera vez que escribe. Pensé que desde el día uno estaría enseñándole a escribir, pero los días pasados solo la puso a pintar, dibujar e incluso colorear, además de memorizarse el alfabeto tanto en español como en inglés. Estoy presente en todas sus clases. A pesar de haber elegido a los candidatos para ser sus posibles profesores, no me confío. La única persona en la que un macho debe confiar es su hembra; el resto son extraños. Nunca terminas de conocer a una persona, no importa los años que pases a su lado, y lo más importante, ellos pueden cambiar.Una persona o ser puede cambiar sus creencias completamente con los años, incluso sus gustos. Además, al final del día, nadie es un santo; todos buscamos nuestro propio bienestar, de forma consciente o inconsciente.Su tutora
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34.
| Anakin |Camino lentamente, tratando de luchar contra las ganas de volver a mi cama. Cada paso es una lucha; nunca en mi vida había estado enfermo. Soy un licántropo, las enfermedades que nos afectan son tan pocas que nuestros enemigos creen que no existen. Cuando logro llegar a la sala de la casa de Arman, me dejo caer en un sofá individual. Ellos siguen aquí; los escuché hablar en la noche, pero la fiebre era tan alta que me dejó inconsciente. Cada día me siento peor.—¿Me pueden dar un resumen? —suplico al ver que nadie me presta atención.—Hicimos una lista de las manadas que presentaron a una Luna desde el día en que la Luna Zinerva desapareció. También enviamos a nuestros espías. Son solo cinco manadas, pero aún existe la posibilidad de que no la hayan presentado aún para evitar que los descubramos —dice Matvey sin dejar de mirar unos papeles. Incluso Antosha está sentado en una esquina revisando otros papeles. Yo ayudaría, pero cuando intento leer, las letras se me unen.—Ent
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35.
| Arman |Miro el reporte sin poder creerlo. Aunque aún no estamos seguros y necesitamos más pruebas, esto no podría ser peor.—Antosha tenía razón, ¿cierto?—Según los rumores, sí, pero necesitamos la certeza de que esto es real. No puedo verlos ni conseguir una foto, pero los integrantes dicen que es una hembra joven de cabello rizado y piel morena clara que se asusta entre la multitud —le resumo lo que dice. Mi hermano me mira y pasa la mano por el cabello.—No podemos decírselo, saldrá corriendo él solo a buscarla.—Lo sé. Aunque no tiene una gran manada, perderíamos muchos machos en una guerra. Hay que intentar negociar; además, sabe cómo entrar. Si quisiera lastimarnos, lo hubiera hecho hace tiempo.—Lo peor es que esa manada tiene una sola entrada por la cual podemos llevar guerreros; las otras están muy cerca de pueblos humanos, por no decir que están en los pueblos.—No debemos subestimarlo. Lleva en el poder desde que era un cachorro, burló nuestra seguridad como si fuéramos
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36.
| Alexander |Me aseguro de que cada uno esté bien vigilado. Sabía que esto pasaría tarde o temprano, pero no estaba en mis planes tener que llevarlos hacia ella. Quería encerrarlos y eventualmente negociar, pero mi musa es muy convincente; no puedo decirle que no a nada de lo que me pida. Es mi Luna, nunca me atrevería a negarle algo.Respiro profundo antes de entrar a la casa. Mi corazón aún está acelerado, pero no es un problema, ya que siempre se me descontrola cuando estoy con ella. Seguro no lo verá como algo raro. La busco en la sala, pero no está. Acaba de ocultar su olor, siempre es precavida. Voy a la cocina, es su lugar favorito; aun cuando le digo que todo lo que ve le pertenece, agarra comida a escondidas cuando no es la hora de comer. La encuentro de espaldas revisando el refrigerador. Tiene una bata que apenas tapa lo necesario; la peor tortura es saber que no hay nada debajo.—¡Concéntrate! —ordena mi lobo, y sacudo mi cabeza. Él tiene razón.—Te tengo una sorpresa —el
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37.
| Alexander |Puedo sentir cómo mi sangre se filtra por mis colmillos, entrando al cuerpo de mi musa. Eso es lo que nos une. No es la sangre normal que corre por mis venas, ni siquiera sé cómo explicarlo, pero estas escasas gotas me unirán a ella el resto de mi vida.Saco mis colmillos lentamente, y no pierdo tiempo en lamer cualquier rastro de sangre. Nuestra saliva cura a nuestros mates e incluso a las crías. Ella suelta un pequeño jadeo; intenté que fuera rápido y liberé la mayor cantidad de feromonas posible para excitarla sin necesidad de tocarla. Aunque hasta ahora no mostró rechazo, no quería tentar mi suerte.—¿Qué sientes?—Dolió un poco, pero estoy bien —ella voltea su rostro—. No te atrevas a atacarlo —cuando giro la cabeza, me doy cuenta de que Antosha está frente a nosotros.Sonrío con burla; se puede ver la ira en sus ojos, y de su mandíbula caen gotas de saliva. Le queda tan bien la mordaza, como el cachorro ingenuo que es. Gracias a él y su desesperación, me hizo las co
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38.
| Alexander |Todo queda en silencio por unos segundos. Odio que cada segundo esto se complique. Muerdo mi labio y me siento en el borde de la cama. Nada está saliendo como lo imaginé; supuse que esta situación sería más fácil, pero ahora debo dejar que ellos laman la marca, mi marca, la que acabo de hacer con mis colmillos. Lo único que me ata a ella y evita que ellos quieran luchar conmigo a muerte.Volteo mi cabeza para mirarla. Ella, simplemente por existir, me trae paz. Me deleito observando las pequeñas manchitas de su rostro, esas pequitas; son pocas, pero todas están concentradas en su nariz y parte de sus pómulos.—Alex...— Arman intenta hablar, pero le gruño.—¡Mi nombre es Alexander Tremblay! — Tengo que cerrar los ojos para que no me lleguen esos recuerdos por culpa de esa palabra. — No vuelvas a llamarme por un diminutivo o acortar mi nombre.Todo vuelve a quedar en silencio. No somos amigos, ni siquiera podría decirse que conocidos; si ellos me han visto más de tres veces
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39.
| Antosha |Observo intrigado a ambos rogando para que no tengan una conversación privada, esto se va a poner bueno y, si tengo la oportunidad, sacaré algo de todo lo que tengo retenido.— ¿Ahora qué quieres? —pregunta él sin dejar de sonreír.— ¿Dónde está?— Sé más específico —él recuesta la espalda contra la pared; ninguno de los dos deja de mirarse.—Tú sabes qué es— Arman no muestra ninguna emoción.Es un claro indicio de que está a nada de perder los estribos. Arman nunca se le tirará encima, pero sabe cómo hacer sufrir a alguien sin tocarlo. Al ver que él solo se encoge de hombros, desinteresado de la conversación, sigue hablando.— ¿Qué hiciste con mi cuadro?—Jajaja —él tiene que taparse la boca para no despertar a mi tesoro.— De todas las cosas que me imaginé, esa nunca pasó por mi cabeza.— ¿Qué hiciste?—Tranquilo, no tiraría a la basura semejante obra. Es un buen cuadro, nunca te imaginé como un macho sensible, talentoso y con buen ojo.Él nos hace una seña para que lo sig
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