—¡Ay, virgen santísima! — expreso, completamente agitada, pasando las manos por mi cuerpo tembloroso, el corazón está por salir de mi pecho.La respiración agitada, el sudor perlado en mi frente, me encuentro enredada en las sábanas, todavía sintiendo el eco de aquel sueño vívido que me había transportado a un lugar de pasión desbordante. Pero ahora, la realidad me golpea con fuerza, recordándome que estoy sola en mi habitación, que no hay manos suaves recorriendo mi piel, ni gemidos compartidos en un éxtasis compartido.Con un suspiro profundo, intento calmar mi corazón galopante mientras trato de sacudirme la sensación de deseo que me ha dejado el sueño. Pero el recuerdo persiste, tan real y palpable que me deja anhelando algo que sé que no puedo tener.Aunque la sensación de pérdida y frustración me envuelve, una parte de mí está agradecida por haber despertado, por haber escapado de esa ilusión que, por un breve momento, me hizo sentir viva de una manera que la realidad no puede i
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