EstebanEs difícil que un domingo por la mañana toda la familia esté despierta y riendo; creo que aún sigo dormido. Me pellizco y, en efecto, hay risas contagiosas en la casa. Dejo la cama y, después de un rápido aseo, bajo a la cocina, el lugar de donde provenían las risas contagiosas. Mamá, Fernanda y Camila, la niñera, ríen mientras Carlos cocina.—¿Qué está pasando? — interrogo acercándome a la mesa.—Buenos días, hermano— responde sonriendo— El aroma de mis arepas te despertaron.—Buenos días, tío— me abraza Fernanda— papá está preparando un desayuno riquísimo.—Eso estoy viendo, ratona— refiero.—Buenos días, hijo— me dice mamá sonriendo. Eso me pareció más extraño, que el que voltee la página ignorando lo que dijo dijese en la noche.La felicidad de Carlos solo podía significar una cosa: una nueva cita con Jenny, porque ni haber logrado un proyecto grande podría mostrarlo tan feliz.—¿Puedo saber el porqué de este fabuloso desayuno, hermano? — interrogo tratando de conseguir un
—Si me entero de que estás mintiendo para salir con el bueno para nada de Roger, te cancelo las tarjetas de crédito y te quito el auto por un mes. Si Milena me llama para quejarse de tu mal comportamiento, ese castigo subirá a tres meses. ¡Entendido! — Amenaza mi madre.—Tu manera de controlar mi vida es magnífica— le respondo.—No estoy bromeando. Si arruinas esta oportunidad, será mejor que empieces a trabajar y buscar otro lugar donde vivir.—¿Crees que no podría hacerlo?—Ya lo veremos— sonríe de una manera desafiante. Eso no es nada bueno.—Si ya no tienes nada más que decirme, debo irme o Milena dirá que la volví a dejar plantada.Salgo de casa sin prestarle más atención, estoy por subir al auto cuando Carlos me detiene. ¿Ahora qué?—¿Podemos hablar un momento? —Me dice.—Te escucho, hermano— lo miro.—¡¿En serio vas a encontrarte con Milena?! — Su sorpresa es evidente.—¿Por qué te sorprendes?—Creí que no te interesaba.—Y no lo hace, voy a cortar con ella. No puedo seguir dán
—Buen día, joven Esteban, ¿Le ofrezco algo de beber? — interroga María, la empleada de la casa, apareciendo de repente causándome un susto.—Buen día— respondo sobresaltado—No, estoy bien así.—¿Lo asusté?—Un poquito nomás.—Lo siento, no quise…—No te disculpes, no pasa nada. Estaba perdido en esta fotografía.—En los noticieros desde temprano no se habla de otra cosa— La miro un segundo perdido— De la chica— señala — no dejan de hablar de la chica y de su hermano. Disculpe que me entrometa, pero esa mujer más parece una trepadora y arribista. No sé con qué intenciones se coló a la fiesta, pero dicen que vive en un barrio pobre.—¿Y por ser de condición humilde, supones que es arribista? Es lamentable que una mujer como tú haga un comentario como ese.—Lo siento, no quise…—Olvida eso. Solo retírate.María abandona la sala apenada y no me molesta si se siente terrible, ¿Cómo es posible que haya dicho eso? Aunque no haya sido su pensamiento, el que lo repita sin conocerla, me irrita.
—No es eso, solo que la prensa ronda estos lugares y no me gusta aparecer en los diarios.—Entonces, ¿temes que te sigan involucrando conmigo?—Sí, tus padres se hacen ideas equivocadas respecto a lo nuestro, precisamente por ese tipo de fotos. Hace un momento nos fotografiaron.—Mis padres están muy ilusionados con nuestro supuesto matrimonio.—Deja de expresarte de esa manera dulce, como si en realidad fuera a ocurrir.—El que yo ansíe casarme contigo es lo mejor que puede pasarte en la vida, Esteban.—¡Vamos! —me pongo de pie con frustración—. Me acompañas o me voy. ¿Qué es lo que quieres?—Ya ordenamos. ¿Por qué no mejor vas al baño a mojarte la cabeza y pensar en lo que estás intentando hacer? Hay un paparazzi cerca. ¿Quieres que mañana anuncien que Esteban Martinelli dejó a su novia plantada después de ordenar el desayuno?Miro a todos lados y el idiota del fotógrafo sigue mirándonos. A regañadientes, me vuelvo a sentar, sintiendo la tensión en mis hombros mientras ella ríe mira
MilenaEl plan de llamar a la prensa nunca antes había sido tan productivo. Debo reconocer que los consejos locos de mi amigo Jorge Alonso salieron a pedir de boca. Sin embargo, este encuentro con Carlos es más que favorable. Una reunión con él y su acompañante será lo mejor para que de una vez por todas, el inútil de Esteban se quite de la cabeza la idea de terminarme. Debo seguir el consejo de mamá, hacer lo necesario para continuar con el noviazgo. Ese viaje suyo al extranjero por algunos meses me deja algo de respiro.Lejos de lo que dijera Esteban, me acerco a la mesa.—¿¡Carlos!?— saludo sorprendida— Pero qué grata sorpresa, hace tanto que no te veo, ni siquiera me invitaste a tu fiesta de bienvenida. Eres un ingrato.Él se levanta para saludarme y presentarme a Jenny. No puedo negar que es linda, pero en cuanto la prensa se entere de su procedencia, la espantarán. Sin embargo, si Carlos está tan embobado con ella, me conviene fingir hacerla mi amiga.—Encantadísima de conocer a
(Jenny)Carlos pasó por mí antes de la una de la tarde, y Amelia se esmeró en arreglarme, pero al fin y al cabo salí vestida como me sentía cómoda, aunque a la altura de una cita con un hombre tan importante como él.—Estás divina —expresa con los ojos brillantes, aunque lo siento solo como un cumplido.Subo al auto y no quise preguntar a dónde iríamos. Es de esperarse que una persona importante acuda a los lugares más exclusivos de la ciudad. Así que sonrío nerviosa todo el camino. Más bien, me pierdo en mis pensamientos, en recuerdos del ayer, la fiesta y el estúpido pervertido, mi trabajo perdido, y en mirar las calles desde ese lindo automóvil.Salí de mi mundo de ensueño cuando abre la puerta para ayudarme a salir, y me paralizo al ver frente al exclusivo restaurante Milenio Bristo. Ni siquiera con mi sueldo de un mes podría costear un platillo de este local.—¿Estás bien? —interroga, preocupado, al verme ida.—Sí.—Podemos ir a otro sitio si gustas —dice al ver mi cara de espant
Las palabras salen de su boca, y yo solo miro esa sonrisa divina y esa manera de expresarse de su hija. Reacciono cuando dice que tenía que conocerla.—Creo que vamos muy rápido y ya me estoy asustando —expreso, nerviosa—. Aún no empezamos el almuerzo y ya tenemos planes para un desayuno y una cena.—Todo puede hacerse planificando tu horario, yo estoy disponible —dice de inmediato.¡Ay! Eso me recordó mi empleo perdido. Por un instante supongo que me puse triste o enojada, porque la expresión de Carlos cambia al admirarme.—Sí, tengo que acomodarme… a… mis días libres —digo, volviendo a beber un trago de agua.Instantes después, una hermosa rubia se acerca, muy emocionada, habla con Carlos, mirándome de reojo con esa expresión maliciosa, propia de cualquier mujer de clase alta. No puedo evitar sentirme avergonzada, con su ropa de marca y perfume caro, tiene todo el derecho de hacerme sentir inferior con solo unas palabras, tras la presentación.—Qué atuendo más… lindo —sonríe de una
—Adiós —murmura, mirándome directo a los ojos. Por un pequeño instante, perderme en esa mirada dulce me lleva a recordar al sujeto pervertido y desvío la mirada como escapando de un fuego intenso.Supongo que lo toma a mal, porque de inmediato se aleja para subir al auto.Al llegar al departamento, encuentro a Amelia muy ansiosa por escuchar detalles de mi primera cita oficial.—Te vi antes de subir —habla risueña—, tú no pierdes el tiempo. ¿Qué tal besa?—No nos besamos, Amelia. Solo un beso en la mejilla —le aclaro.—¡No puede ser! ¿Qué pasa contigo, vas muy lenta?—Te recuerdo que no estoy compitiendo por conquistarlo. Únicamente acepté su invitación, es todo.Le resto importancia a ese almuerzo, así como la presencia de la irritante novia de Esteban.—¿Te encontraste con la modelo esa?—¿Modelo? —interrogo, sin comprender.—Pues es la imagen de los restaurantes y cafeterías de su familia y de la empresa Martinelli. Es una chica hermosísima y mimada.—Lo de hermosa es exagerado. So