Estaban en el interior de la camioneta, agarradas de las manos, en ese instante Bruna era su fuerza, su hada la tenía drenada, cada media hora gemía, como si aún doliera la traición. De ser realidad sus visiones, el no las merecía.Cerro los ojos para aliviar ese pensar, al abrirlos nuevamente alcanzo a ver las luces, estaban cerca del diminuto pueblo donde vivía esté, así lo consideraba, tampoco era tan extenso para tener otra categoría.A un lado de la carretera se veían los frondosos árboles, al menos las siluetas oscuras, dentro de tanta espesura vegetal. Le dió la sensación de que alguien las seguía, un pequeño brillo titilante diviso entre las enredaderas de los follajes, nada nuevo para ella, lo había observado en otras ocasiones.Casi le produce un corto circuito interno, recordar ese hombre extraño, de cabellos rojos y mirada indomable, su torso bronceado. Trago en seco al revivir esos recuerdos en su mente, aunque el señor Lexter no fuera fiel a su amor, tampoco debería aluc
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