Isabella acababa de regresar a la casa cuando Tomasito Mendoza llegó en persona para transmitir el edicto.Al escucharlo, Isabella se quedó pasmada sin saber que replicar.¿Si en tres meses no encontraba un esposo adecuado, tendría que ingresar al palacio como noble consorte?De inmediato, hizo un gesto para que Tomasito se quedara, y pidió a los sirvientes retirarse. Luego, mirándolo con seriedad, preguntó:—Tomas… ¿Qué significa esta orden?La confusión en su mente era evidente. Si Su Alteza realmente insistía en llevarla al palacio, no tenía sentido darle esos tres meses para encontrar un marido. Pero al mismo tiempo, con el edicto circulando, ¿quién se atrevería a proponerle matrimonio? Era una trampa: la ilusión de una elección cuando, en realidad, su destino parecía ya escrito.Tomasito, con una mirada pensativa, —respondió:—Quizá el Rey quiera ver si hay alguien dispuesto a desafiar su autoridad para pedir la mano de usted, señorita. Si alguien lo hiciera, significaría que esa
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