Después de su enfrentamiento con Norman, Samira se sintió más ligera, como si una carga invisible se hubiera desvanecido. Antes, jamás habría tenido el valor de enfrentarlo, pues en el pasado lo amaba y lo tenía en un pedestal. Norman era su mundo, pero tras descubrir quién era realmente, cualquier sentimiento de amor hacia él se desvaneció. Sentía una profunda satisfacción por la venganza llevada a cabo. Había enfrentado a Norman sin miedo, reconociendo que él no era superior a ella ni a nadie. Sin embargo, a pesar de ese triunfo, Samira no podía dejar de pensar en otra persona: Evangeline. No podía quitarse de la cabeza que ella ocultaba su verdadero carácter frente a Alister. Él merecía conocer la verdad, pero Samira estaba atormentada por la idea de que, tras revelar que Evangeline fue la amante de Norman y responsable en parte por la muerte de su hijo, Alister no creyera en sus palabras. Samira estaba convencida de que Evangeline también merecía un castigo, no solo por haberse
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