Marina salió en ese momento del Bar Tropical acompañada de Diego, pero no regresaron de inmediato. Primero, le pidió a los guardaespaldas que llevaran a Blanca a casa. En silencio, ocupó el asiento del copiloto mientras Diego se sentaba al volante.—Cariño —dijo él, iniciando el trayecto.Marina miraba distraída por la ventana, con los ojos ligeramente enrojecidos. Al recordar a Tomás, la humillación de aquella noche volvió a su mente. En el fondo, siempre había anhelado algo sencillo: un hogar estable. Sin embargo, alcanzar esa estabilidad a menudo se convertía en un verdadero desafío.—Marina, mírame —le pidió Diego, deteniendo el auto y fijando su mirada intensa y apasionada en ella.Afuera, la ciudad brillaba con luces, pero dentro del auto, solo había un profundo silencio que parecía envolverlos. Las pestañas de Marina parpadearon y giró la cabeza, evitando su mirada.Diego suspiró, desabrochó su cinturón y se inclinó cariñoso hacia ella, sosteniendo su hermoso rostro con tern
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