Diego, al sentir un dedo en su pecho, abrió los ojos con una mezcla de resignación y pereza. Despertó a Marina, que seguía acurrucada junto a él.—Llegaremos algo tarde al trabajo.La noche anterior había sido agotadora. Marina, sin fuerzas, había inventado una excusa sobre una reunión importante para que él se detuviera. Aunque quería seguir en la cama, una llamada de Luis la obligó a levantarse. Le había pedido que llegara temprano. Ese día, recibirían la visita del Grupo Jurado, y TechNova tenía con ellos una relación de competencia y colaboración.—Si no quieres trabajar, puedo mantenerte yo —dijo Diego, mientras abotonaba su camisa y la miraba de reojo.—No es muy necesario —respondió Marina, entre bostezos y con los ojos entrecerrados.Se sentó, aún envuelta en las sábanas. Diego, tras ponerse el reloj, se acercó y ajustó el tirante de su camisón que se le había deslizado. Sus dedos rozaron suavemente su hombro desnudo, provocando un estremecimiento en Marina, que se levan
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