Gedeón llevaba días sin poder conciliar el sueño. Se encontraba recostado al lado de la puerta de su habitación cuando un ruido lo inquietó. Con cautela, entró en la habitación y se acercó a la cama.Aradne murmuraba en sueños, repitiendo las mismas palabras una y otra vez.—No puedo matarte, mamá, ayúdame a escapar. No puedo hacerlo.Él luchaba por abrazarla, por despertarla de ese sueño inquieto. Estaba a punto de darse la vuelta cuando volvió a escuchar su voz.—¡Rey, tenga piedad de mí! No pude asesinar a Gedeón, no soy una asesina, no, no, nooo… —un alarido desesperado resonó en la habitación.Él se agachó para verla mover la cabeza de un lado a otro, con unas finas lágrimas recorriendo sus mejillas. Incapaz de soportarlo más, se sentó a su lado en la cama, estiró sus manos y, suavemente, la estrechó entre sus brazos, mientras le susurraba.—Es una pesadilla, no pasó nada, yo estoy bien.La apretó contra su pecho para tranquilizarla. Al sentir cómo se removía y emitía un sonido de
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