En el Rancho, Tony no podía quedarse quieto. Iba y venía por el porche, dándole vueltas al sombrero entre las manos como si quisiera gastarlo. Era una mañana calurosa, como todas en Texas, y ya llevaba tres llamadas de Sarah. El teléfono volvió a sonar.— ¿Bueno? —contestó, alejándose hacia los corrales para que no lo escucharan desde la casa— Sí, Sarah, te escucho...En la cocina, Guadalupe no perdía detalle. Seguía amasando las tortillas por costumbre, pero sus ojos estaban clavados en su hijo a través de la ventana. Una madre siempre sabe cuando algo no anda bien, y Tony traía una preocupación que se le notaba a leguas.— Ave María Purísima —susurró al verlo patear una piedra después de cortar la llamada, las gallinas salieron corriendo del susto.Cuando Tony regresó a la casa, traía una cara que lo decía todo. Parecía que acababa de tragarse un limón entero.— ¿Todo bien, mi'jo? —preguntó Guadalupe, aunque ya se imaginaba la respuesta.— Pos... —Tony se rascó la cabeza, como siem
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