Los ojos del anciano me escrutan de arriba abajo mientras me acerco. Aseguro la puerta, deseando que esta vez pueda ayudarme. Cada conversación con él me deja con una nueva incógnita.—Nevaeh —pronuncia, rodando hacia mí en su silla, con una sonrisa—. ¿Cómo estás?.—Creo que escuchó el alboroto de antes —digo, apenada, tomando asiento frente a él—. Sabía que iría a verle, ¿verdad? Por eso está aquí.Asiente convencido. En público, apenas habla, e incluso cuando hago un escándalo, él guarda silencio, pero a solas, es todo lo contrario.—Tienes el papel, ¿verdad? —me quedo estoica ante su suposición—. Entraste de nuevo.—¿C-cómo es que...?.—Lo sabía —me sonríe—. Quieres respuestas, al igual que anhelas salir de aquí.—¿Usted fue...? —pregunto atónita—. ¿Fue usted quien dejó ese papel allí? ¿Sabía también que volvería a entrar?.—Por supuesto —responde neutral, sin rodeos—. Sabía que lo harías una segunda vez, solo ayudé un poco.—Entonces... ¿Sabe dónde está la otra parte del papel? —m
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