Lucía tenía presente con claridad la imagen de Camila marchándose entre lágrimas en aquella ocasión. Ahora, la veía de nuevo con una amplia sonrisa en el rostro. El que pudiera presentarse en la oficina y salir con un aire alegre tal vez indicaba que algo positivo le había ocurrido. Sintiéndose insegura y sin deseos de rebajarse, Lucía optó por no prestarle atención alguna.Camila, lejos de molestarse, sonrió y dijo cuando Lucía estaba por entrar al ascensor: —Lucía, sé que pronto dejarás de serlo. Disfruta tus últimos días de gloria, aunque no importa mucho, al final Mateo te dejará de todos modos.Las puertas del ascensor se cerraron, y Lucía vio la sonrisa triunfante de Camila, como si ya supiera que ella no era más que un simple peón sacrificable en este matrimonio.Lucía, con el semblante bastante sombrío, apretó los puños. Instintivamente miró su pequeño vientre, pensando en el bebé, y se aferró con todas sus fuerzas a la esperanza. Al llegar a la oficina, vio a todos trabajando
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