Esa figura le resultaba muy familiar.No quería precipitarse en sus conclusiones, solo acercarse para ver con claridad quién era. Al llegar al borde de la calle, alguien la sujetó del brazo.—¡Lucía, por favor, perdóname esta vez! ¡Nunca más volveré a hacerte daño, reconozco mi error! —suplicaba Lily, temiendo ser llevada por la policía y acabar en prisión. Si Lucía la perdonaba, podría evitarlo.—Suéltame — le exigió Lucía.Quería perseguir a aquella persona que se alejaba cada vez más. Se sacudió para liberarse de Lily, pero esta la sujetaba con fuerza, con los ojos llorosos: —Si no lo haces por mí, hazlo por tu tío, por los Díaz. Si nos encarcelan, ¿qué será de él?—¡Lucía! —Adriana se arrodilló frente a ella—. Perdóname, aún no me he graduado, no quiero ir a prisión. Estoy por empezar mis prácticas, ¿qué empresa me querrá contratar ahora? No quiero que me miren mal, soy tu prima, ¿podrías no denunciarme?—¡Pues si eso quieres me arrodillo ante ti!Las dos mujeres la retenían impidi
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