—De acuerdo, gracias por la ayuda—dijo Javier de manera cortés, mirando a Mateo, cuyo semblante se había suavizado un poco, lo que le hizo sentir alivio.Lucía planeaba cenar con sus padres.Esa cena ya no sería posible.Vio a Ana preparando su cama y se le acercó y respondió: —Mamá, tengo que salir, no podré cenar con ustedes.—¿Pasó algo? —preguntó Ana.—Nada, solo asuntos de trabajo.Ana se acercó a Lucía: —Si quieres cambiar de trabajo, cambiemos. Hay muchos trabajos interesantes.Pensaba en el bienestar de Lucía.Después del divorcio, seguir al lado de Mateo sería muy incómodo.—Entiendo, mamá.Lucía también lo había considerado. Después del divorcio, no podría seguir junto a Mateo.Era mejor cortar los lazos que los unían a tiempo.Regresó a la casa de los Rodríguez.Al llegar, los empleados aún la saludaban con mucho respetuoso como "señora".Como si nada hubiera cambiado.—¿No encuentran el suéter? —preguntó Lucía mientras se quitaba los zapatos.La empleada, confundida, respon
Cuando vio que Karen intentaba tocar la cama, aunque su matrimonio estuviera roto, era la cama donde ella dormía y no le gustaba que otros la tocaran. Antes de que Karen la tocara, Lucía le agarró la mano: —¿Sabes cuál es el suéter?Karen se detuvo, pensando que era simple: —Solo es un suéter, yo también puedo llevárselo.Lo que Lucía podía hacer, ella también lo podía ser.—Si quieres ocupar este lugar, primero debes ver si estás calificada —dijo Lucía con insistencia mirando la cama—. Mateo tiene muy claro lo que le gusta y lo que no. Por ejemplo, con un suéter, diferencia si hoy quiere usar el blanco o el negro. Si no le gusta... puede ser muy desagradable.—¡No intentes asustarme! —Karen no le creía. La última vez también la había advertido, solo para desanimarla—. Hace frío, Mateo quiere ropa abrigada, solo necesita mantenerse caliente, no es tan exigente.Abrió una vez el armario.La ropa estaba perfectamente ordenada.Todo a la vista. De inmediato tomó un suéter grueso y escogi
Al principio Lucía parecía distante, ajena a los conflictos y rara vez se enojaba.Incluso cuando Karen se sobrepasaba, ella se mantenía indiferente, sin decir palabra alguna.Esta actitud había sido muy atrevida con Karen, que, al ver a Lucía acorralada, se atrevía a ser como si nada hubiera pasado.Incluso creía que Lucía tenía menos posición que ella en los Rodríguez, lo que le daba la confianza para intentar humillarla.Pero cuando Lucía explotó y la golpeó, Karen quedó desconcertada.Con Mateo en la habitación, no podía pelear con Lucía. Debía mostrarse vulnerable, así que con ojos llorosos murmuró: —Yo... no...Lucía reconocía a la perfección esos shows que hacían para ganarse el favor de otros.Ya no quería contenerse, al final no tenía sentido alguno. Los demás confundían su paciencia con miedo y le causaban más disgustos: —Hace un momento no decías eso. Me acusabas de tenderte una trampa. Te das demasiada importancia. Mírate al espejo, ¿qué tienes tú que merezca que yo te tien
—Te lo traje —dijo Lucía, sacándolo de la bolsa—. ¿Es esto?Mateo, que estaba de mal humor, suavizó su expresión al ver que ella lo había recogido y no se lo había entregado a otra mujer. Sin embargo, no pudo evitar preguntar: —¿Por qué lo recogiste y aun así la dejaste venir?Lucía miró a Karen: —Pregúntale si fue ella quien insistió en venir a pesar de mis advertencias. Yo no cargo con esa responsabilidad.La mirada de Mateo se dirigió a Karen. Ella, que al principio quería aparentar vulnerabilidad para despertar su compasión, comprendió al instante que lo único que había hecho, era meter la pata. Con miedo respondió: —Yo... solo quería cuidarte, atenderte. Lo siento mucho, fue mi error. No entendí muy bien las cosas cuando lo hice. La próxima vez te escucharé, te lo prometo.—Largo —sentenció Mateo con frialdad.Era la primera vez que Karen recibía un trato tan distante de él, nada parecido a las charlas que solían tener en la villa. Tiempo atrás, él incluso había querido ayudarla p
—¿Cómo así que no voy a preocuparme? Ya estás hospitalizado. ¡No puedes asustarme de veras de semejante manera, la última vez casi me muero de miedo! —Camila derramaba lágrimas—. No quiero volver a verte postrado en una cama. No podré dormir tranquila. Prefiero abandonar la filmación antes que dejarte solo. Estaré a tu lado pase lo que pase.Sus palabras hicieron que Mateo recordara aquella vez que sufrió una herida de gravedad que casi le costó la vida. Fue Camila quien lo salvó.—Eso de veras no volverá a pasar —respondió él.Camila seguía intranquila, con los ojos llenos de lágrimas: —Me prometiste que no me harías sufrir, que no te lastimarías. ¡No uses tu propio cuerpo para castigarme!Mateo había estado al borde de la muerte. Aquella vez, Camila lo había velado durante siete días y siete noches, sin casi pegar ojo. Desde ese entonces, cada vez que él resultaba herido, ella pasaba la noche en vela. Incluso una herida pequeña le provocaba un pánico impresionante. Tenía mucho en per
—Mari, no hables más —la interrumpió Camila, dirigiéndose luego a Mateo—: No tengo nada.Mateo le echó un vistazo y también notó que tenía el tobillo enrojecido, así que ordenó:—Javier, llévala a un médico.—Sí, señor Rodríguez —Javier se acercó.—No hace falta ver a ningún médico, es solo algo pequeño, con un poco de Isodine será suficiente. En el set de filmación me lastimo seguido, y he tenido heridas mucho peores que esta. Javier, ¿podrías comprarme algunas curitas y algo para el dolor? —dijo Camila.Javier miró a Mateo, esperando su aprobación.—Ve a comprar lo que se necesite —dijo Mateo con indiferencia.—Sí, señor Rodríguez —Javier salió corriendo.Después de tanto tiempo sin verlo, Camila aún lo extrañaba. Se había contenido en parte por su carrera, pero también porque estaba resentida por la humillación que él le había causado por culpa de Lucía.Sin embargo, esta visita había valido la pena; al menos Mateo aún recordaba lo bueno de ella, lo que le daba cierta tranquilidad.
Apagó el auto y esperó a que Camila se acercara.Camila llevaba la comida que había traído y sonrió fríamente:—¿Por qué no entras? ¿Te molesta acaso verme charlar con Mateo?—¿Qué quieres? —Lucía giró la cabeza para mirar a Camila que ya estaba frente a ella.—Aún no has respondido mi pregunta.Lucía apartó la mirada y dijo con indiferencia:—Sabes que hay personas que no tienen nada pero fingen tenerlo todo. Cuanto más alardean, menos consiguen.Sabía que Camila estaba aprovechando esta oportunidad para burlarse de ella, simplemente para presumir frente a ella.El rostro de Camila se endureció, detestaba su fingida calma:—¿Por qué finges? Debes estar sufriendo. No importa cuán lejos esté yo de Mateo, él siempre tendrá un lugar para mí en su corazón.—Lo sabes muy bien, él fundó una compañía de entretenimiento por mí. Me gusta actuar y de inmediato me consiguió los mejores papeles. Que me tenga en su corazón es la mejor prueba. Y tú, Lucía, al final no eres más que una pieza desechab
Pero Mateo evitaba ver a cualquiera.Javier bloqueaba la entrada y dijo cortésmente:—Señorita Pérez, el señor Rodríguez está descansando. Dice que no se preocupe por él y que mejor regrese al set de filmación.—No hay problema —respondió Camila—. Ya pedí permiso y el director lo aprobó. Puedo volver cuando le den el alta del hospital.Javier se encontró en una situación incómoda y dijo con delicadeza:—El señor Rodríguez necesita descansar.Camila miró hacia la habitación y comprendió lo que realmente quería decir. Sin molestarse, añadió:—Por favor, entrégale esto a Mateo. Voy a regresar un momento, y traeré la comida que prepare la señora.—Muy bien, señorita Pérez.Al recibir el documento y ver las grandes letras en él, Javier también se sorprendió.Camila se despidió y se marchó.—Camila, ¿por qué no entraste? Era una buena oportunidad —preguntó su asistente.—No hay prisa —respondió Camila—. Habrá muchas oportunidades en el futuro. Primero volvamos a los Rodríguez.Tenía asuntos