—Te lo traje —dijo Lucía, sacándolo de la bolsa—. ¿Es esto?Mateo, que estaba de mal humor, suavizó su expresión al ver que ella lo había recogido y no se lo había entregado a otra mujer. Sin embargo, no pudo evitar preguntar: —¿Por qué lo recogiste y aun así la dejaste venir?Lucía miró a Karen: —Pregúntale si fue ella quien insistió en venir a pesar de mis advertencias. Yo no cargo con esa responsabilidad.La mirada de Mateo se dirigió a Karen. Ella, que al principio quería aparentar vulnerabilidad para despertar su compasión, comprendió al instante que lo único que había hecho, era meter la pata. Con miedo respondió: —Yo... solo quería cuidarte, atenderte. Lo siento mucho, fue mi error. No entendí muy bien las cosas cuando lo hice. La próxima vez te escucharé, te lo prometo.—Largo —sentenció Mateo con frialdad.Era la primera vez que Karen recibía un trato tan distante de él, nada parecido a las charlas que solían tener en la villa. Tiempo atrás, él incluso había querido ayudarla p
—¿Cómo así que no voy a preocuparme? Ya estás hospitalizado. ¡No puedes asustarme de veras de semejante manera, la última vez casi me muero de miedo! —Camila derramaba lágrimas—. No quiero volver a verte postrado en una cama. No podré dormir tranquila. Prefiero abandonar la filmación antes que dejarte solo. Estaré a tu lado pase lo que pase.Sus palabras hicieron que Mateo recordara aquella vez que sufrió una herida de gravedad que casi le costó la vida. Fue Camila quien lo salvó.—Eso de veras no volverá a pasar —respondió él.Camila seguía intranquila, con los ojos llenos de lágrimas: —Me prometiste que no me harías sufrir, que no te lastimarías. ¡No uses tu propio cuerpo para castigarme!Mateo había estado al borde de la muerte. Aquella vez, Camila lo había velado durante siete días y siete noches, sin casi pegar ojo. Desde ese entonces, cada vez que él resultaba herido, ella pasaba la noche en vela. Incluso una herida pequeña le provocaba un pánico impresionante. Tenía mucho en per
—Mari, no hables más —la interrumpió Camila, dirigiéndose luego a Mateo—: No tengo nada.Mateo le echó un vistazo y también notó que tenía el tobillo enrojecido, así que ordenó:—Javier, llévala a un médico.—Sí, señor Rodríguez —Javier se acercó.—No hace falta ver a ningún médico, es solo algo pequeño, con un poco de Isodine será suficiente. En el set de filmación me lastimo seguido, y he tenido heridas mucho peores que esta. Javier, ¿podrías comprarme algunas curitas y algo para el dolor? —dijo Camila.Javier miró a Mateo, esperando su aprobación.—Ve a comprar lo que se necesite —dijo Mateo con indiferencia.—Sí, señor Rodríguez —Javier salió corriendo.Después de tanto tiempo sin verlo, Camila aún lo extrañaba. Se había contenido en parte por su carrera, pero también porque estaba resentida por la humillación que él le había causado por culpa de Lucía.Sin embargo, esta visita había valido la pena; al menos Mateo aún recordaba lo bueno de ella, lo que le daba cierta tranquilidad.
Apagó el auto y esperó a que Camila se acercara.Camila llevaba la comida que había traído y sonrió fríamente:—¿Por qué no entras? ¿Te molesta acaso verme charlar con Mateo?—¿Qué quieres? —Lucía giró la cabeza para mirar a Camila que ya estaba frente a ella.—Aún no has respondido mi pregunta.Lucía apartó la mirada y dijo con indiferencia:—Sabes que hay personas que no tienen nada pero fingen tenerlo todo. Cuanto más alardean, menos consiguen.Sabía que Camila estaba aprovechando esta oportunidad para burlarse de ella, simplemente para presumir frente a ella.El rostro de Camila se endureció, detestaba su fingida calma:—¿Por qué finges? Debes estar sufriendo. No importa cuán lejos esté yo de Mateo, él siempre tendrá un lugar para mí en su corazón.—Lo sabes muy bien, él fundó una compañía de entretenimiento por mí. Me gusta actuar y de inmediato me consiguió los mejores papeles. Que me tenga en su corazón es la mejor prueba. Y tú, Lucía, al final no eres más que una pieza desechab
Pero Mateo evitaba ver a cualquiera.Javier bloqueaba la entrada y dijo cortésmente:—Señorita Pérez, el señor Rodríguez está descansando. Dice que no se preocupe por él y que mejor regrese al set de filmación.—No hay problema —respondió Camila—. Ya pedí permiso y el director lo aprobó. Puedo volver cuando le den el alta del hospital.Javier se encontró en una situación incómoda y dijo con delicadeza:—El señor Rodríguez necesita descansar.Camila miró hacia la habitación y comprendió lo que realmente quería decir. Sin molestarse, añadió:—Por favor, entrégale esto a Mateo. Voy a regresar un momento, y traeré la comida que prepare la señora.—Muy bien, señorita Pérez.Al recibir el documento y ver las grandes letras en él, Javier también se sorprendió.Camila se despidió y se marchó.—Camila, ¿por qué no entraste? Era una buena oportunidad —preguntó su asistente.—No hay prisa —respondió Camila—. Habrá muchas oportunidades en el futuro. Primero volvamos a los Rodríguez.Tenía asuntos
No dejó que Lucía se marchara y la agarró con fuerza. Tenía ganas de matarla.—Siempre supe que eras un mal presagio. Sin ti, todos estaríamos bien. Tomás nos habría ayudado y podríamos haber vivido felices como familia. Tú te interpusiste y provocaste que Tomás nos abandonara. Eres una mujer venenosa y sin corazón. ¡Te voy a matar!El cabello de Lucía quedó desaliñado por el agarre.Instintivamente intentó esquivarla y apartarla.Lily tenía las uñas largas y alcanzó a arañar la mejilla de Lucía, dejando varios rasguños visibles.—Señora, esto es una comisaría. Por su comportamiento, podemos detenerla —advirtió el policía.Lily, cegada por la ira, respondió:—¡Deténganme si quieren! Solo quiero matarla. ¡Incluso si yo muero! ¡Aunque muera, la arrastраré conmigo al infierno!Lily gritaba violentamente, obligando a los policías a reducirla y tirarla al suelo.Aún intentaba moverse, mirando a Lucía con ojos llenos de furia.Adriana, pálida y llorando, suplicó:—Mamá, por favor, detente. ¿
Carolina se apresuró a decir:—Puesto que ya se conocen, mejor aún. Camila, esta chica se llama Karen.—Y ella es Camila —añadió, dirigiéndose a Karen.Karen observó detenidamente a Camila y de repente comprendió mostrando cierta incomodidad:—Señora, ¿acaso ella es... el primer amor de Mateo?Había pensado que si Carolina aceptaba a su hijo, también la aceptaría a ella.Pero se había hecho demasiadas ilusiones.A Camila le agradaba ese título y respondió con naturalidad:—Hola. La señora ya me ha hablado de ti, me dijo que estás embarazada de un hijo de Mateo y que te quedas aquí cuidando tu embarazo.Karen, preocupada, instintivamente se cubrió el vientre, temiendo que pudieran hacerle daño a su bebé.Camila, percibiendo sus pensamientos, continuó:—No tienes que temer. Si es hijo de Mateo, naturalmente lo trataré bien. No debes preocuparte; después de que nazca el bebé, tu vida solo mejorará.Karen, insegura, preguntó:—¿De verdad me permitirás tener al bebé?Con dulzura, Camila res
Si ella no lo aceptaba, Carolina lo haría, y no podía ir contra su voluntad, así que definitivamente no sería la villana en esta historia.Pasado un rato, sonaron unos golpes en la puerta.Karen, en su habitación, preguntó al oír el ruido:—¿Quién es?—Soy yo, Camila.Karen dudó un momento, pero finalmente abrió la puerta.Camila estaba parada en el umbral con un tazón de sopa en las manos y le sonrió amablemente:—Como no bajaste, te he traído un poco de sopa. La preparó la señora y huele muy bien.—No tengo mucha hambre —respondió Karen.Camila dejó la sopa sobre la mesa y, volviéndose hacia ella, preguntó:—¿Has perdido el apetito porque me viste llegar?Karen se apresuró a responder:—No, no es eso, no pienses cosas raras.—Me alegro —dijo Camila, tomándole la mano con gesto cariñoso—. Eres joven, puedes llamarme hermana. Si necesitas cualquier cosa, solo dímelo. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte.Su calidez dejó a Karen algo desconcertada:—Yo...—No seas tímida. Soy