55. Ella me pertenece
NicklausCada vez que mis ojos se posan en la marca en el cuello de Penelope, un fuego primitivo se enciende en mi interior. La veo ahora, el sol de la mañana iluminando su piel, y mis manos se cierran en puños, luchando contra el impulso de llevarla de vuelta a nuestra habitación y reclamarla de nuevo.Ella me pertenece, y esa marca es un recordatorio constante de que la he hecho mía. Sin embargo, también es un recordatorio de la responsabilidad que conlleva: protegerla, cuidarla. Mi lobo gruñe, satisfecho y deseoso, pero una parte más racional de mí sabe que no podemos quedarnos encerrados en este ciclo de deseo.—Nick, si sigues viendome así, no vamos a solucionar nada. —La voz de Penelope, que se escucha igual de afectada de como estoy yo, corta mis pensamientos.Sus ojos brillan con una mezcla de desafío y diversión, y no puedo evitar sentir una ola de orgullo por su valentía.—Tienes razón. —Mis palabras salen como un gruñido, y la atrapo en un beso feroz antes de apartarme con
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