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El conejo cascarrabias y Florecita II
—Voy a pedir unos pasabocas para comer, espéreme unos minutos —menciona Sarah intentando levantarse del sofá. —Quédate quieta, yo voy, pero te pediré una ensalada de frutas, comida saludable para los peques —manifiesta el Uruguayo, a Sarah le parece muy tierno que se preocupen, pero ya tiene con Lukas, que no quiere que se mueva para que ahora ellos estén con la misma actitud.—Por hoy me voy a dejar consentir y les voy a hacer caso, pero recuerden que no soy una porcelana —les dice dejándoles aclarándoles que no desea que la traten como si estuviese enferma.—Enana, no te molestes y aprovecha que no te negaremos nada —menciona Peter.—Está bien, pero luego no se vayan a arrepentir — manifiesta con una sonrisa pícara—. Los hombres niegan. Minutos después ya tienen la comida y están listos para continuar.…EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA.Albert toma uno de los pasteles y siente cómo su paladar se inunda de un delicioso sabor. Cada bocado le parece más exquisito que el anterior; a
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EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA FIN
EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA Lucy, ante el fuerte aguacero, regresó al despacho del banquero para resguardarse de la lluvia y nuevamente exigió que Rosa fuese sacada del lugar.Albert se siente frustrado, no conoce a la coneja que le había traído tan deliciosos manjares, pero por algún motivo pensó que ella podría ser su esposa; sin embargo, ella no cumplió, así que pasó todo el día encerrado en su oficina, probó la comida que trajo Lucy y sintió un horrible sabor a tierra que le quito el apetito, así que no salió a almorzar. Comienza a oscurecer, mira su reloj de bolsillo y decide que es hora de regresar a su fría y desolada casa, donde nadie lo espera.Rosa aún está afuera; no importa que su ropa esté empapada; él es su única esperanza. Si tiene que arrodillarse y suplicarle, lo hará. Igual el plazo para no ser echada a la calle, concluyó; por lo tanto, ya no tiene casa a donde ir. El alcalde fue implacable al desalojarla y su padre simplemente se desapareció, dejándola resp
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¿Qué tanto sabes?
—Cien dólares por tus pensamientos —dice Lukas, sacándola de sus pensamientos. Ella se gira mientras él se acerca y la abraza robándole un beso. …En Venezuela.—¿Estás segura, Montserrat Walton, que eso es lo que deseas?… —Interroga Patricio, ya que Montse le susurró al oído «¡quiero ser tuya!». Ella asiente ante la pregunta—. Yo también muero por tenerte en mis brazos, pero si te das cuenta aquí no puede ser… Estamos en una casa de familia.—Entiendo —responde Montse, mientras muerde su labio. Necesitó beber varias copas de licor para tomar el valor de proponerle estar juntos y olvidó ese pequeño detalle… Como si fuese poca su frustración, pronto amanecerá. Se encontraba tan enojada consigo misma, por pensar que seguía amando sola, que programó el helicóptero para partir a primera hora del día. —Hermosa te he dicho que te amo - ella niega con su cabeza—. Te amo Montserrat Walton y te tengo una sorpresa —le dice mientras le da un pequeño beso—. Vamos a despedirnos, ya que pronto ll
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¡Pato, Suéltame!
—¡Ay! ¡Ah! No te detengas —son los melodiosos gritos de Montse combinados con gemidos de placer, mientras el palpitar acelerado del corazón de Patricio, hace que su respiración se entrecorte. Ambos sienten cómo cada partícula de sus cuerpos explotan, invadida por una oleada de gozo y de placer. Sus movimientos sincronizados en una danza de pasión desbocada. En cada segundo tocan el cielo al lado de la persona que siempre han amado… El cansancio no existe, es entregarse al otro, fundiendo sus cuerpos junto con sus almas.El manto de la noche se ciñe sobre el firmamento y los enamorados no se percatan del paso del tiempo, el hambre feroz de sus deseos es saciada explorando cada rincón de su amado.El alba de un nuevo día asoma, sus cuerpos están agotados, pero sus almas enaltecidas por toda esa expresión casi sobrenatural del amor que se profesan.—¡Pato, suéltame! —súplica Montse, angustiada, trató de zafarse de sus fuertes brazos, pero consiguió todo lo contrario ser aprisionada con
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Gracias por ser mi salvadora.
—¡No lo puedo creer! —se dice para sí, Montse, al terminar de leer el cuento del «CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA». Leer la dedicatoria que Patricio le hizo en ese entonces, cuando solo eran unos niños, le muestra que los sentimientos siempre han sido mutuos. Pero no entiende, ¿por qué nunca se confesaron nada? —Buenos días, amor — la saluda su esposo con un beso apasionado, luego de haber ingresado con unas hermosas rosas y el almuerzo—. ¿Llevas mucho tiempo despierta? —No, mi vida, me levanté hace un momento. Apenas me arreglé y como no había examinado mi móvil, estaba observando si hay algo urgente —dice una pequeña mentira, ya que lleva una hora llena de entusiasmo con el relato que le dedicó. Miró los dibujos de cada hoja hechos a mano y pintados, definitivamente es un hombre talentoso. Ver esos dibujos y con tanto detalle, hace que su corazón se derrita. —Amor, atiende tu llamada, mientras alisto la mesa —dice al escuchar sonar el teléfono. Montse acepta la videollamada —¿
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¿Te vas a quedar ahí?
—¡Patricio Reimann! ¡Detente! Estamos en un sitio público.—Eso no es cierto, ¿has visto a alguien cerca? —Montse niega con su cabeza—. Esta parte de la playa es privada, así que vamos «¡sin pena en la arena!». —Le dice subiéndola sobre sus piernas y delineando con su mano el borde de la parte inferior de su bikini.—¡Ay! ¡Dios, tú ganas! —exclama Montserrat. Retirando la parte superior de su vestido de baño para así quedar a la disposición de su esposo, quien no duda en aprisionar en sus manos esos espléndidos senos, Montse se ha vuelto su adicción… Nuevamente, han dado rienda suelta a sus deseos carnales que terminan reconfortando su alma y sus cuerpos saciados por la pasión y la lujuria… Están sobre la arena, sus cuerpos desnudos y sudorosos, entrelazados y sus miradas enfrentadas. La noche ha caído y el amor se fortalece en cada instante.—Amo cada uno de tus gestos, la mirada que me das cuando logras liberarte… Te amo, Mon… No tengo palabras para expresar lo que siento aquí —
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¡No puedo más!…
—¡Eres una pervertida!… ¡Hay público y tú me pones demasiado caliente! —están en medio de la playa en una fiesta nocturna que ofrece el hotel para los huéspedes. El tequila ha hecho efecto. Montse baila muy pegadita de su esposo, además con sus manos traviesas llega hasta su entrepierna y comienza a acariciarla hasta que aquella parte antes gelatinosa ahora parece una espada firme y dura para ser usada. Patricio siente cómo su parte baja empieza a doler de lo aprisionada que está dentro de su bóxer y su mujer, que solo incita a devorarla. Luce tan sexy y a la vez tan tierna, que solo quiere concederle cada uno de sus deseos.—Yo nunca me he portado mal — hipea Montse—. Siempre he seguido las reglas y hoy que sé que tú estás a mi lado para protegerme, quiero saber qué es beber demás. Ser una pervertida como Marisol en UN JEFE PERVERTIDO, O Isa en BELLA Y DELICIOSA…— ¡Ja, ja, ja! Creo que estás leyendo mucho a TGBatichica y como seguro quieres un Brandon o un Pascal que te den duro co
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¡Qué comience la batalla!
—¡Sabía que lo encontraríamos! —exclama Sarah. Por favor, dile a la niña de la fotocopiadora que, sin dañarlo, me regale dos copias y dile a Peter que se apure que vamos a llegar tarde al curso prenatal. —Pero Sarita, ¿acaso tu esposo no llegó ya? —pregunta el Pequeño Juan. —No nos quieren acompañar —menciona mientras acaricia su vientre y sus ojos se empañan. El hombre rasca su cabeza. —Enana, por supuesto, que queremos ir… Y hasta la sala de maternidad, si así lo deseas. —Ven, bebés, los tíos los aman y eso que no les hemos dicho que hoy iremos de compras. —Voy por Peter —dice el Uruguayo, saliendo con cara de velorio, mientras ella ríe. —¡Qué comience la batalla!, Estoy segura de que ganaré por goleada —habla en voz alta para sí. En la sala de copias. —Señorita, me regala cuatro copias, dos me las entrega a mí y dos a la jefa — le dice a la chica de la fotocopiadora. Él también quiere leer ese libro y asume que Peter deseará lo mismo. …… El teléfono móvil de Sa
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Mi pequeña diablilla.
Horas más tarde ingresan a un condominio de casas lujosas en una de las zonas más exclusivas de Berlín.—Señor Scott Martín, creo que se confundió de dirección, ¡aquí no vivimos! ¿O acaso me lleva a la casa de alguna tiniebla? —Cuestiona Sarah cerrando el entrecejo, mientras observa que las construcciones son nuevas y la mayoría de las residencias están desocupadas.—No la traiciono ni con el pensamiento, señorita Smith Williams, futura señora de Scott… por favor deja de ser tan ansiosa y espera un momento.Se estacionan frente a la tercera casa, es enorme; tres plantas, zonas verdes alrededor, piscina, 4 garajes, 8 habitaciones, cada una con su baño privado, una enorme sala, con espacio abierto hacia el comedor, la cocina cerrada y un gran estudio. Rodeada de grandes ventanales. —Mi amor, te hago entrega de las llaves de tu nuevo hogar —lo observa y por un momento se queda paralizada, hasta que él la toma de la mano atrayéndola a su cuerpo—. ¿Dime si no te gusta?—¡Es hermosa! Me ha
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40. ¡Me quieres matar!
Un nuevo día asoma, Sarah duerme sobre el pecho de su hombre y sus piernas entrelazadas. Lukas la mira y acaricia su tierno rostro; ella realmente se adueñó de cada parte de su vida y ahora le sería imposible vivir sin su risa. Saber que la tuvo tan cerca y casi la pierde lo hace recriminarse, por ello acepta cada una de sus pruebas. La muerte de sus padres es algo que no podrá cambiar, pero el que su familia esté allí acompañándola la hará sentir amada, ya que ellos la adoran. Esa diablilla les robó el corazón desde que llegó a sus vidas. Tocan la puerta, mira su reloj y se da cuenta de que es casi mediodía. Se levanta, se coloca una bermuda y una playera; llama con delicadeza a Sarah junto con pequeños besos en su vientre para que despierte. —Buenos días, mi princesa y mi príncipe — les habla a sus hijos acariciando el abdomen plano de su chica. —Me voy a poner celosa —menciona Sarah en medio de un puchero. —Mi vida, si tú eres la reina del inframundo — abre enorme los ojo
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