—¡Montse, bella detente! —La cerveza no es jugo y te puede pegar tu prendidita —le advierte la Venezolana. Han pasado una tarde espléndida donde recorrieron el pueblo colonial y probaron la comida típica del lugar.—Milca, pero es que esta bebida está deliciosa, frente a este hermoso atardecer, esta gente tan maravillosa que te hace sentir en casa… ¡De verdad tienes un país muy lindo!—¡Ay! Ven para acá hermosa, te doy un abrazote… Mira a tu esposo, parece un niño pequeño, llevándoles agua a las perezosas y mirando las iguanas —menciona Milcaris, mientras lo miran y sonríen.—Chama, creo que tienes que sacarlo más seguido de casa y, si es porque te lo miran, deja de ser envidiosa que con una miradita no se te va a desgastar —. Manifiesta Mairu —Montse lo observa y se enternece, luego mira su reloj dándose cuenta de que ya se hizo tarde y lo mejor será buscar dónde pasar la noche.—Milca debemos buscar un hotel.—No, señoritas, qué hotel ni más faltaba, ustedes se quedan en mi casa, hu
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