—¡Montserrat! —grita Patricio, ya que ella aprovecha el momento en que él gira para devolver la botella al bar y sale sigilosamente de la habitación. —Te espero en el restaurante del hotel —responde Montse, entrando apresuradamente al ascensor para alejarse de ese hombre que la ve como presa y odiaría tener que lastimarlo. «Sí, hablarán, pero en un sitio neutral». Patricio sonríe, ya tendrán tiempo de arreglar cuentas; por el momento la dejará pensar que ganó. Minutos después están en el restaurante del hotel, solo se miran de reojo, el silencio es incómodo, pero ninguno lo quiere romper. Llega el mesero con la comida que anteriormente habían ordenado y comienzan a comer. Un alfiler podría caer y se lograría escuchar su sonido. Mientras están masticando los alimentos, se están analizando, pensando en el siguiente paso a dar. —¿Podemos hacer una tregua mientras visitamos a las escritoras? —pregunta Montse. Patricio levanta una de sus cejas. —No sabía que estábamos en guerr
—Amor, será nuestra primera noche juntos —le susurra Patricio soltando una pequeña carcajada. Mientras Montse rueda los ojos.—Mi vida, ¡mi amorcito precioso! —dice Montserrat de manera melosa, regalándole pequeños besos—. Hace muchos años no veo a Milca, me gustaría poder colocarnos al día… ¡Mi osito de melocotón! ¿Cierto que no te molestará dormir solito? Patricio la observa y piensa que «¡esa mujer empalagosa solo finge! Pero no quedará como un esposo posesivo y ella no siempre tendrá excusas». Sin embargo, él aprovecha su osadía para acercarla más a su cuerpo, besarla apasionadamente y robarle el aliento. Por instinto, sus manos se deslizan hasta la cadera de su socia, apretando con delicadeza su trasero. No contaba con que esa acción despertaría su entrepierna, generándole no solo un problema estético, sino también una necesidad urgente de poseerla.—Conchale chica —la voz de la Venezolana los aparta—. Estás segura de que quieres chismear conmigo… Por lo que acabo de ver, me d
—¡Montse, bella detente! —La cerveza no es jugo y te puede pegar tu prendidita —le advierte la Venezolana. Han pasado una tarde espléndida donde recorrieron el pueblo colonial y probaron la comida típica del lugar.—Milca, pero es que esta bebida está deliciosa, frente a este hermoso atardecer, esta gente tan maravillosa que te hace sentir en casa… ¡De verdad tienes un país muy lindo!—¡Ay! Ven para acá hermosa, te doy un abrazote… Mira a tu esposo, parece un niño pequeño, llevándoles agua a las perezosas y mirando las iguanas —menciona Milcaris, mientras lo miran y sonríen.—Chama, creo que tienes que sacarlo más seguido de casa y, si es porque te lo miran, deja de ser envidiosa que con una miradita no se te va a desgastar —. Manifiesta Mairu —Montse lo observa y se enternece, luego mira su reloj dándose cuenta de que ya se hizo tarde y lo mejor será buscar dónde pasar la noche.—Milca debemos buscar un hotel.—No, señoritas, qué hotel ni más faltaba, ustedes se quedan en mi casa, hu
En Venezuela. Están abordando el avión rumbo a Falcón, las horas de sueño fueron nulas, ya que se la pasaron conversando con Mairu y su familia. Fueron tantas las anécdotas que ella les contó alrededor de cada una de sus novelas que el tiempo se hizo corto y cuando miraron el reloj ya era de mañana y debían emprender el viaje, dándoles tan solo tiempo de asearse y alistarse. Una hora después de despedirse de la escritora, están sobrevolando la majestuosa Península de Paraguaná, el piloto pasa por el desierto del Parque Nacional los Médanos de Coro, brindándoles una vista alucinante. Falcón, el cual posee una vista impresionante que es digna de admirar. Patricio y Montse se mantienen abrazados, se respira amor. Una zona árida tan cerca del mar es única. Al llegar a Falcón, se instalan en el hotel más prestigioso, solicitan dos habitaciones, una para Milcaris y otra para ellos. Montse ingresa a darse una ducha mientras Patricio decide pedir el desayuno en la recámara. Esa mujer l
—Te amo, Montserrat, siempre lo he hecho y lo haré… —¿Qué está diciendo Patricio? ¿O acaso es algo que tanto desea y lo está soñando? Montse se gira para verlo, quiere volver a escucharlo y saber que no es un sueño, pero al girar lo encuentra profundo. Llega el mediodía y salen hacia el restaurante donde quedaron de encontrarse con la escritora Lía Thiago. Ella es una mujer pelinegra, que inspira mucha confianza, aunque solo tiene dos novelas terminadas y una en emisión. Sus textos son limpios y románticos, transmitiendo una inmensa paz y tranquilidad. EL ESCRITOR siente que Lía es una de las autoras que necesita para ir completando su ramillete de mujeres diversas, guerreras y empoderadas a través de «EL MUNDO DE LAS LETRAS». —Lía hermosa, ven, te presento a mi gran amiga Montserrat Walton y su esposo Patricio Reimann —dice Milcaris, mientras le da un abrazo fraternal a la escritora venezolana. —Por supuesto, amiga, yo más que emocionada de conocer a tan bella pareja, ya q
En Alemania Peter y el Pequeño Juan van en búsqueda de Sarah. Ya han comenzado a trabajar sobre la seguridad del evento, han visitado el hotel, el salón donde se llevará a cabo la recepción; sin embargo, el Francés es un hombre muy meticuloso y no desea ninguna sorpresa, por tal razón le pidió a Sarah ayuda con los planos del sitio, ya que este es de Lukas. —Buenas tardes, señorita, la doctora Smith nos está esperando —manifiesta Peter a la secretaria. —Señor Brais, buenas tardes. La jefa está en la biblioteca buscando unos cuentos —responde la asistente. — Gracias —se despiden y van en busca de ella. Al llegar al lugar, la ve trepada en el último escalón de una escalera metálica, con un pie sobre esta y el otro en el estante. —¡Enana, acaso estás demente! —exclama el Uruguayo al verla allí trepada. Su lado sobreprotector se activa y sube rápidamente hasta donde está. Sarah gira al escuchar la voz y trastabilla. Gracias a la agilidad del Pequeño Juan que la tomó en sus bra
—Voy a pedir unos pasabocas para comer, espéreme unos minutos —menciona Sarah intentando levantarse del sofá. —Quédate quieta, yo voy, pero te pediré una ensalada de frutas, comida saludable para los peques —manifiesta el Uruguayo, a Sarah le parece muy tierno que se preocupen, pero ya tiene con Lukas, que no quiere que se mueva para que ahora ellos estén con la misma actitud.—Por hoy me voy a dejar consentir y les voy a hacer caso, pero recuerden que no soy una porcelana —les dice dejándoles aclarándoles que no desea que la traten como si estuviese enferma.—Enana, no te molestes y aprovecha que no te negaremos nada —menciona Peter.—Está bien, pero luego no se vayan a arrepentir — manifiesta con una sonrisa pícara—. Los hombres niegan. Minutos después ya tienen la comida y están listos para continuar.…EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA.Albert toma uno de los pasteles y siente cómo su paladar se inunda de un delicioso sabor. Cada bocado le parece más exquisito que el anterior; a
EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA Lucy, ante el fuerte aguacero, regresó al despacho del banquero para resguardarse de la lluvia y nuevamente exigió que Rosa fuese sacada del lugar.Albert se siente frustrado, no conoce a la coneja que le había traído tan deliciosos manjares, pero por algún motivo pensó que ella podría ser su esposa; sin embargo, ella no cumplió, así que pasó todo el día encerrado en su oficina, probó la comida que trajo Lucy y sintió un horrible sabor a tierra que le quito el apetito, así que no salió a almorzar. Comienza a oscurecer, mira su reloj de bolsillo y decide que es hora de regresar a su fría y desolada casa, donde nadie lo espera.Rosa aún está afuera; no importa que su ropa esté empapada; él es su única esperanza. Si tiene que arrodillarse y suplicarle, lo hará. Igual el plazo para no ser echada a la calle, concluyó; por lo tanto, ya no tiene casa a donde ir. El alcalde fue implacable al desalojarla y su padre simplemente se desapareció, dejándola resp