—Te amo, Montserrat, siempre lo he hecho y lo haré… —¿Qué está diciendo Patricio? ¿O acaso es algo que tanto desea y lo está soñando? Montse se gira para verlo, quiere volver a escucharlo y saber que no es un sueño, pero al girar lo encuentra profundo. Llega el mediodía y salen hacia el restaurante donde quedaron de encontrarse con la escritora Lía Thiago. Ella es una mujer pelinegra, que inspira mucha confianza, aunque solo tiene dos novelas terminadas y una en emisión. Sus textos son limpios y románticos, transmitiendo una inmensa paz y tranquilidad. EL ESCRITOR siente que Lía es una de las autoras que necesita para ir completando su ramillete de mujeres diversas, guerreras y empoderadas a través de «EL MUNDO DE LAS LETRAS». —Lía hermosa, ven, te presento a mi gran amiga Montserrat Walton y su esposo Patricio Reimann —dice Milcaris, mientras le da un abrazo fraternal a la escritora venezolana. —Por supuesto, amiga, yo más que emocionada de conocer a tan bella pareja, ya q
En Alemania Peter y el Pequeño Juan van en búsqueda de Sarah. Ya han comenzado a trabajar sobre la seguridad del evento, han visitado el hotel, el salón donde se llevará a cabo la recepción; sin embargo, el Francés es un hombre muy meticuloso y no desea ninguna sorpresa, por tal razón le pidió a Sarah ayuda con los planos del sitio, ya que este es de Lukas. —Buenas tardes, señorita, la doctora Smith nos está esperando —manifiesta Peter a la secretaria. —Señor Brais, buenas tardes. La jefa está en la biblioteca buscando unos cuentos —responde la asistente. — Gracias —se despiden y van en busca de ella. Al llegar al lugar, la ve trepada en el último escalón de una escalera metálica, con un pie sobre esta y el otro en el estante. —¡Enana, acaso estás demente! —exclama el Uruguayo al verla allí trepada. Su lado sobreprotector se activa y sube rápidamente hasta donde está. Sarah gira al escuchar la voz y trastabilla. Gracias a la agilidad del Pequeño Juan que la tomó en sus bra
—Voy a pedir unos pasabocas para comer, espéreme unos minutos —menciona Sarah intentando levantarse del sofá. —Quédate quieta, yo voy, pero te pediré una ensalada de frutas, comida saludable para los peques —manifiesta el Uruguayo, a Sarah le parece muy tierno que se preocupen, pero ya tiene con Lukas, que no quiere que se mueva para que ahora ellos estén con la misma actitud.—Por hoy me voy a dejar consentir y les voy a hacer caso, pero recuerden que no soy una porcelana —les dice dejándoles aclarándoles que no desea que la traten como si estuviese enferma.—Enana, no te molestes y aprovecha que no te negaremos nada —menciona Peter.—Está bien, pero luego no se vayan a arrepentir — manifiesta con una sonrisa pícara—. Los hombres niegan. Minutos después ya tienen la comida y están listos para continuar.…EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA.Albert toma uno de los pasteles y siente cómo su paladar se inunda de un delicioso sabor. Cada bocado le parece más exquisito que el anterior; a
EL CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA Lucy, ante el fuerte aguacero, regresó al despacho del banquero para resguardarse de la lluvia y nuevamente exigió que Rosa fuese sacada del lugar.Albert se siente frustrado, no conoce a la coneja que le había traído tan deliciosos manjares, pero por algún motivo pensó que ella podría ser su esposa; sin embargo, ella no cumplió, así que pasó todo el día encerrado en su oficina, probó la comida que trajo Lucy y sintió un horrible sabor a tierra que le quito el apetito, así que no salió a almorzar. Comienza a oscurecer, mira su reloj de bolsillo y decide que es hora de regresar a su fría y desolada casa, donde nadie lo espera.Rosa aún está afuera; no importa que su ropa esté empapada; él es su única esperanza. Si tiene que arrodillarse y suplicarle, lo hará. Igual el plazo para no ser echada a la calle, concluyó; por lo tanto, ya no tiene casa a donde ir. El alcalde fue implacable al desalojarla y su padre simplemente se desapareció, dejándola resp
—Cien dólares por tus pensamientos —dice Lukas, sacándola de sus pensamientos. Ella se gira mientras él se acerca y la abraza robándole un beso. …En Venezuela.—¿Estás segura, Montserrat Walton, que eso es lo que deseas?… —Interroga Patricio, ya que Montse le susurró al oído «¡quiero ser tuya!». Ella asiente ante la pregunta—. Yo también muero por tenerte en mis brazos, pero si te das cuenta aquí no puede ser… Estamos en una casa de familia.—Entiendo —responde Montse, mientras muerde su labio. Necesitó beber varias copas de licor para tomar el valor de proponerle estar juntos y olvidó ese pequeño detalle… Como si fuese poca su frustración, pronto amanecerá. Se encontraba tan enojada consigo misma, por pensar que seguía amando sola, que programó el helicóptero para partir a primera hora del día. —Hermosa te he dicho que te amo - ella niega con su cabeza—. Te amo Montserrat Walton y te tengo una sorpresa —le dice mientras le da un pequeño beso—. Vamos a despedirnos, ya que pronto ll
—¡Ay! ¡Ah! No te detengas —son los melodiosos gritos de Montse combinados con gemidos de placer, mientras el palpitar acelerado del corazón de Patricio, hace que su respiración se entrecorte. Ambos sienten cómo cada partícula de sus cuerpos explotan, invadida por una oleada de gozo y de placer. Sus movimientos sincronizados en una danza de pasión desbocada. En cada segundo tocan el cielo al lado de la persona que siempre han amado… El cansancio no existe, es entregarse al otro, fundiendo sus cuerpos junto con sus almas.El manto de la noche se ciñe sobre el firmamento y los enamorados no se percatan del paso del tiempo, el hambre feroz de sus deseos es saciada explorando cada rincón de su amado.El alba de un nuevo día asoma, sus cuerpos están agotados, pero sus almas enaltecidas por toda esa expresión casi sobrenatural del amor que se profesan.—¡Pato, suéltame! —súplica Montse, angustiada, trató de zafarse de sus fuertes brazos, pero consiguió todo lo contrario ser aprisionada con
—¡No lo puedo creer! —se dice para sí, Montse, al terminar de leer el cuento del «CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA». Leer la dedicatoria que Patricio le hizo en ese entonces, cuando solo eran unos niños, le muestra que los sentimientos siempre han sido mutuos. Pero no entiende, ¿por qué nunca se confesaron nada? —Buenos días, amor — la saluda su esposo con un beso apasionado, luego de haber ingresado con unas hermosas rosas y el almuerzo—. ¿Llevas mucho tiempo despierta? —No, mi vida, me levanté hace un momento. Apenas me arreglé y como no había examinado mi móvil, estaba observando si hay algo urgente —dice una pequeña mentira, ya que lleva una hora llena de entusiasmo con el relato que le dedicó. Miró los dibujos de cada hoja hechos a mano y pintados, definitivamente es un hombre talentoso. Ver esos dibujos y con tanto detalle, hace que su corazón se derrita. —Amor, atiende tu llamada, mientras alisto la mesa —dice al escuchar sonar el teléfono. Montse acepta la videollamada —¿
—¡Patricio Reimann! ¡Detente! Estamos en un sitio público.—Eso no es cierto, ¿has visto a alguien cerca? —Montse niega con su cabeza—. Esta parte de la playa es privada, así que vamos «¡sin pena en la arena!». —Le dice subiéndola sobre sus piernas y delineando con su mano el borde de la parte inferior de su bikini.—¡Ay! ¡Dios, tú ganas! —exclama Montserrat. Retirando la parte superior de su vestido de baño para así quedar a la disposición de su esposo, quien no duda en aprisionar en sus manos esos espléndidos senos, Montse se ha vuelto su adicción… Nuevamente, han dado rienda suelta a sus deseos carnales que terminan reconfortando su alma y sus cuerpos saciados por la pasión y la lujuria… Están sobre la arena, sus cuerpos desnudos y sudorosos, entrelazados y sus miradas enfrentadas. La noche ha caído y el amor se fortalece en cada instante.—Amo cada uno de tus gestos, la mirada que me das cuando logras liberarte… Te amo, Mon… No tengo palabras para expresar lo que siento aquí —